Millones se llevan los ministros y ministras que indignados decidieron aventar la toga y dejar la Corte. Rechazaron la reforma judicial porque no les convenía. No les gustó ser elegidos por voto popular ni que se les redujera el salario y prestaciones. A través de los años atiborraron sus cuentas bancarias y ahora se van con el haber de retiro.

Precavidos y justos fueron solo para “sus causas”. Trabajaron con ahínco para los poderosos; solo para ellos. Para los empresarios que evadían miles de millones de pesos en impuestos; funcionarios y exfuncionarios acusados de enriquecimiento ilícito; todo tipo de criminales y hasta peligrosos narcotraficantes. De sus anchas mangas sacaban antiguas mañas u omisiones para dar los fallos a su favor y liberarlos. Así ambos lados satisfechos.

A muchos no les importó violar la Constitución. Ellos eran merecedores de un salario más alto que cualquier presidente. Se valieron de amparos para conservar sus exorbitantes remuneraciones. Aseveraban que su trabajo era de “alto riesgo” por las difíciles decisiones que debían tomar, por eso entre sus numerosas y costosas prestaciones, los magistrados, los dioses supremos de la toga, se trasladaban en autos de lujo blindados, conducidos por choferes. El expresidente Andrés Manuel López Obrador dijo: “si tienen miedo los jueces que renuncien”.

Y se van soberbios y arrogantes pero con su elaborado y conveniente haber de retiro. Los más antiguos, como es el caso de Luis María Aguilar por haber ejercido 15 años, recibirá casi cinco millones de pesos anuales durante los primeros dos años, cantidad que será reducida un veinte por ciento a partir de los tres años. El ministro o ministra con menos tiempo en el cargo, recibirá un promedio de dos millones de pesos anuales. Se retiran con vehículo blindado conducido por su chofer; tendrán 4 mil pesos mensuales como “apoyo” para gasolina, seguridad personal (mínimo dos elementos) y un secretario particular.

La presidenta Piña intentó reducir de ocho a seis votos para echar abajo la voluntad popular, pero fue en vano.

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Muchos ministros soberbios y arrogantes hicieron durante su gestión lo que se les dio la gana, incluso desaparecían y aparecían a su conveniencia los artículos de la Constitución. Tenían la costumbre de cambiar de criterio en función de factores políticos, sociales y económicos, no de factores jurídicos.

Si hubiesen aplicado la ley, si de verdad hubiesen estado del lado de la justicia, hoy estarían encarcelados muchos personajes que hoy pululan cínicos con cargos aun en el gobierno sin importarles, tal vez hasta ahora, de las graves acusaciones que tienen en su contra.

A través de los años acumularon cada vez más poder. Los ministros eran intocables. Eran los dioses de la túnica negra que sacaban de todo apuro al más vil, al más corrupto siempre y cuando fuese alguien con dinero y poder. Existía una simbiosis siniestra.

En el Poder Judicial, el 34.7 por ciento de los servidores, tienen al menos un familiar laborando ahí. No es necesaria la preparación ni los niveles de estudio, el requisito único es ser sobrino, hijo, suegro, nieto o compadre de alguien quien ya está dentro; así la cadena interminable de nepotismo.

Una red de complicidades entre criminales y algunos jueces y magistrados que nunca fueron sancionados…

En 24 años el Consejo de la Judicatura no ganó un solo caso contra de jueces y magistrados a los que presuntamente descubrió cometiendo delitos. Ellos sabían que sus propios colegas, compañeros o amigos no los iban a sancionar. Todo era un órgano podrido

No hubo más allá de ligeras sanciones por acoso laboral y sexual o por  enriquecimiento ilícito o por delitos más graves. Todos se protegían entre sí con silencios, omisiones y contubernios.

Amparos y más amparos. Criminales de todo tipo libres; mexicanos de a pie olvidados en cárceles por delitos menores, ellos no merecían ni un gramo a su favor en la balanza de la justicia que ellos decían impartir.

Se necesita un Poder Judicial no corrupto, que se apegue a la Constitución y que dé seguridad a todos los mexicanos.

Ocho se fueron y permanecieron en la Corte las ministras Lenia Batres Guadarrama, Yasmín Esquivel Bossa y Loretta Ortiz Ahlf. Mujeres juristas que respetan la Constitución y quieren un Poder Judicial limpio de corrupción, nepotismo y privilegios. Eso es lo que queremos los mexicanos, una justicia que no esté a la venta, que sea pareja y apegada a la Constitución.

Tres ministras competentes y honestas podrán ser el pilar junto a la presidenta Claudia Sheinbaum para erigir una Corte sin resquicio alguno para que se cuele la corrupción, para que jamás la justicia vuelva a estar a la venta.