AMLO y sus propagandistas se han dedicado, a lo largo de las últimas semanas, a vanagloriarse de ser los artífices del panorama que ha conducido a la consolidación del “súper peso”, es decir, a la disminución del precio del dólar en el marco cambiario frente a la moneda mexicana. La realidad es más compleja que eso, me temo. Si bien es verdad que el peso ha alcanzado niveles record en los últimos días, el escenario no es como nos lo pinta el jefe del Estado.
Si bien el presidente mexicano y sus corifeos (como Epigmenio Ibarra, quien no se cansa de publicar diariamente en su cuenta de twitter una imagen del tipo de cambio del día, en una clara intención de promover los “éxitos” económicos de la presente administración) se jactan de haber construido la fortaleza del peso, la lectura de los indicadores debe ser matizada.
El peso fuerte refleja, ante todo, la circulación de una gran cantidad de dólares en nuestro país, a la luz de la bien conocida ley de la oferta y la demanda. A mayor cantidad de dólares, menor costo de la divisa estadounidense. Esta presencia deriva, entre otros factores, del aumento de las exportaciones mexicanas hacia los Estados Unidos, lo que indica, a la vez, una recuperación del sector exportador del vecino del norte.
Por otro lado, el súper peso también deriva del aumento de la cantidad de remesas provenientes de Estados Unidos. Ambos elementos, el aumento de las exportaciones y de las remesas, responden a motivos alejados de las políticas del gobierno federal, sino a factores exógenos.
En adición, si se quiere, las remesas, a pesar de que AMLO las presume como logro económico de su gobierno, traslucen el hecho de que un buen número de mexicanos no encuentran en México un trabajo bien remunerado que les permita llevar una vida digna, por lo que optan por el éxodo hacia el vecino del norte.
El súper peso conlleva también afectaciones a algunos sectores importantes de la economía. En materia de exportaciones, un peso fuerte -o un dólar débil- se traduce en un menor ingreso por la venta de los productos en el extranjero. Por otro lado, la industria turística, alimentada principalmente por los viajeros extranjeros que visitan nuestro país, se ve seriamente afectado ante la fortaleza del peso frente a la divisa estadounidense.
Y no debemos olvidar, en este contexto, el peso creciente del turismo en la economía mexicana, debido, principalmente, a la atractividad de las playas mexicanas en estados como Quintana Roo, Guerrero, Chiapas o Baja California, entre otros.
Y, nuevamente, las remesas. El dinero enviado desde Estados Unidos hacia México, frente a la debilidad del dólar, llega en menor cuantía, lo que conduce a una seria afectación en el poder de compra de las familias mexicanas.
En otras palabras, como reza el refrán “No hay negros ni blancos, sino grises” el súper peso no es necesariamente una buena noticia para México, y tampoco representa un éxito del gobierno mexicano. Sin embargo, AMLO y los suyos, oportunistas hasta la médula, buscarán siempre colgarse medallas inmerecidas, a la vez que ocultarán en todo momento contar la otra versión de la realidad.