Si el lector no ha visto aún los acalorados debates entre Gerardo Fernández Noroña y Guadalupe Acosta Naranjo, representantes del PT y del PRD en el INE, respectivamente, le recomiendo echar un vistazo.

En uno de ellos Acosta Naranjo se mofa olímpicamente de Noroña al hacerle levantarse de la mesa fingiendo que haría uso de la palabra. No tiene desperdicio. Algunos medios de comunicación y detractores del radical legislador no titubearon en asegurar que Acosta lo “traía de su puerquito”.

Parece, pues, que la cúpula morenista ha hecho lo propio. Lo trajeron de su “puerquito”. Sabedores de que Noroña era una buena arma de golpeo contra sus opositores –pues se debe reconocer que el individuo es culto y bien articulado– lo utilizaron con la promesa de ser, nada más ni nada menos, si quedaba en tercer lugar, el coordinador de la bancada de Morena en el Senado.

Se trata de  un cargo muy atractivo en el contexto de una serie de reformas constitucionales que se han anunciado y de la necesidad de contar con un político de alta gama que obtenga en el Senado la mayoría calificada que no obtuvieron en las urnas.

Sin embargo, a pesar del resultado, Noroña deberá conformarse con ser un senador plurinominal. No tendrá capacidad ni el nivel de interlocución para construir negociaciones, dialogar con los enlaces legislativos de Gobernación ni tendrá acceso directo –oficial– a la presidente Sheinbaum.

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Para ello estará Ricardo Monreal, un político de buen calado y con amplia experiencia legislativa, y que fue artífice en la consolidación de las reformas constitucionales planteadas por AMLO en 2019. Además, a diferencia de Noroña, es miembro fundador de Morena.

Desde su curul en el Senado, Noroña sí que podrá dejar su impronta radical en los debates legislativos, y quizás, en la legislación. Se enfrentará a sus detractores jurados como Lilly Téllez, que no dejará pasar ocasión para llamarle changoleón y para evidenciarlo como admirador de Nicolás Maduro y Vladimir Putin.

Allí estará Noroña. Será duro verle discutir con esa vehemencia característica en la Cámara Alta de nuestro país. Sin embargo, quedarán olvidadas sus pretensiones políticas hacia 2030.