El juicio que se le busca hacer al expresidente Donald Trump en una corte de Nueva York ha logrado lo increíble en un personaje tan repulsivo cómo lo es el también conductor de reality shows: atraerle simpatías entre un amplio sector de los votantes de Estados Unidos.
Al mismo tiempo que Biden, con serías dudas sobre sus capacidades cognitivas para gobernar desde el inicio de la campaña presidencial, sigue cayendo en las encuestas, un grupo cada vez mayor de senadores republicanos -incluyendo al pusilánime belicista Lindsay Graham, quién sueña con iniciar otra guerra para beneficiar al complejo militar industrial de su país, ahora en México- se ha pronunciado a favor de Trump cómo candidato presidencial en 2024.
Al mismo tiempo, los procedimientos legales contra Trump han movilizado a la base social de Trump, quienes han incrementado sus donativos para el político del peluquín y el bronceado naranja.
La realidad es que -pese a lo que digan los medios liberales de Estados Unidos y sus perros falderos de derecha en México- Trump tiene una muy buena posibilidad de volver a resultar electo el próximo año. Y agárrense, porque López Obrador ya no será presidente y tendrá que volver a construirse desde cero una relación con un tipo que también ha expresado, presuntamente, un interés para desplegar una invasión militar en nuestro país con el falso propósito de “combatir el tráfico de fentanilo”.
Biden fracasó, tiene a su país al borde del colapso económico y una sociedad enferma de adicciones y Covid, el cual simplemente decidió ignorar. Su fracaso ha sido tal que logró lo que parecía imposible: hacer un mártir de Trump.