Los chicos pobres del barrio vieron llegar grandes tiendas, edificios y servicios montados sobre las antiguas vecindades que se convirtieron en torres inalcanzables, desaparecieron su terregoso campo de futbol, las pequeñas misceláneas y el agua.
Dado que caminaban largas distancias para ir a la escuela terminaron por desertar la mayoría en la secundaria y otros en la prepa para apoyar a la economía familiar.
Aquellos que lograron entrar a las universidades tardaron el doble en salir y acaso pudieron obtener un título que en la práctica quedó arrumbado en algún lugar de la habitación pues no había donde ejercerlo, al fin que en los trabajos informales no lo requerían.
Los chicos pobres del barrio crecieron sobreviviendo al mismo tiempo que veían pasar la vida de excesos y abusos de los chicos ricos mientras estacionaban sus autos importados, limpiaban parabrisas, mesereaaban o agarraban chambas de ocasión.
La violencia social y el acoso policial les hizo duros y pronto aprendieron a formar parte de contingentes para movilizarse en apoyo de todo tipo de líderes y organizaciones, a la vez que apretaban una imagen de la virgen de Guadalupe contra su pecho.
Cuando la acción criminal los enganchó desesperados y probaron el poder del dinero en efectivo, confirmaron la sospecha de los arreglos entre la formalidad política y la ilegalidad disfrazada, perdieron el temor y decidieron retomar el gobierno del barrio que ahora entendían que también era suyo.
Los chicos ricos del barrio no podían creer que los pobres de siempre ahora se encontraran sentados con ellos en sus espacios de trabajo o de goce y disfrute, y menos aún que fueran gobernados por un líder de la plebe, además nacido en un sub-barrio de indígenas.
Ante sus francachelas sin fin terminaron por perder el apoyo electoral y las riendas del barrio que pasaron a manos de los chicos a los que siempre detestaron y excluían.
Los chicos pobres, sin experiencia de gobierno, ahora hicieron pagar y trasladar recursos de los chicos ricos y no tan ricos a los otros pobres y no tan pobres del barrio, a lo que algunos accedieron de buena fe, conciencia o conveniencia y otros de plano se resistieron.
Estos últimos se convirtieron en oposición a la que sumaron a buena parte de sus antiguos aliados, medios, partidos e instituciones que pudieron.
Cuando llegó el tiempo de someter a votación la continuidad del gobierno de los pobres el barrio se crispó pues los chicos ricos reunieron todos los elementos que pudieron para evitarlo.
Así, candidatearon a una chica parecida a los chicos pobres a la que le impusieron sus voluntades para controlarla al máximo posible.
A su vez, los chicos pobres ya habían decidido apoyar a una de sus líderes, la administradora de la principal cuadra del barrio, no tan pobre, pero sí muy preparada, que conocía otros barrios y tenía experiencia de gobierno y administración, pero sobre todo muy firme en convicciones.
Fue con ella que sumaron toda su fuerza mientras que su jefe máximo aceleró sus acciones y beneficios a mas pobres y no tan pobres para propiciar la continuidad de su proyecto.
Un grupo de jóvenes respaldado por otros veteranos del barrio aceptó entrar por su parte al juego para dividir la votación y ganar espacio. Cometieron tantos errores que pusieron en riesgo hasta a su propio grupo.
Los líderes del enorme y rico barrio del norte permanecieron neutrales, pues ellos también enfrentaban sus propios comicios, aunque no dejaron de amagar con intervenir en el patio sureño si sus problemas se agrabavan.
Un observador externo escribió un probable desenlace de esa historia varios meses antes del dia de las elecciones.
En ese tiempo advertía que en el barrio sucederían cosas no vistas antes, que la violencia se agudizará y que los chicos pobres terminarían ganando por poca diferencia la contienda, sobre todo porque una parte de los chicos ricos y otros de mediana capacidad harían buenos tratos y apostarían a seguir mejorando el barrio junto con ellos pues les ayudarían a mejor gobernar.
El barrio cambió lo mínimo suficiente, pero sí pudo ampliar a mas vecinos la posibilidad de gozar de sus beneficios, en tanto que la mayoría de los chicos ricos terminaron por hacer conciencia y aceptar en sus juegos a los antiguos pobres.
Escribo estas notas cinco años después de aquel evento electoral y del primer gobierno de las mujeres en la historia del barrio.
Mejoraron algunas condiciones, más personas tuvieron trabajo e ingresos mínimos, escuelas gratis, empresas cooperativas y sentido de riqueza social y destino compartido, más orden y entusiasmo pues bajó la violencia.
Con nuevos jóvenes liderando el barrio, no dejaron de cometer aciertos y errores.
Ahora el barrio se prepara para una nueva elección en la que no se sabe quien ganará, pero quien lo haga ya no podrá dejar afuera de sus propios beneficios a nadie.