El Fondo del Meollo
Patético, de muy bajo nivel y mucha menos clase, ver a cualquier directivo de futbol ir a buscar a los árbitros para reclamar lo que no ha podido ganar su equipo en la cancha a partir de una buena planeación, de una estrategia de su inteligencia deportiva transformada en futbol de buen funcionamiento y contundencia.
Y justo eso fue lo que ocurrió con el director deportivo de Chivas, Ricardo Peláez, al final del Clásico que ganó el América. Polémica la jugada del balón que Guillermo Ochoa saca tras el remate de los rojiblancos, que es de dónde se quieren agarrar estos personajes que son incapaces de admitir sus carencias y errores, para justificar una derrota.
Los reclamos por esa jugada, seguramente eran el eje y razón por la que Peláez bajó al vestuario de los árbitros a reclamar, como si con ello fuera a aliviar la pésima semana que tuvo su equipo, al mostrar que por más racha positiva que tenga, no está para pelear por el título.
Peláez se convirtió en un barrista, en un vándalo, de esos que buscan amedrentar, que piensan que encarando a la otra parte va a dar miedo o va a resolver las cosas que no han podido levantar como deben.
Y ¿Qué demonios pensaba ganar yendo a encarar a los árbitros? El marcador no iba a cambiar, no se iba a repetir el partido. Cómo siempre, simple y sencillamente se fue a lucir, a qué alguien lo viera y lo grabara, como si hacer todo esté numerito sirviera para que pensemos que trabaja por el bien del equipo. El hombre sigue siendo un protagonista sin pensar en el club.
Y se presentó ahí, en el vestuario de los silbantes, en donde también se encontraba Benito Armando Archundia, presidente de la Comisión de Árbitros. Seguramente lo sabía Peláez y apostó a hacer drama, a dar espectáculo, pero no ganó nada más que quedar expuesto como si fuera un porrista violento.
La Liga seguramente no hará ningún pronunciamiento y habrá que esperar si la Comisión Disciplinaria castigará.
Y la Liga no hará nada, porque siempre están más preocupados por cosas sin importancia que por lo que realmente tiene importancia, y las que en verdad lo tienen, cómo este tipo de comportamiento porril, las esconden debajo de la alfombra. Allá ellos, que sigan con sus directivos actuando como barristas y haciendo el ridículo.