Mientras que Elon Musk sigue empeñado en destruir su juguete nuevo, con un costo de más de 44 mil millones de dólares, quienes seguimos interesados en la transparencia de las grandes corporaciones nos damos un festín con las revelaciones de las “Twitter Files” (Los Expedientes Twitter).
Durante la crisis de gobernabilidad posterior a los disturbios del 6 de enero de 2021 en Washington, empleados de Twitter, empresa que simpatiza enormemente a favor del partido Demócrata, presionaron para que se censurara al presidente Donald Trump quitándole su cuenta de Twitter.
Sin embargo, los propios empleados encargados de “políticas” de la red social admitieron en los chats internos de la plataforma Slack que Trump no había violado reglas ni incitado directamente a la violencia.
Para la policía del pensamiento liberaloide y autoritaria de Silicon Valley, decir “Patriotas estadounidenses” es el equivalente a usar un término de incitación al terrorismo, aunque esa frase es sumamente general.
Peor aún, otros políticos y presidentes de otros países, cómo India, Irán, Malasia e incluso el propio “Narco” Rubio, senador de Florida de tendencia ultraderechista, han incitado a sus seguidores a cometer actos de violencia, prácticamente sin consecuencias más allá de algún tuit borrado, a lo mucho.
Hay que reconocer que un puñado de empleados de Twitter, muchos de ellos de otros países, señalaron lo peligroso que era el caer en estos actos de censura.
Pero no hubo poder que valiera. Un grupo de ineptos censores encabezados por el tal Yoel Roth y la gris pero vengativa Vijaya Gadde dieron el visto bueno para este peligroso precedente de censura a un personaje repulsivo, pero que no rompió las propias reglas de la empresa, el ex presidente Donald Trump.