La nueva Escuela Mexicana, conforme se desarrolla, es posible que esté dando un giro importante en la educación en México, todo, a pesar de las críticas ácidas de la derecha abusiva. No obstante, como lo he planteado en aportaciones anteriores, aún quedan muchos pendientes en materia educativa que a la brevedad deben de resolverse.
Desde esta perspectiva, abordaré uno de los grandes vacíos que poco se ven pero que no son menos importantes por el peso que tienen dentro del sistema educativo. Me estoy refiriendo a las supervisiones escolares y jefaturas de sector.
La mayoría de las supervisiones escolares y jefaturas de sector están en el más absoluto abandono desde la época neoliberal. Sin embargo, la gravedad subsiste en la actualidad pues tampoco se observa que se les ponga algún tipo de atención. La estructura educativa, donde se hallan las supervisiones escolares y jefaturas de sector, necesaria para darle seguimiento y evaluar las actividades escolares, así como dar un espacio de diálogo a padres de familia, está en el absoluto abandono. Lo anterior, sin olvidar la excesiva carga administrativa que prácticamente tiene paralizado al sistema educativo.
La inmensa mayoría de las supervisiones escolares y jefaturas de sector funcionan en espacios improvisados e impropios para desempeñar con eficiencia su trabajo. Algunas oficinas tienen sitios prestados en una escuela, otras pagan renta en edificaciones privadas y algunas más, incluso, ante la necesidad, funcionan en el domicilio particular del directivo. En los sitios donde se paga renta, el dinero sale del bolsillo de los directivos y, en otros lados, es el colectivo asociado a esa oficina quien hace la vaquita para pagar la renta y demás servicios. La SEP, sistemáticamente, se ha desentendido de estas oficinas que debería de ser su obligación atender. Algunos funcionarios, en el abuso de su soberbia, osan tirar la bolita a los ayuntamientos. Lo hacen cuando envían a los directivos a que concurran a las oficinas municipales para pedir apoyo y, obviamente, los ayuntamientos, al considerar que no es su obligación, niegan el apoyo.
Asimismo, con el sueldo del directivo, se paga el recibo del consumo de energía eléctrica, la red de internet y el abundante material de oficina que se adquiere sistemáticamente. Vamos, hasta algo tan elemental como lo es un sello de goma o lápices y lapiceros, hasta eso tiene que correr por cuenta del directivo.
Ya ni se diga la compra de equipos y bienes muebles como los son computadoras, impresoras y sus tintas, archiveros, mesas, sillas, escritorios, pago de reparación de equipos, etc. Para resolver todas estas necesidades, es el directivo quien tiene que desembolsar dinero si no quiere ser sancionado por no hacer su trabajo de manera eficiente.
Ante lo anterior, sería prudente preguntarse, ¿hasta qué punto la SEP considera que son valiosos los funcionarios menores que integran su estructura directiva? Digo, para tratarlos así, pues pareciera que ni los ve ni lo oye.
Es que no hay de otra. Es la SEP quien debería de resolver las necesidades de esta estructura y no orillar a los directivos a que sean ellos mismos quienes absorban los gastos descritos. Es evidente que los supervisores y jefes de sector no merecen el desdén con el que son tratados hasta la fecha.
Desde mi perspectiva, considero que la SEP debería de darle un espacio decoroso a sus directivos así como a su personal administrativo y evitar con ello que, todos ellos, estén sufragando el pago de sus herramientas que necesitan para desempeñar su trabajo. A mi juicio, son los directivos un pilar crucial del buen o mal trabajo en las escuelas.
Por eso, mientras la NEM y sus autoridades, no regresen a ver a sus directivos y mientras no atiendan sus necesidades, el proceso educativo estará cojo.
Mtro Juan Durán Martínez. Docente de escuela pública. Puebla, Puebla.
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