Hasta cierto punto, es normal que los poderosos no escuchen, sean necios, vivan otra realidad, y que no tengan la capacidad de ponerse en el lugar de los demás. Mil veces hemos escuchado: El poder nubla la mente. Un historiador, llamado Henry Adams, describió el poder como “una especie de tumor que termina matando las simpatías de la víctima”. Después de 2 décadas de estudiar sujetos bajo la influencia del poder, el psicólogo y profesor Dacher Keltner determinó que actuaron como si hubieran sufrido una lesión cerebral traumática, volviéndose más impulsivos, menos conscientes del riesgo y les resulta más complicado observar el mundo o los problemas desde el punto de vista de otras personas; se les complica ponerse en el lugar de los otros.

En conclusión, el poder enferma la percepción de aquellos que lo ejercen. Para Keltner, la paradoja del poder es el deterioro de las habilidades que permitieron a la persona alcanzarlo, como: la empatía.

Por ejemplo, muchos de los líderes políticos inician sus carreras con el auténtico sentimiento de ayudar a los desamparados, pero en el camino o cuando adquieren los puestos de poder, terminan desviando recursos o simplemente utilizando a esos desamparados como pretexto para enriquecerse. Es como si perdieran la cabeza o se volvieran locos, ya que, si los cuestionamos sobre hechos evidentes de corrupción, suelen justificarse y continuar con el discurso de estar ayudando a los desamparados.

Creen sus mentiras. Además, suelen rodearse de aduladores y gente que por el mismo poder también “pierden el piso” y pareciera que comparten una realidad alterna a la que los súbditos experimentamos. Por eso son dos mundos; el mundo de los que ejercen el poder y el de los otros. Esto lo podemos observar en diversas situaciones y frases como la muy utilizada en política: para los amigos, justicia y gracia; para los enemigos, la ley a secas.

No podemos vivir en sociedad sin el poder, estamos inmersos en dinámicas de poder; en nuestra casa, en el trabajo, con los amigos, en la escuela. En los diversos grupos a los que pertenecemos cumplimos un papel y determinadas funciones. Las personas pueden ser poderosas sin tratar de controlar o dominar a otros; pero si hacen lo contrario, es una señal de que el poder que ejercen comienza a desvanecerse. Ustedes, ¿son conscientes del poder que ejercen?

Referencias

Datcher Keltner - The Power Paradox