El dolor y la pena que nos embargó a todos los mexicanos, cuando el 26 de septiembre del 2014, nos enterábamos que 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, habían desaparecido, se vuelve a revivir hoy.
43 era una cifra muy alta para que jóvenes estudiantes estuvieran desaparecidos. El dolor y la angustia de los padres y por saber de ellos se volvió nuestra propia angustia y nuestra propia búsqueda.
Sin embargo, a la vez, a ningún mexicano le cabía la menor duda: estaban muertos. En esos niveles era la desconfianza que sentíamos hacia autoridades y policías.
Asimismo, ningún mexicano dejaba de tener esperanza: “O qué tal estén vivos”, pensábamos.
El “ya me cansé” del entonces titular de la Procuraduría General de la República, Jesús Murillo Káram, nos retumbó a todos y nos caló en nuestros oídos; nos taladró el corazón.
Lo dijo hace 7 años, durante una conferencia de prensa en donde los periodistas lo bombardeaban con preguntas para conocer algún atisbo de verdad en el caso, alguna noticia de que sí había vida y sí había esperanza… “No más preguntas, ya me cansé”, dijo.
Contenía toda una respuesta profunda su queja: Es verdad, se había cansado de mentir y de no saber qué decir, de encubrir, de desinformar, se había cansado imagino, si en algo era una persona humana de ver la crueldad y la sangre correr entre altos mandos políticos.
Nada pasó con el otrora funcionario. Ante el reclamo por sí dicho dijo que llevaba días sin dormir y que no se arrepentía de los dicho.
Y por si fuera poco, salió a quererle dar carpetazo al horror diciendo que los jóvenes habían sido secuestrados por el Cártel de Guerreros Unidos y luego incinerados en un terreno baldío, un especié de basurero, y que con eso daba por concluida la investigación diciendo que esa era la única verdad histórica. Y de ahí, fan feliz y tan cansado como siempre, renunció , sin que ninguna autoridad lo detuviera
Después de años de convocar el presidente a los padres de estos jóvenes para su búsqueda y rescate, en su campaña y ya siendo líder de la nación, dado que él y su gabinete asumían y aseguraban que estaban vivos, aunque la realidad es que todos intuíamos que esto no era así y también particularmente estoy convencida que el presidente también lo sabía, sin embargo, trajeron durante años como circo ambulante a los familiares de estos jóvenes de aquí para allá prometiéndoles darles a conocer a la verdad.
De pronto, el día de ayer, sin avisar, Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos salió a declarar, frente a los padres de estos jóvenes, que no había indicio alguno de que estuvieran vivos y además asegurando lo que también todos sabíamos: que hubo colusión entre las autoridades para desaparecer a estos jóvenes, tirando por tierra la verdad histórica.
¿Porqué hasta hoy y hasta ahora se da a conocer esto?
Se nombró a Enrique Peña Nieto, delicadamente, como si se le temiera mencionarlo. Por supuesto que al afirmar que hubo colusión entre autoridades federales y locales, se le menciona. Y se le inculpa, pero suavecito, como para que no le duela.
Hasta hoy se dice esto cuando ya se sabía todo.
¿Es una forma fácil ya de deshacerse de los familiares que quizá pedían a cambio de justicia más privilegios?
¿Es un distractor como para salir a decir algo, por fin, de algo, porque no hay resultados que decir de nada?
¿Se trata de una manera humana de dejar descansar en paz a estos estudiantes que no merecían haber muerto de la manera en que murieron?
La herida se reabre de nuevo y duele de nuevo. Como si 43 jóvenes estudiantes acabaran de fallecer. Por fin hoy se les dejará descansar en paz.
La justicia, esa quizá no llegue de la manera en que todos querríamos y en la que ellos y sus familias merecerían.
Pero de la divina, de esa nadie se escapará.
Es cuanto.