Rotondas
La décima etapa del Tour de Francia 2020 será recordada menos por el triunfo del belga Sam Bennett que por el récord de rotondas y caídas que se presentaron a lo largo del recorrido.
En El País, Carlos Arribas reflexionó sobre tan lamentable situación con estas palabras: “La civilización es la rotonda, la rotonda es la enemiga del ciclismo y Francia, tan civilizada, es el paraíso de las rotondas”. El periodista contó 78 rotondas, una cada dos kilómetros. Demasiado aun para los ciclistas profesionales, pero un costo menor a pagar para que la gente se traslade con mayor eficiencia en sus automóviles.
Sí, en la actual etapa del desarrollo de nuestras sociedades la civilización es la rotonda, pero no solo la rotonda. También son muy civilizados el feminismo, el activismo medioambiental, el respeto a las minorías, la libertad de expresión, el derecho a ejercer la sexualidad como a cada quien le venga en gana, etcétera.
Angela
La civilizada Europa daba lecciones al mundo porque parecía gobernada por una mujer. No era así, pero Angela Merkel destacaba tanto sobre la mayoría de gobernantes hombres del Viejo Continente, que nos acostumbramos a verla como la gran líder en esa región.
Merkel ha dejado el poder en Alemania y se le aplaude —y se le va a extrañar— por su liderazgo. Leí en El País que escribirá sus memorias y seguirá asistiendo a los festivales de Salzburgo y de Bayreuth. Las óperas de Wagner son también parte fundamental de la civilización.
Sin mujeres
Pero una Europa con menos presencia femenina en la toma de decisiones políticas no es sinónimo de civilización. Sin Merkel, las mujeres solo gobiernan en naciones avanzadas, pero sin liderazgo real, como Dinamarca, Estonia, Finlandia, Lituania, Suecia y, creo, Noruega fuera de la Unión Europea. Los hombres acaparan los cargos políticos más importantes en la mayoría de los países, incluyendo los más grandes e influyentes, a saber: Francia, Alemania, Italia, España y —ya al margen de la UE— Reino Unido.
Quizá por eso lo que era inevitable en la civilizada Francia dejó de serlo. Era ciento por ciento seguro el triunfo de Emmanuel Macron en las próximas elecciones presidenciales. De pronto, las cosas se le complicaron a este político. Valérie Pécresse, una mujer de derecha, ya lo supera en las encuestas. Su oferta electoral para impedir la reelección de Macron se sintetiza en una expresión suya citada en el Financial Times: que ella está hecha de “dos tercios de Angela Merkel y un tercio de Margaret Thatcher”.
A Thatcher ya casi no la recordamos; sigue más o menos vigente por algunas películas y series de Netflix, pero nada más. La que ya hace falta es Merkel. La política sin mujeres es mala política, así que, sin la alemana, toda Europa pierde brillo civilizador. Francia lo sabe y apuesta por Valérie, con la esperanza de que, en efecto, sea como Angela. No hay garantías de que así ocurra, pero hay posibilidades de que Francia regale a Europa a una gobernante capaz de pararse con firmeza al lado de los hombres que dirigen Alemania, Austria, Bélgica, España, Italia… y también Rusia, Reino Unido, Estados Unidos, China. Angela Merkel pudo torearlos y dirigirlos; si se aplica Valérie Pécresse también podrá.
¿Y México?
Al que vamos a extrañar cuando se vaya es a Andrés Manuel López Obrador. Nadie tiene su liderazgo, lo sabe, así que con frecuencia debe quebrarse la cabeza pensando quién, entre las personas que podrían llegar a la presidencia en 2024, tiene, en primer lugar, la capacidad para consolidar las transformaciones emprendidas por AMLO, pero también —y sobre todo— la convicción de que tales transformaciones son necesarias y deben mantenerse en el mediano y largo plazos.
Hoy, en El Universal, Juan Pablo Becerra-Acosta presenta el “Retrato previo de una mujer en la Presidencia de México…”. Con puntos suspensivos, sí, esto es, de arranque con la clara advertencia a sus lectores acerca de que la retratada en su artículo quizá no es del agrado del articulista.
¿A quién retrata Becerra-Acosta? Lógicamente, a la jefa de gobierno de la CDMX. Por cierto, no es el columnista el autor del retrato de la mujer presidenta, sino varias mujeres de distintas clases sociales a quienes consultó. Tales mujeres le dijeron al periodista que la presidenta “solo puede ser Claudia Sheinbaum, que hoy en día tiene un respaldo de seis de cada diez en Ciudad de México, y apenas una desaprobación de dos de cada diez”.
El columnista coincide con las mujeres que consultó, pero… él —no las mujeres que elaboraron el retrato de la presidenta— rechaza a la jefa de gobierno de la CDMX porque tiene “un pequeño problema”. Ya se sabe, pequeño problema significa obstáculo enorme.
¿Por qué Sheinbaum no debe ser, en opinión de Juan Pablo Becerra-Acosta? Porque ella se identifica demasiado con el presidente López Obrador. Tal identificación existe, evidentemente, pero no por estrategia, sino por ideología: Claudia y Andrés Manuel han caminado tanto tiempo juntos porque creen en los mismos valores políticos y económicos. Podemos estar de acuerdo, o no, con sus proyectos, pero son los que ella y él defienden.
Los goles de López Obrador
En Milenio, Román Revueltas —decidido partidario de la economía de mercado, esto es, un perfecto neoliberal, como yo, por cierto— dice que AMLO está derrotando a la oposición por goleada.
Ello significa varias cosas: (i) que Andrés Manuel vencerá contundentemente en la consulta de revocación de mandato de 2022; (ii) que el partido del presidente seguirá ganando gubernaturas —se quedará en 2023 con la entidad más grande, el Estado de México— y (iii) que en las presidenciales de 2024 Morena barrerá a los institutos políticos opositores.
Solo una persona podría más o menos competir con Morena: Luis Donaldo Colosio Riojas, con la condición de que sea candidato de unidad del PAN, el PRI y MC, pero ya el dirigente priista Alito Moreno complicó las cosas al ofender al joven alcalde de Monterrey, y el dirigente de MC, Dante Delgado, insiste en la irracionalidad de de ir solo a las presidenciales.
Mientras la oposición se organiza para fortalecerse o termina de destruirse por la falta de habilidad de llegar a acuerdos de unidad, Morena y AMLO siguen ampliando su ventaja; así que, lo sabe el presidente de México, su partido no necesita de alguien en particular para ganar las elecciones de 2024. Morena vencerá simple y sencillamente porque es el partido de López Obrador.
Ganar, ya está. ¿Y después?
Ese objetivo, ganar, prácticamente lo tiene asegurado AMLO. La gran pregunta que debe hacerse el presidente es a quién confiar el proyecto.
Al parecer Morena va a elegir entre un hombre y una mujer, Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum. ¿Representan lo mismo? Evidentemente, no. Él y ella han estado con AMLO por lo menos desde el año 2000. Cuando llegó al equipo del tabasqueño, Ebrard ya tenía una larga carrera en el priismo. Claudia, con una trayectoria como científica y con antecedentes en movimientos de izquierda, empezó a hacer política partidista con Andrés Manuel en la jefatura de gobierno del Distrito Federal.
Supongo que llegada la hora, en Morena se permitirá que López Obrador opine e inclusive que diseñe las preguntas de la encuesta que se levantará para seleccionar al candidato o a la candidata.
¿La candidatura de Morena solo la disputan Ebrard y Sheinbaum?
Así se ven las cosas, pero… En un artículo del Financial Times sobre la francesa Valérie Pécresse leí un proverbio que no conocía: “Si dos perros están luchando por un hueso, es el tercer perro el que aparece y gana el hueso”.
¿Es ofensivo comparar a aspirantes presidenciales con perros? Probablemente, sí. Me disculpo si alguien se ofende. Cité eso solo para decir que si se pelean y llegan a los golpes bajos Sheinbaum y Ebrard, la candidatura se la podría quedar el conciliador Adán Augusto López… o la carismática Tatiana Clouthier si acaso en Morena se piensa que la mejor civilización exige mujeres en el poder.
Así que lo mejor que pueden hacer Claudia y Marcelo es llevar la fiesta en paz, honrar el fair play. Pueden y deben.