“Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.

Albert Einstein

Desde un punto de vista circunstancial, todos los daños que ocasionan los huracanes y la muy desafortunada y reciente DANA en España, deberían ser cubiertos por los gobiernos locales, ya que son fenómenos naturales, y como estamos viendo, cada vez se presentan con más frecuencia y mayor potencial.

De hecho, si esto fuera posible desde un punto de vista humano y de derechos universales, las compañías de seguros no deberían tener la opción de cobrar por dichos daños causados por fenómenos naturales, igual que por los temblores, lo deberían hacer los gobiernos, repito.

Pero, los huracanes y la DANA, ¿realmente son fenómenos naturales?

Yo publiqué la teoría de que los temblores, incluyendo el de México del 28 de julio de 1957 y el del 19 de septiembre de 1985, y los tsunamis subsecuentes a ellos como el de Phuket del 26 de diciembre del 2004 con el que mi prima también periodista Silvia Cherem ganó un premio al redactarlo, pueden ser más bien fenómenos humanos y no fenómenos naturales, provocados por pruebas nucleares como la del proyecto Manhattan, o por el lanzamiento de los misiles nucleares a los océanos, sobre todo al Pacifico (ver artículo al respecto en SDP Noticias con fecha: 24 de mayo del 2021).

Ahora planteo la teoría de que los huracanes, existentes desde siempre, pero que ahora se presentan con mucho mayor frecuencia e intensidad, y no necesariamente por el mal llamado calentamiento global, pueden ser también fenómenos humanos, incluyendo también a la DANA o gota fría, que precisamente significa Depresión Aislada en Niveles Altos, principalmente por el lanzamiento de cohetes al espacio, como el que acaban de lanzar los de SpaceX desde el sur de Texas, donde estuvo presente el ya electo presidente estadounidense Donald Trump, ya que pueden alterar las capas de la atmósfera terrestre y como consecuencia hacer que los huracanes sean más frecuentes y poderosos.

Si esta teoría es real, lo que debería estar haciendo la humanidad es evitar tantos lanzamientos de cohetes al espacio, independientemente de sus propósitos, incluyendo la necesidad de comunicación satelital, que sean más controlados dichos lanzamientos, y que de alguna manera se pueda proteger a la atmósfera terrestre cuando se realicen.