Es común escuchar que el poder cambia a las personas y hay casos en los que es una verdadera realidad. Después de años de lucha, de frustración, de ver gobiernos que uno tras otros se dedicaron a saquear al país, nacen “los iluminados”, los que finalmente vieron luz con la llegada de Morena y de la llamada Cuarta Transformación.
¿Quiénes son los iluminados?
Son seres que hoy apoyan lo que antes no apoyaban, son ecologistas que hoy apoyan la destrucción de la ecología, son feministas que apoyan políticas misóginas, con una doble moral, con una utilización de la mujer y que permiten que sean usadas para fines políticos; fueron defensores de los derechos humanos y hoy avalan masacres, golpizas a migrantes, juicios por venganza o asesinatos de periodistas; son quienes antes pugnaban por la democracia, por un órgano electoral autónomo, y hoy pretenden destruir al INE para regresarlo al gobierno que organice y califique las elecciones; son quienes lucharon en contra de la corrupción y hoy la justifican; son muchos que lucharon por la transparencia y que hoy son los más opacos.
La transformación
Para abusar del poder, primero hay que tener poder, antes lo criticaban y hoy lo ejercen.
Los iluminados que antes eran activistas en pro de la salud, que se manifestaban por el acceso a medicamentos y a una atención médica digna para todos, hoy simple y sencillamente, están pasmados y complacientes, porque cambiaron su lucha por un silencio cómplice. Los iluminados ya no son capaces de ver corrupción, donde claramente la hay, ni son capaces de aceptar que existen conflictos de interés que afectan, de la forma más grave, al pueblo de México.
Son seres que por fin llegaron al poder y, equivocadamente, lo ejercen como herramienta para hacer cosas, solamente porque creen que nadie se los impide. Toda esa gente que se cultivó entre el odio y el resentimiento vieron la luz y simplemente ya no puede hacer más que alabar al líder, se someten cada día a su voluntad y atacan a quien se atreva a cuestionarlo.
Superioridad moral
Toda esa “iluminación” los hace sentirse moralmente superiores, se creen hechos para transformar al mundo y que son dignos de que los valoren; sienten que merecen todo porque luchan por la “justicia y la libertad”, todos ellos tienen a un enemigo imaginario que siempre está en su contra y que hace lo imposible por obstaculizar su causa.
Ya no buscan ni exigen resultados, se dedican incansablemente a adular al líder y a complacerlo en todo, perdieron su capacidad de análisis y de crítica, ya no pueden ver objetivamente un solo dato, porque, si la realidad contradice al líder, no lo creen, lo descalifican, aunque provenga del mismo gobierno que encabezan, aunque demuestre el fracaso del líder que hoy alaban.
La cuota si es tuya
El poder no es para cualquiera, quizá esa sea la razón por la que esos iluminados no se dan cuenta de que son los culpables de lo que está pasando en nuestro país, de que su ceguera los hace cómplices de actos autoritarios que desde otra trinchera denunciarían y, lo peor, no quieren percatarse de que el deterioro y el fracaso perjudica principalmente a los que menos tienen.
Los iluminados se asemejan a la base de la tradición de los “Iluminatis”, surgida en la época del oscurantismo en la edad media. Una secta en la que la obediencia lo era todo, como en el movimiento religioso español del siglo XVI en forma de secta y que creían en el contacto directo con Dios a través del Espíritu Santo mediante visiones y experiencias místicas. Una secta herética y secreta del siglo XVIII que pretendía establecer como ideal un sistema moral contrario al orden existente en religión, propiedad y familia. En otras palabras, el oscurantismo y el conflicto eterno entre el cristianismo y catolicismo por el control y dominio mítico de la realidad.
Por eso los iluminados, que creen ver luz en su líder y le brindan obediencia ciega, no ven en realidad el incendio.