“Las piezas todavía no han encajado del todo, pero siento que se forma un plan, que no ha aceptado su muerte. Ya está luchando por seguir vivo, lo que significa, además, que el chico que me dio el pan está buscando la forma de matarme.”

SUZANNE COLLINS

Vale la pena leer en su original la saga ‘Los juegos del hambre’ o en su defecto ver las películas. Los participantes, sus equipos, sus familias y sus distritos se juegan la vida en dichos juegos. La sinopsis: “En una distópica visión del futuro próximo, doce chicos y doce chicas son obligados a participar en un ‘reality show’ llamado ‘los Juegos del Hambre’. Sólo hay una regla: matar o morir”.

En esta versión 4t, no importando lo que suceda —incluida la mismísima rebelión encabezada por uno de los protagonistas—, AMLO alias Snow, líder máximo, disfruta sobremanera el ver cómo se destrozan los contendientes en los juegos organizados desde Palacio.

Participar no es para los débiles de corazón; se trata de una condena a muerte… en este caso política, claro está.

En el reality morenista, tarde que temprano todos los participantes terminarán descubriendo cuál era su rol en este sacrificio colectivo (por ejemplo, hay uno que ya ha ido aún más lejos armando su propio ‘Monreality’; mientras tanto, otra, Polenvsky pidió —y se le negó— entrar al quite). En resumidas cuentas: aquí, cada uno de los seis contendientes oficiales apuestan a que el público encuestado lo elija como único superviviente y le conceda la candidatura a la Presidencia por Morena.

Ebrard, otro de los jugadores, desde un principio es evidente que no encaja del todo en este esquema. Digamos simplemente que tiene características distintas a los otros jugadores (o bien, si estos también las poseen, no las han querido enseñar, no vaya a ser que López Obrador se moleste). Al menos eso es lo que se desprendió al escuchar hablar al ex canciller en esta campaña disfrazada de proceso interno de partido para definir a un ‘coordinador de la Transformación’.

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Ebrard sonó ayer a neoliberal fifí. No se entiende cómo Morena alias el Capitolio procesa esta falta de sintonía en el tipo de campañas, pero sobre todo de propuestas de parte de las distintas corcholatas. Ya desde el primer evento de campaña (y es que se fue a inscribir antes que cualquier de los otros jugadores), Marcelo se desmarcó de la 4t. Antes había acudido con Ciro Gómez Leyva (el único que tomó a la letra la conseja del dueño del gran dedo elector: “vayan con los medios conservadores bajo su propio riesgo”…). Luego hasta se aventuró a pedir dinero de los fondos de Regeneración Nacional para la campaña (Mario Delgado, su ex delfín, obvio le dijo que no).

La presión en los juegos del hambre se elevará y mucho. Por eso sorprende un poco que Sheinbaum, la contendiente favorita, pronuncié molesta y desencajada un “ya me cansé” (Murillo Karam, dixit) a un evidentemente contrariado, pero conciliador, Alfonso Durazo. Y eso que fue apenas durante la sesión de presentación en el Consejo Nacional de Morena del domingo…

De acuerdo con Fernández Noroña, otro de los contendientes que se encontraba presente durante el altercado, Marcelo —saliéndose del huacal— mandó a sus huestes a recibir a la jefa de gobierno de la CDMX no muy diplomáticamente. Eso provocó que ella reaccionara exigiéndole al coordinador del espectáculo ponerle un ‘estate quieto’ al que pide que todos sonrían

Los juegos del hambre solo han comenzado, doña Claudia. Se anuncia una temporada dura entre los jugadores. Aunque diga lo contrario, la idea del primer mandatario es que estos se despedacen intentando alcanzar la meta. El Snow macuspano disfruta teniéndoles ocupados, igualito que en la saga. Es parte del contrato recién firmado por los concursantes, ¿o no se dieron cuenta?

Nosotros los ciudadanos, como habitantes de los distintos distritos que tributan para costear este triste espectáculo, solo tenemos unas cuantas opciones: o nos lamentamos por los golpes bajos asestados a nuestro jugador favorito —o menos detestable—, o nos dedicamos a criticar todo el entramado, o denunciamos dura y hasta judicialmente este ilegal derroche, esperando que alguna institución/autoridad no cooptada por López Obrador nos escuche, o simplemente nos acomodamos en un sofá y observamos con algo de cinismo el desarrollo de estos juegos.

Una cosa sí nos debe de quedar clara: en cualquier caso, somos los prisioneros de un perturbado gobernante.