Se escriben estas líneas a menos de 24 horas para el inicio del proceso electoral en los Estados Unidos; dicho proceso de ha caracterizado por una enorme polarización entre los 2 partidos históricos que, a pesar de haber mantenido sus nombres y logotipos, a lo largo del tiempo han cambiado de modo importante su conformación orgánica, su posición ideológica y sus políticas públicas cada vez que llegan al poder.

El Partido Republicano ha incorporado grupos de votantes que hace tan sólo dos décadas se consideraban demócratas duros, muchos de ellos trabajadores de clase media, mexicanos y latinos en general, militantes de distintas iglesias cristianas y otras denominaciones, en tanto que, el Partido Demócrata, en su dinámica de clasificarlo todo bajo el rasero identitario woke, ha incorporado a buena parte de los ultra ricos y a las nuevas minorías de las agendas de género, color de piel, causas ecologistas, musulmanes pro palestinos y una nueva casta de marxistas que, por primera vez en 150 años y en forma abierta, defienden políticas estatistas como el control de precios o el subsidio público a las clases más bajas creadas por la propia economía demócrata.

En esta elección, el gran golpe para los demócratas ha sido la pérdida de muy buena parte del voto hispano, el cual ha pasado a votar por Trump en casi 25 puntos y que son determinantes en estados como Arizona y Nevada, conocidos como bisagra; tratándose en aquel país de más de 36 millones de votos y de los cuales, aproximadamente 21.5 millones son de origen mexicano. A pesar de la retórica demócrata que trata de colocar a Trump como una suerte de dictador racista, la realidad se impone frente a la propaganda en un conglomerado electoral como este que participa en forma activa en la economía y ha logrado separar el discurso contra la migración ilegal, con la cual no necesariamente se sienten identificados, de la realidad económica que demostró durante el pasado cuatrienio, en el que había crecimiento, estabilidad de precios y, sobre todo, paz. Muchas de las familias hispanas tienen, cuando menos, un miembro activo en las fuerzas armadas norteamericanas, lo que los convierte en primeros respondientes frente a las recurrentes crisis militares que los demócratas han venido propiciando. En resumen, el voto mexicano/hispano, responde en forma mayoritaria y contundente, a hechos de la política y no a andamiajes ideológicos que siempre derivan en tensión social y ataque a sus valores tradicionales. Esto último, cobra determinante relevancia pues, más del 95% de los hispanos en Estados Unidos, practica el cristianismo en algunas de sus denominaciones, siendo mayoritaria la fe católica, lo que no deja de ser impactado por la posición que públicamente adoptó el sumo pontífice al definir a Donald Trump como el mal menor, frente a una promotora de valores anti católicos (como la interrupción anticipada del embarazo, entre otros).

Es también destacable que, el ex nuncio apostólico frente a Washington, haya señalado a Kamala Harris como un “monstruo infernal” (sic), mientras profundizó que el poder real de Estados Unidos no reside en la Casa Blanca, sino en el Estado profundo que manipula al país; describiendo a la administración pública como una marioneta en manos de intereses obscuros y de los impulsores de la agenda globalista, entre los que señala a George Soros, Bill Gates y Barack Obama. El arzobispo Viganó señala que, para los creyentes, abstenerse de votar en esta elección, sería convertirse en cómplices del mal, agregando que, si un católico apoya a Kamala Harris, estaría cometiendo un acto moralmente inaceptable y, desde el punto de vista del magisterio de la iglesia, un pecado grave. Esto es destacable porque alguien que ha tenido el cargo de nuncio del Vaticano en Washington desde 2011 hasta 2016, posee información privilegiada de lo que acontece en ese centro de poder mundial.

Como nunca antes, el voto mexicano en Estados Unidos (que representa a una comunidad de 11 millones de ciudadanos americanos nacidos en México), y 26 millones de ciudadanos americanos hijos de mexicanos, se ha convertido en un factor determinante dado que, en dos de los estados clave (Arizona, que representa 11 votos al colegio electoral y Nevada, que representa 6 votos), aglutinan a un importante porcentaje de estos paisanos electores por lo que, en buena medida, la elección está hoy en manos de los mexicanos. Este hecho debe implicar un nuevo análisis por parte de medios de comunicación, académicos e instituciones mexicanas que parecen estar adheridos a la posición demócrata, alejándose así una vez más, de los mexicanos más allá de la frontera que, en buena medida, contribuyen a las remesas, sostén de buena parte de la economía del país.

Durante toda la jornada de hoy y (en el más complejo de los escenarios durante las siguientes dos semanas), estaremos viendo la composición del resultado de la elección presidencial en Estados Unidos; si como sostengo, el voto mexicano es decisivo, este hecho cobrará una carta definitoria cada vez más sólida en las elecciones por venir de la primera economía del mundo y nuestro principal socio comercial y aliado.