Héroes o villanos. Traidores o patriotas. Estos son algunos de los adjetivos más ligeros que podrían recibir los tres senadores o senadoras que, por medio de su voto a favor o de su ausencia en el momento de la votación, posibiliten la mayoría calificada de dos tercios para la reforma al Poder Judicial que establece la elección directa de jueces, ministros y magistrados.
El guion de este capítulo de la tragicomedia mexicana tiene varios momentos relevantes. Sabemos que el momento culminante de esta epopeya ranchera será cuando Andrés Manuel López Obrador, quizá como último acto de gobierno, promulgue la reforma al Poder Judicial y esta sea publicada en el Diario Oficial de la Federación. Habrá quedado claro que él hizo todo lo que estuvo en sus manos para transformar este país. Para llegar a este clímax, deben ocurrir varios hechos políticos.
El primero ocurrió el 26 de agosto, cuando la Comisión de Puntos Constitucionales aprobó el dictamen de la reforma, Ignacio Mier, coordinador de Morena, les dejó el tema planchado. El siguiente ocurrirá a partir del 1º de septiembre, cuando la nueva legislatura del Congreso de la Unión apruebe a todo vapor la reforma. En la Cámara de Diputados se prevé una sesión larga y ríspida, pero Ricardo Monreal, el nuevo hombre fuerte en San Lázaro, no tendrá ningún problema para alcanzar la mayoría calificada con los votos de Morena, el PT y el nuevo super PVEM.
En el Senado, la historia es diferente. Como todos sabemos a estas alturas, a Morena y aliados les faltan tres votos para la mayoría calificada. Este pequeño o gran detalle marcará toda la diferencia.
Si por medio de las herramientas de la política Adán Augusto López Hernández logra conseguir tres votos de la oposición, la reforma se enviará a toda velocidad a los congresos de los estados para su ratificación. Se necesita la aprobación de por lo menos 17 congresos locales para que la reforma sea promulgada, lo cual no representa ningún problema, porque Morena y aliados son mayoría en más de 20 congresos locales.
Así las cosas, la incertidumbre está en saber si al menos tres senadores de la oposición se mantendrán firmes o cederán a las presiones. Ahí está el detalle, donde se esconde el diablo, el lugar de los amarres perros, de los acuerdos inconfesables, de las traiciones y de las pasiones.
Para calentar más el horno de las especulaciones, Manuel Velasco, senador y coordinador del PVEM, declaró que su coalición ya tiene los tres votos que necesita para aprobar la reforma judicial. De inmediato, la prensa volteó los ojos a los dos senadores huérfanos del PRD, Araceli Saucedo de Michoacán y José Sabino de Tabasco, quienes salieron, literalmente, huyendo de los cuestionamientos de los reporteros. Sospechas que aumentaron por el mensaje en redes de Jesús Zambrano, presidente nacional del PRD, exigiendo a sus senadores que voten en contra de la propuesta de López Obrador.
Para ponerle más sal al tema, el periódico Reforma publicó una lista de posibles senadores susceptibles de cambiar su voto. Pronto sabremos si lo publicado por este diario fue un borregazo o si ya se conocía el curso de las negociaciones. Lo que digo es lo que el cazador sabe: la liebre salta donde menos se espera.
Si el bloque opositor se mantiene firme y la reforma no alcanza la mayoría, será el primer momento estelar de ese polo políticoen mucho tiempo. Oxigeno puro, para aguantar un nuevo sexenio de la Cuarta Transformación.
Si, por el contrario, se consiguen esos tres anhelados votos, los tres senadores serán reconocidos por el presidente y consentidos por Morena. El mérito se lo llevará Adán Augusto López Hernández, pero el triunfador será solo uno: Andrés Manuel López Obrador. Eso pienso yo. ¿Usted qué opina? La política es de bronce.
Onel Ortíz Fragoso en X: @onelortiz