El triunfo de la Selección Femenil de España en la pasada Copa del Mundo se vio empañada por el acoso sexual que el presidente de la Real Federación Española de Futbol ejerció contra la jugadora Jennifer Hermoso.
En el marco de la celebración por su histórica victoria el pasado fin de semana en Australia, Rubiales tuvo actitudes verdaderamente aberrantes, como tocarse los genitales y el besar a la jugadora española en la boca, sin su consentimiento, en acciones que fueron retratadas por las cámaras de televisión.
Ante el repudio de periodistas, funcionarios público y más importante de todo, las propias campeonas, las presiones para que Rubiales abandonara la dirección de uno de los futboles más importantes y redituables del mundo, se esperaba que el burócrata dejara su puesto.
Sin embargo, en un acto de cinismo supremo, Rubiales optó por victimizarse en el marco de una reunión de emergencia de la asamblea de su federación, con un discurso lleno de guiños a la derecha y sus tóxicas guerras culturales contra el feminismo y lo que llaman “cultura woke”.
Luego de que las jugadoras españolas señalaran que no volverían a jugar mientras Rubiales siguiera impune, el escándalo creció hasta el punto de que la propia FIFA tuvo que intervenir.
El máximo órgano del futbol mundial suspendió a Rubiales durante 90 días, además ordenando que no tenga ningún tipo de contacto con Jennifer Hermoso, para que no la victimice.
En el marco de un cambio en las sociedades del mundo, este castigo quizás sea poco. Rubiales no solo debe ser suspendido temporalmente, sino echado de cualquier cosa que tenga que ver con el futbol por el resto de su carrera profesional.