El reciente anuncio de la inclusión de Luis Videgaray Caso como asesor en las próximas negociaciones del T-MEC con la administración de Donald Trump ha sacudido el escenario político mexicano. Videgaray, una figura central en el gobierno de Enrique Peña Nieto y artífice de la renegociación original del tratado, regresa a un ámbito estratégico, aunque esta vez bajo la sombra de un gobierno que se ha posicionado como opositor al modelo neoliberal que él representó.
Videgaray no es una figura ajena al escrutinio. Su papel en decisiones como la compra de la Casa Blanca o las reformas estructurales de 2013-2014 ha sido duramente criticada, al igual que los escándalos de corrupción que empañaron la administración de Peña Nieto. Sin embargo, su experiencia en las negociaciones del T-MEC, que lograron mantener a flote la relación comercial trilateral pese a las amenazas arancelarias de Trump, no puede ser ignorada. Fue precisamente esta habilidad negociadora la que evitó que México enfrentara costos económicos mayores en un momento de vulnerabilidad global.
La decisión del gobierno de la 4T de integrarlo a un equipo crucial en este momento puede interpretarse como un acto de pragmatismo político. Aunque contradictoria con su narrativa de rechazo a figuras del viejo régimen, reconoce implícitamente que en la arena internacional no hay margen para experimentos. La experiencia técnica y las relaciones internacionales de Videgaray pueden ser un activo valioso en la mesa de negociación frente a un Trump fortalecido políticamente y conocido por su retórica proteccionista y nacionalista.
El contexto económico que enfrenta México no permite riesgos innecesarios. Las políticas de Trump podrían reavivar amenazas arancelarias y buscar mayores restricciones a los productos mexicanos, en especial en sectores sensibles como la manufactura automotriz y la agricultura. Un error en la negociación podría tener efectos devastadores sobre el empleo y la inversión extranjera, pilares fundamentales de la estabilidad macroeconómica nacional.
Sin embargo, esta jugada no está exenta de riesgos. Las críticas a Videgaray, tanto por sus decisiones en el pasado como por los casos de corrupción vinculados a su administración, podrían minar la credibilidad del equipo negociador. Por otro lado, su participación podría ser vista como una señal de apertura y disposición a usar a los mejores cuadros disponibles para proteger los intereses del país, independientemente de su filiación política.
Es necesario también señalar que la decisión envía un mensaje mixto. Por un lado, demuestra que el actual gobierno prioriza la capacidad técnica sobre las consideraciones ideológicas en temas de alta complejidad. Por otro, pone en evidencia la ausencia de cuadros de la 4T con experiencia comparable en relaciones internacionales y comercio, un área donde la curva de aprendizaje puede ser costosa.
En el contexto de las críticas, resulta fundamental recordar que la negociación del T-MEC no es una tarea menor. Implica lidiar con un socio comercial cuyo liderazgo utiliza las amenazas como herramienta de política exterior y cuyas demandas pueden ser desmedidas. Por ello, se requiere de una estrategia clara, ejecutada por un equipo capaz de anticipar movimientos y mantener la cohesión nacional frente a posibles presiones externas.
La inclusión de Videgaray no debe ser vista como un regreso al pasado, sino como un movimiento calculado para afrontar un reto urgente. Su incorporación no exime al gobierno actual de la obligación de mantener la transparencia en las negociaciones y garantizar que los intereses de las mayorías mexicanas estén por encima de los beneficios particulares. En un contexto de alta tensión política y económica, lo que México necesita no es divisiones internas, sino un frente unido que priorice el bienestar nacional.
La historia juzgará si esta decisión fue un acto de pragmatismo necesario o una concesión a las élites del pasado. Por ahora, el gobierno ha apostado por la experiencia como la mejor herramienta para navegar aguas turbulentas, y el tiempo dirá si esta jugada rinde los frutos esperados o si se convierte en un error costoso.