No hay palabras para expresar el fracaso en seguridad para que un menor de 11 años en Tabasco tuviera que rogar por su vida al resistirse a ser secuestrado. Tampoco es sencillo entender que la ola de empatía y dolor tiene que ver con haber sido testigos, a través de un video, del sufrimiento y la manera en que se aferró a la vida en el Paraíso que se volvió un infierno.
Cursaba el primer año de secundaria en la Escuela Secundaria Federal, José María Pino Suarez. Fueron 2,450 los homicidios perpetrados contra menores de edad entre enero 2021 y enero 2022 (Save the Children, 2022). Es decir, en promedio siete niñas, niños y adolescentes (NNA) son asesinados cada día en México. Asimismo, catorce niñas y niños mexicanos desaparecen diariamente (REDIM, 2022). Pero a ellos no los pudieron grabar.
Utilizar su muerte como emblema de campaña es miserable, peor aún ante la insolable realidad: ni nuevos presidentes o nuevas fórmulas mágicas podrán contener la enorme crisis en derechos fundamentales. Aquel escenario espantoso en el que maternar es sinónimo de tomar el riesgo de perderles por vivir en un país en que las infancias no crecen con seguridad ni con paz.
Desearía que esta realidad no fuera cruenta ni dolorosa, también desearía que la empatía no fuese selectiva sino consciente. Saber que diario hay tantos emilianos y que a las niñas y los niños como él, además de matarles, les violan y torturan.
Desearía que no se me rompiera el alma y pudiera seguir con el análisis diario de la política nacional. Pero inclusive, el calentamiento global y todas las tragedias pueden esperar porque Emiliano no está pero tampoco tantísimos menores presas del narco. Porque es una crisis, porque la solución no puede ser vaciar las entidades violentas mientras los soldados del crimen infestan el resto del país.
X: @ifridaita