(Pregunté a un empresario exitoso su opinión sobre el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. No es alguien que esté en la lista de los hombres y las mujeres con más patrimonio en México, pero le va bastante bien. Es estudioso y trabajador. Obtuvo en el Tecnológico de Monterrey un título en ingeniería y en Harvard cursó una maestría en negocios. Aceptó darme su opinión por escrito con la condición de no revelar su nombre. Enseguida su análisis).
Para hacer el balance del sexenio de AMLO retrocederé en el tiempo. En varios puntos fundamentales compararé lo que realmente sucedió en México con lo que, en términos generales, se pensaba en el sector empresarial acerca de López Obrador cuando este político de izquierda ganó las elecciones y, sobre todo, cuando tomó la decisión de cancelar el aeropuerto de Texcoco, algo que hizo para demostrar que en su sexenio era él quien iba a mandar —y solo él, nunca más los pocos potentados que han tenido excesiva y nociva influencia política en nuestro país—.
En 2018, cuando Andrés Manuel López Obrador fue elegido presidente de México, hubo en la comunidad empresarial expectativas negativas y preocupaciones generadas por sus mensajes y su estilo de liderazgo. Estas son algunas de las razones clave por las que casi todos los empresarios y la mayoría de los analistas de la economía estaban preocupados por la presidencia de AMLO y lo que consideraban riesgos potenciales para la economía mexicana:
1. Políticas populistas:
A los críticos les preocupaba que las políticas económicas de AMLO pudieran inclinarse hacia el populismo, con posibles consecuencias para la disciplina fiscal y la estabilidad económica. Se temía que las medidas populistas pudieran conducir a un aumento del gasto público, lo que podría generar déficits fiscales y presiones inflacionarias.
Se pensaba que el proyecto de López Obrador era un camino directo y sin escalas, primero a Venezuela y luego a Cuba. Más allá del la amistad que AMLO ha refrendado con los dictadores de tales países, lo que me parece repudiable, su chavismo o castrismo no ha pasado del discurso.
La verdad de las cosas es que si alguien ha cuidado las finanzas nacionales ha sido el presidente AMLO. A pesar de tantos secretarios de Hacienda, con quienes inclusive se ha enfrentado en pleitos sin sentido, la disciplina se ha mantenido gracias a su muy plausible mentalidad de miscelánea, que un millón de veces prefiero a la supuesta sabiduría de economistas con doctorado y hasta con posdoctorado que tantos problemas nos han provocado. Celebro haber tenido al fin un presidente con sensatez de dueño de una tienda de abarrotes: la de nunca gastar más de lo que se tiene y siempre presionar para hacer lo mismo con menos recursos.
Si Claudia Sheinbaum quiere evitarse dolores de cabeza terribles en la presidencia, deberá adquirir —es científica, no creo que la tenga— la mentalidad de miscelánea que ha llevado a AMLO a manejar con orden absoluto la Secretaría de Hacienda.
2. Incertidumbre en el sector energético:
Aquí sí veo una falta. AMLO expresó su compromiso de revisar los contratos en el sector energético, particularmente los relacionados con petróleo y gas, y los revisó. No fue malo que lo hiciera en casos en los que el abuso y la corrupción eran evidentes. Pero también se hizo solo por cumplir las exigencias de gente de izquierda demasiado comprometida con una política energética ideológica, nacionalista y revolucionaria.
Eso generó preocupación entre inversores y empresas sobre la posibilidad de un entorno empresarial menos favorable en el sector energético y una reducción de la inversión extranjera. Aunque las inversiones privadas no han dejado de fluir, dado que ahora todo se hace a través de Pemex, esta empresa no ha podido superar sus problemas e inclusive los ha incrementado. Nuestra petrolera sigue muy endeudada —así la recibió AMLO y su situación no mejoró—. Y no hay grandes proyectos de exploración. Sobre todo es de lamentarse que se haya abandonado la idea de ir a las aguas profundas. Se comprende que ni siquiera se intente por la magnitud de los costos que eso implica, pero si no se hace Pemex seguirá en su crisis.
Esto es un reto enorme para Claudia Sheinbaum. Ella tendrá que ser muy inteligente para, sin abandonar la retórica nacionalista que fascina a la izquierda, encontrar la fórmula que modernice verdaderamente al sector petrolero, lo que solo es posible regresando a la lógica del capitalismo actual: la globalización, esto es, permitiendo la participación de las grandes petroleras en la exploración.
3. Cancelación de grandes proyectos de infraestructura:
Durante su campaña, AMLO expresó su oposición a ciertos proyectos importantes de infraestructura, como la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, NAIM. La cancelación de tales proyectos generó preocupaciones sobre el impacto económico, la posible pérdida de empleos y la percepción de inestabilidad para los inversionistas extranjeros.
No ocurrió nada de eso, es la verdad. Pero a López Obrador le sirvió para afianzar su personal gobernabilidad. “Aquí mando yo”, fue su mensaje y lo entendimos todos. En especial lo entendieron los empresarios inmensamente ricos acostumbrados a imponer sus criterios e intereses sobre los planes del gobierno.
¿La cancelación del NAIM términó generando pérdida de empleos y un ambiente de inestabilidad para los inversionistas extranjeros? No. Los inversionistas no han dejado de invertir. Y empleo ha habido, a pesar de la pandemia.
En esto del empleo veo un reto muy grande que no sé cómo resolver y creo que Claudia Sheinbaum tampoco sabe, pero deberá poner a alguien a pensar en el mismo. Explico ese reto.
La población económicamente activa en México es de 56 millones de personas, pero los registrados en el IMSS son 22 millones. Estos 22 millones puede ser un récord, que la 4T hará bien en presumir para obtener ganancias políticas. Pero la diferencia —56 menos 22, igual a 34 millones— es el tamaño de nuestra economía informal.
Se gasta tanto en programas de apoyo a la gente necesitada porque hay 34 millones de mexicanos sin ningún tipo de protección de seguridad social.
El de la informalidad es un tema muy complicado, quizá sin solución en una economía del tamaño de la mexicana caracterizada por sus desequilibrios. No ha habido manera de entrarle al problema. Todo se ha intentado y todo ha fallado.
Repito, es un reto para Claudia. Ella tendrá que poner a alguien a pensar en soluciones, aunque no existan. En una de esas algo positivo ocurre.
4. Relaciones con la comunidad empresarial:
La postura adversa de AMLO hacia algunos miembros de la comunidad empresarial mexicana durante su campaña —y desde mucho antes, a lo largo de décadas de activismo de izquierda—, además de sus críticas, algunas justas pero otras no, a lo que llamó “la mafia en el poder” generaron preocupaciones sobre las tensas relaciones entre el gobierno y el sector privado. Los líderes empresariales temían que esto pudiera crear un ambiente de desconfianza y obstaculizar la colaboración entre los sectores público y privado.
La verdad de las cosas es que ha sido excelente la relación de AMLO con la IP, y aquí quiero rendir homenaje a un paisano de Monterrey, Carlos Salazar. Que no hiciera crisis la relación de López Obrador con los empresarios se debió a que el presidente es antiempresarial en el discurso, no en la práctica, pero también esa relación ha sido positiva porque a López Obrador le tocó un primer presidente del Consejo Coordinador Empresarial que toda su vida se ha caracterizado por ser un negociador. A Salazar las cosas no le resultaron sencillas, particularmente porque todo lo tenía que negociar dos veces, primero hacia dentro del sector privado con los duros de ultraderecha, y después con el presidente AMLO, con quien me imagino no debe resultar sencillo llegar a acuerdos.
5. Volatilidad del mercado y depreciación del peso:
La incertidumbre que rodeaba las políticas de AMLO y los posibles cambios en la dirección económica contribuyeron a la volatilidad del mercado. Los inversores se mostraron cautelosos, lo que provocó fluctuaciones en el peso mexicano y preocupaciones sobre la depreciación de la moneda.
Así estaban las cosas al inicio del sexenio, y así se suponía que continuarían durante mucho tiempo. Pero muy pronto la situación cambió para bien. El peso es la moneda que más se ha apreciado frente al dólar. No es algo que agrade a los exportadores, pero ellos no representan a todo México. Siempre será un motivo de orgullo nacional contar con una moneda fuerte.
Decían que presidente que devalúa, se devalúa. ¿Presidente que fortalece al peso, se fortalece a sí mismo? Creo que sí. Claudia Sheinbaum ya sabe qué hacer en la política monetaria.
6. Impacto potencial en los acuerdos comerciales:
Se creía que el enfoque de AMLO hacia los acuerdos comerciales, incluida la renegociación del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), generaría impactos negativos en los vínculos económicos de México, especialmente con Estados Unidos, un socio crucial.
La verdad es que, a pesar de ciertos dimes y diretes, el acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá ha sido muy benéfico. A Sheinbaum le tocará un ajuste importante en el T-MEC. Dos sugerencias: una, cambiar tan feo nombre; la otra, en su momento pedir la asesoría de AMLO, quien supo torear al energúmeno Trump, que lamentablemente va que vuela para volver a la presidencia gringa.
7. AFORES:
Muchos creían que AMLO expropiaría las AFORES, que es la fuente de ahorro más importante de México. Eso afectaría la inversión privada. Pero, ni hablar, la Reforma de Pensiones fue la política pública más importante y más positiva de su sexenio.
Arduas negociaciones con el sector empresarial evitaron que el presidente López Obrador escuchara a los radicales de Morena, quienes pretendieron que la 4T transformara el Sistema de Ahorro para el Retiro y expropiara las AFORES. No ocurrió, otro elemento de tranquilidad para Sheinbaum.
Conclusion:
Es importante señalar que en el arranque del sexenio las opiniones eran variadas y que no todos dentro de la comunidad empresarial tenían expectativas negativas, pero sí la mayoría. Afortunadamente AMLO, sin dejar su discurso izquierdista pasado de moda, dio la sorpresa.
Podemos afirmar que López Obrador ha sido uno de los más prudentes presidentes en el manejo de las finanzas públicas. Y, también, que tal vez sea el presidente más pragmático en las relaciones con el sector privado.
Quienes en el sector empresarial entendieron la Regla de Oro, están satisfechos. Quienes no la entendieron, volverán a frustrase, ahora con Xóchitl Gálvez.
¿Cuál ha sido la Regla de Oro con AMLO? Que quienes lo confrontan, pierden. Y quienes cooperan, ganan.
Claudia tendrá que ser muy lista para imponer una Regla de Oro similar. Porque ya era hora de que en México mandara quien despacha en Palacio Nacional, y no los dueños de casi todo el dinero.