Algo está pasando en México, la oposición bajó las manos, dejó de representar a sus seguidores y se convirtió en una pieza más que favorece a un proyecto populista, autoritario y encaminado a la destrucción de la democracia representativa.
La mejor forma para la competencia política en la búsqueda del poder es la democracia liberal, para que funcione, debe contar con un Estado de Derecho pleno donde todas las fuerzas políticas participen en igualdad y concurran para conformar mayorías que permitan gobiernos representativos.
Uno de los más grandes politólogos de la historia moderna, el italiano Giovanni Sartori, que fue profesor de la universidad de Columbia, destacó que el populismo es un elemento consustancial a la democracia y explicó que el populista tiene una habilidad para disfrazar una estrategia de ruptura institucional del proyecto de regeneración democrática. Su discurso moviliza el lenguaje, las ideas y los recursos que son propios de la democracia liberal, pero lo hace para socavar su naturaleza pluralista y representativa, tal cual lo que ahora vemos, con la propuesta del compañero presidente y camarada con la respuesta de la oposición.
El avance
Como todo sistema, con sus fallas, la democracia liberal venía funcionando en México. Desde que se aprobó la reforma política-electoral de 1996, que dio origen a un IFE totalmente ciudadanizado el gobierno dejó de meter la mano en las elecciones y se abrió el camino hacia la pluralidad democrática.
En 1997, bajo esa nueva ley, por primera ocasión el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados y el PRD se colocó como segunda fuerza. A partir de entonces y hasta 2018, el Congreso tuvo una representación plural. También en esos comicios se eligió por vez primera a un jefe de Gobierno de la CDMX, con el triunfo del Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, la plaza desde entonces quedó en manos del PRD y ahora de Morena.
En la elección del 2000, llegó la alternancia a la presidencia de la República cuando después de 70 años de gobiernos del PRI, el PAN obtuvo el triunfo y después el PRI y ahora con Morena.
El retroceso
Sin embargo, en 2018, con el triunfo mayoritario de Morena en el Congreso, el debate legislativo se perdió, en la legislatura que termina no hubo debate, se regresó a las épocas de “lo que ordene el presidente”. De hecho, a ninguna iniciativa de ley enviada por AMLO se le modificó una sola coma, tal cual lo pidió.
¿Dónde quedaron el PAN y el PRI?
Durante esta LXIV Legislatura el balance de reformas para AMLO y su partido fue redondo, se aprobaron sin mayor discusión, no se invitó, como se venía haciendo, a los representantes de los diferentes sectores, nada, no hubo nada de debate público:
Durante la Legislatura Morena y sus aliados sacaron adelante la reforma para crear la Guardia Nacional, echaron abajo la reforma educativa, crearon una Ley de Remuneraciones de los Servidores Públicos, una Ley de Austeridad, una nueva Ley de Salud y varias modificaciones institucionales como la creación del INSABI, el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado, el Banco del Bienestar; los programas Sembrando Vida, Jóvenes Construyendo el Futuro, becas para el bienestar; la del ISR; la de las Afores; así como reformas a la Ley del Infonavit y modificaciones a la Federal del Trabajo; del Seguro Social; del Código Fiscal y del Impuesto al Valor Agregado.
Mientras todo esto ocurría, vimos a una oposición omisa y pusilánime, que no aportó, ni exigió debate, simplemente fue el invitado de palo para convalidar las iniciativas de AMLO.
Solo por marcar diferencia, vale recordar que el Pacto por México representó uno de los principales instrumentos democráticos, ahí se debatieron 11 reformas estructurales, de las cuales ninguna quedó como las envío el Ejecutivo y donde Morena, a pesar de ser en ese momento una fuerza minoritaria, tuvo injerencia y modificó ciertos aspectos de las iniciativas. Algo que hoy no vemos, porque la oposición no está presente.
La no oposición
Durante estos tres años el PAN ha venido simulando ser oposición. La estrategia impulsada por Marko Cortés y su titiritero, Ricardo Anaya, es engancharse en los insultos y bravuconearías con AMLO, pero sin aportar propuestas o una agenda legislativa y sin voltear hacia su militancia y seguidores. Son un partido de “patiños” tipo Lord Molécula.
El PRI resultó ser peor, se vende por unos mendrugos o como Judas, se vende por 30 monedas, o quizá por menos. Si en un tiempo se promocionó como partido de vanguardia y, a pesar de sus defectos proponía una agenda legislativa y que supo ser oposición, hoy frente a la 4T, con Alejandro “Alito” Cárdenas como su dirigente, compite con MC y el PVEM para ver quién es el más arrastrado.
Por lo que toca al PRD, que en dos ocasiones llegó a ser la segunda fuerza política del país, se quedó pasmado, la paliza que AMLO les propinó los destruyó. No pinta, no hace nada, apenas trata de sobrevivir, pero siendo la única representación de la izquierda verdadera, se quedó aletargado, superado por los mercenarios de PVEM y MC.
En México urge fortalecer la democracia, la pluralidad y la diversidad, que todas las opciones políticas tengan una representación que se comprometa y sume para alejarnos de la visión populista del partido único.
¿La oposición tendrá los tamaños para emitir propuestas y generar un debate legislativo de altura? ¿Serán capaces de defender sus principios y visión de gobierno frente a sus representados? o se mantendrán como en estos tres últimos años, ayudando a la destrucción institucional y bailando, con memes, vídeos y simulaciones al ritmo que les toque Andrés.