La jornada electoral del domingo 6 de junio estuvo llena de contrastes, por un lado, vimos como las instituciones funcionan ¡y funcionan ejemplarmente! De forma impecable el INE organizó las elecciones más grandes de la historia de México, sorteando los grandes retos impuestos por quienes pretenden destruir la vida institucional.

Por otro lado, atestiguamos cómo un presidente lleno de rencor y odio, intenta restituir por cualquier medio las elecciones de Estado, donde su palabra sea la ley.

La actuación del presidente

Desde 1996, año en que la más importante reforma político electoral convirtió al IFE -hoy INE- en una institución independiente del gobierno, controlada y operada por ciudadanos que se encargan de organizar y vigilar las elecciones, de recibir las actas y de contar cada voto, ningún mandatario se había comportado como el compañero y camarada presidente, porque, precisamente, una de las grandes aportaciones de esa reforma fue impedir que el presidente en turno interviniera directamente en favor de su partido, tal como lo hicieron el expresidente Salinas y sus antecesores.

En ocasiones, las semejanzas entre Carlos Salinas y Andrés Manuel López Obrador son tantas, que es difícil ver la diferencia entre uno y otro.

Cuando el actual director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett en su carácter de secretario de Gobernación y presidente de la Comisión Federal Electoral, operó uno de los mayores fraudes en favor de Salinas, el expresidente que se vio beneficiado declaró: “Estoy convencido del triunfo de mi partido. El mundo tendrá que reconocer este ejemplo que dieron los mexicanos en esta jornada democrática, al acudir a las urnas y conservar la paz y la tranquilidad”.

El entonces presidente del PRI, el chiapaneco Jorge de la Vega Domínguez, presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, al proclamar el triunfo de Salinas, dijo:

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“México triunfó y dio a Carlos Salinas de Gortari una victoria contundente, legal e inobjetable”.

Y hoy en la mañanera, el compañero presidente reaccionó casi igual que su odiada, pero admirada némesis: “Yo agradezco mucho porque, como resultado de esta elección, los partidos que simpatizan con el proyecto de transformación que está en marcha van a tener mayoría en la Cámara de Diputados”.

Luego, con el cinismo e hipocresía que lo caracteriza, aseguró igual que lo hacía Salinas, mentir, mentir y mentir, que: “Ha habido pocas elecciones como las de ayer y digo esto, porque las elecciones de ayer fueron libres, limpias, como no sucedía en otros tiempos. Hubo desaseos, hubo intervenciones, injerencias de autoridades locales, pero, a diferencia de otros tiempos, no intervino el Estado, no fueron elecciones de Estado como las que se llevaron a cabo durante décadas y siglos en México”.

Pero se equivoca AMLO, sí hubo intervención directa en el proceso electoral y fue una sola autoridad la que lo hizo ¡él mismo!

Y lo hizo de forma reiterada como con sus conferencias mañaneras en el portal gubernamental, utilizando su informe de 100 días de 2021 o de haciendo giras como si fuera candidato, de hecho, el propio presidente reconoció abiertamente su intervención en las elecciones y ni siquiera disimuló para apoyar o influir en al menos cuatro de los estados que más le interesaban como en Guerrero, Nuevo León, Sonora y Zacatecas.

Plan B

En Nuevo León ante la caída de su candidata Clara Luz Flores, se dedicó a impulsar el plan B, el otro impresentable candidato de MC, Samuel García, para ello desde su púlpito mañanero, acusó de todo lo que le ocurrió al candidato del PRI e incluso utilizando la fuerza del Estado, lanzó a los perros de ataque de la FGR para descarrilar su candidatura.

Andrés Manuel López Obrador no tuvo problema en aceptar su intervención en el proceso electoral, pero “solo para denunciar posibles fraudes” y actos como la compra de votos, así lo justificó: “Ayer los voceros del conservadurismo se rasgaban las vestiduras porque la Fiscalía abrió una investigación contra dos candidatos del gobierno de Nuevo León, yo apoyo esa decisión de la Fiscalía, aquí lo denuncié porque es un delito electoral. Un candidato repartiendo tarjetas, valiéndose de la necesidad del pueblo, una compra de voto encubierta y descarada, que investigue la Fiscalía y que se aplique la ley, es un delito grave el fraude electoral”.

En una veintena de ocasiones desde la mañanera, defendió la candidatura de Félix Salgado Macedonio quien dicen, es su compadre, a pesar de las cinco acusaciones de violación y acoso a mujeres y después de que le retiraron la candidatura, se operó la practica instruida por AMLO, de los “juanitos”, para imponer a la hija del “toro”.

En Sonora el candidato, Alfonso Durazo, venía de su gabinete con un fracaso como secretario de Seguridad e investigado por autoridades estadounidenses por sus presuntos vínculos con el crimen organizado, pero AMLO no decayó, salió en su defensa y lo apoyó, realizando al menos cinco giras de trabajo por ese estado.

Lo mismo en Zacatecas, con un candidato que fue acusado de fraude cuando fue funcionario de la administración de AMLO y por desviar recursos de los programas de agricultura para su campaña y que, además, toca las nalgas de sus compañeras de partido, pero al que AMLO defendió y acusó a sus opositores de atacarlo por ser tiempos electorales.

Lo que AMLO quiere es regresar a las épocas de las elecciones de Estado pero no le salió como a Salinas y su operador electoral Manuel Camacho Solís en 1991, cuando recuperaron todo y hasta más, por una simple razón, la enorme diferencia es que hoy existe el INE, el instituto ciudadano que AMLO quiere desaparecer y lo seguirá intentando, porque conocemos su terquedad y porque su ambición no quedó satisfecha con los resultados de estas elecciones.