Aunque en la elección del pasado 6 de junio la oposición apenas logró que el bloque de Morena no obtuviera la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y así evitar el regreso al partido único, sí se abrió una nueva esperanza para el país con una oposición que debe poner especial cuidado en la renovación de sus liderazgos.
El primer partido que ya habla del proceso formal de renovación de su dirigencia nacional es el PAN, donde ya hay cuatro aspirantes: Marko Cortés que buscará la reelección, Pancho Domínguez, Adriana Dávila y Gerardo Priego.
El PAN entre lo viejo y lo adecuado
Por un lado, el actual dirigente busca reelegirse, aunque no tiene mucho qué presumir, sólo su amistad con el chico maravilla, Ricardo Anaya, quien, por anteponer sus intereses personales, fue uno de los culpables de la destrucción de la cohesión del partido.
Por otra parte, está Pancho Domínguez, quien realizó una excelente labor al frente del gobierno de Querétaro y lo demostró en las pasadas elecciones. Domínguez, consciente de lo que sucede y del mal trabajo de Cortés y de su jefe Ricardo Anaya, asegura que la dirigencia del PAN “secuestró” el padrón de militantes, por lo cual promueve que el partido se abra a cualquier ciudadano.
Adriana Dávila, la única mujer que aspira a dirigir el partido, tiene una larga trayectoria política como senadora y diputada federal, ella posee una importante característica, una gran capacidad de generar la unidad entre la militancia, por lo pronto, podría lograr el apoyo de los principales cuadros y de ciudadanos que jamás han visto en el PAN una opción.
Para entender la importancia de la renovación de la dirigencia de los partidos, es necesario señalar que durante los últimos nueve años la oposición ha mantenido un proceso de descomposición.
De hecho, desde el inicio de la administración de Enrique Peña Nieto, se registró un fenómeno muy particular, los e de oposición, PAN, PRI y PRD tuvieron un efecto autodestructivo.
La oposición apenas se sostiene
En 2012 el PRD obtuvo el segundo lugar, pero fue traicionado por AMLO, quien, al formar su propia franquicia con Morena, destruyó al PRD que no se ha levantado desde entonces.
El PRI, que, aun siendo partido en el gobierno, entró en una disputa en contra del presidente en lugar de manejarse como el partido en el poder, con lo que traicionó, no sólo al entonces presidente de la República, sino que fortaleció la recién creada franquicia de AMLO. Todos se fueron a Morena.
En el PAN no fue diferente, el chico maravilla, Ricardo Anaya se dio gusto dividiendo al partido, traicionando a importantes líderes del blanquiazul como Gustavo Madero, cerrando el paso a la militancia tradicional e imponiendo a sus incondicionales como el actual senador Damián Zepeda y el actual líder, Marko Cortés.
El resultado es de todos conocido, ante la pulverización de los partidos de oposición, Morena arrasó en 2018 y a pesar de los errores de la actual administración, en la intermedia de 2021 mantuvo una tendencia favorable. Si bien no ganó como en el 2018, esto se debió al desgaste natural en cualquier administración y al hartazgo de la sociedad por la incompetencia del presidente de la República y también a que, de alguna forma, las bases del PAN permanecieron firmes y fieles a sus principios, así lograron mantener al PAN vigente.
Sin resultados
Sin embargo, pese a que no ha logrado nada, Marko Cortes, sigue la línea de traición que le marcó desde un principio el chico maravilla, se apunta por su reelección aduciendo unos resultados electorales que él no logró.
De hecho, los resultados del PAN no fueron nada buenos, si bien es la segunda fuerza política del país, quedó muy lejos de lo que realmente debe de representar. Consiguieron 111 curules, perdieron dos gubernaturas y muchos municipios, mientras que Morena avanzó en 19 Congresos locales.
La visión centralista de Marko Cortés afectó el trabajo de la militancia en los municipios. De hecho, en cuanto a su manejo, el partido se convirtió a imagen y semejanza de Morena, manejado desde las oficinas de la colonia del Valle, desde donde se impusieron como candidatos a los mismos de siempre.
El PAN necesita recobrar su tradición federalista, como lo ha mencionado la aspirante Adriana Dávila, quien asegura que el interior del país requiere de otra visión por parte de su partido, como dar oportunidades a muchos militantes que ahora se sienten frustrados, pues a pesar de salir a trabajar en la calle, casa por casa, no fueron apoyados como candidatos, de ahí la importancia de ir “contra los cacicazgos locales”.
Tiene razón Dávila al señalar las debilidades de su partido y por ello trabaja en una propuesta encaminada a recuperar el espíritu del PAN , devolverle su esencia municipalista y convocar a los ciudadanos a participar y sin afiliaciones discriminatorias.
Acción Nacional tiene frente a sí la oportunidad de convertirse en el partido que nunca debió dejar de ser y lo pueden lograr si regresan a sus principios y abandonan intereses sectarios y cupulares, se acercan más al centro y no como lo que representan Anaya y compañía. El blanquiazul necesita, como lo propone Adriana Dávila, retomar su espíritu municipalista y erigirse como la opción viable para la participación política de ciudadanos que busquen fortalecer instituciones, tener estado sólido de derecho, hacer contrapesos y respetar autonomías.