Serán peras o manzanas, pero Estados Unidos no está teniendo los resultados que se esperaban en estos Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (o, más bien, 2021). El equipo de la República Popular de China, la principal potencia económica del orbe y país con un gobierno socialista, los supera, al momento, con 32 medallas de oro contra 25. ¿La “solución” de los medios corporativos norteamericanos? Cambiar el medallero de su forma tradicional (Por número de medallas de oro) a medallas “en total”. Sólo así pueden empatarle o “ganar” a la poderosa representación de China en las olimpiadas.
Tras el colapso, producto de sus contradicciones internas y el incesante ataque externo, de la Unión Soviética, Estados Unidos tuvo un lapso de dos décadas para “arrasar” en los Juegos Olímpicos, cimentando su posición como el mayor ganador de medallas en dichos juegos, hasta ahora. Sin embargo, una serie de desastres económicos, políticos, militares y ahora, sanitarios, han acabado con esa supremacía norteamericana. A una infraestructura derruida y una cada vez mayor desigualdad, se le suma una costosisima serie de guerras en Irak, Afganistán, Siria y Libia, con un catastrófico saldo de más de un millón de muertos, decenas de millones de desplazados y trillones (billones, de acuerdo a nuestro sistema) de dolares tirados a la basura, o bien resguardados en paraísos fiscales de vendedores de armas e insumos.
La única respuesta de Estados Unidos a estas catástrofes, que repercuten en todos los ámbitos de su sociedad incluyendo el deportivo, es imprimir más dinero. Esa “solución” no podrá mantenerse para siempre y eventualmente el resultado será que cada vez existirán menos recursos para el otrora orgulloso deporte norteamericano.
Los resultados de Estados Unidos en estos Juegos Olímpicos, considero, pasarán a la historia no sólo como un descalabro transitorio, sino cómo el principio del fin del dominio deportivo norteamericano a nivel mundial. Nos vemos, si seguimos aquí, en 40 años, para confirmar si acerté, o me equivoqué.