Racismo, orientalismo y el excelente control de la pandemia por parte de la República Popular de China fueron suficientes para que un sector del gobierno de los Estados Unidos, encabezado en ese entonces por Donald Trump, culparan, sin ninguna clase de evidencia, a la potencia asiática de haber “creado” el virus en un laboratorio.
Además de esto, se utilizaron toda clase de “nombres” grotescamente racistas para describir al nuevo coronavirus: “Virus Chino”, “Virus del PCCh”, “Kung-flu” y un largo etcétera. El frenesí racista contra las personas de origen asiático llegó a tal punto, que durante el año pasado y lo que va de este se registraron varias agresiones con origen racial en territorio estadounidense.
Y por supuesto, nadie asumió la responsabilidad de haberlas propiciado.
En medio de este ambiente empantanado y tóxico, el presidente Joe Biden ordenó hace tres meses la realización de una investigación a sus servicios de inteligencia acerca de los orígenes del virus.90 días después, estas agencias, que cuentan con una cantidad casi ilimitada de recursos materiales para sus investigaciones, no pudieron comprobar que el virus fuera hecho en un laboratorio, ya no digamos en China, sino en cualquier parte del mundo.
Recordemos que, en el caso del antecedente directo de este virus, el SARS, tomaron varios años en encontrar su origen en algunos animales como murciélagos.Por supuesto, estas conclusiones por parte de las agencias que realizaron la investigación por orden de Biden poco harán para convencer a racistas y conspiranoicos: en sus mentes limitadas, China es culpable de todos los males de la humanidad, incluyendo al virus, pese a que la superpotencia asiática es el país desarrollado que mejor ha logrado sobrellevar la pandemia, incluyendo el controlar un virulento brote de la variante “Delta”, mismo que les tomó un mes de medidas severas, pero que terminaron siendo suficientes para lograr lo que países del “primer mundo” no pudieron.