Pese al intento de lavado de imagen que medios estadounidenses y de otras latitudes han intentado hacerle al país gobernado por Joe Biden, la realidad es que la Unión Americana es un desastre en cuanto a su respuesta a la pandemia de Covid-19.
Sus autoridades no solo ignoraron la amenaza pese a las advertencias de científicos de China y Europa, sino que son el país con el peor brote en todo el planeta: más de 611 mil muertos, más de 34 millones de infectados y decenas de millones de escépticos que se niegan a vacunarse por conspiranoias difundidas, principalmente, vía internet.
Peor aún, en medio de los peores brotes en dicho país, la llegada de turistas (en muchos casos, infectados) a México procedentes de los Estados Unidos jamás se detuvo. Nada más hay que ver el caso de Quintana Roo, en donde actualmente los casos, en contraposición al resto del país, van en ascenso.
Aunado al acaparamiento de vacunas por parte de los “amigos” del norte, la situación en la franja fronteriza (al menos para las personas que no estuvieran dispuestas a viajar por avión) se había complicado. Los comercios en toda la franja sur de los Estados Unidos dependen, en su mayoría, de los consumidores mexicanos.
Con el anuncio de la vacunación a jóvenes de entre 18 y 39 años de edad en esta franja fronteriza se matan dos pájaros de un tiro: se reactivará el comercio en esa importante zona, así como los lazos culturales y familiares que se encontraban rotos desde hace un año y medio a causa de la pandemia (y una periodista que se la pasaba haciendo la misma pregunta de la “reapertura” en cada mañanera en donde asistía, tendrá que inventar un nuevo cuestionamiento).
Poco a poco, irá acabando esta pesadilla
Una jugada magistral, en mi opinión, en el ámbito sanitario, político y diplomático, la anunciada hoy por el presidente Andrés Manuel López Obrador y el canciller Marcelo Ebrard.