La apuesta del ex canciller Marcelo Ebrard siempre fue clara, a la luz de sus decisiones político partidistas: no asistió a los eventos cuando Morena (movimiento creado desde el México más auténtico y profundo) consiguió su registro cómo agrupación política nacional (APN), tampoco cuando obtuvo su registro como partido pollitico. Más allá de eso, se negó a que el ya entonces partido político lo postulara a una candidatura en sus primeras elecciones (2015), en las que tenia dicho ente político, aún, todas las de perder.

Después de ello, se negó, como no lo hizo, por cierto, a afiliarse anteriormente a partidos como el PRI, el PCM y MC, al referido Morena, sino que lo hizo ya muy tarde, como secretario de relaciones exteriores en pleno. Es más, la cartera que se le otorgó (SRE) tenía muy posiblemente una motivación de, según él y sus más que torpes cálculos políticos, que se parecen mucho, por cierto, a los lastimosos bailesitos en su canal de TikTok, en los cuales llama la atención su parecido al personaje aquel del programa infantil ‘Plaza Sésamo’ de nombre ‘MONTOYA’.

Y es que estos cálculos no eran más que su creencia, neoliberal y corrupta muy bien disfrazada por muchos años, de desde ahí poder desmarcarse del lopezobradorismo ante lo que el, con el dogma neoliberal tatuado en su mente, tenía la seguridad de que AMLO y su sexenio fracasarían, y así poder, en medio de su megalomanía y narcisismo, postularse a la Presidencia bajo las siglas de cualquier otro partido, de oposición claro está, ante lo que su pequeñita mente de estratega político, adivinaba el cómo el futuro desastre.

¿Que pasó después?, todos lo sabemos: La administración de López Obrador tiene una balanza que se inclina en positivo, y que sobre todo hizo trizas los presagios neoliberales (que por supuesto Marcelo compartía) de que el subir el salario mínimo dispararía una hiperinflacion, que las pensiones, becas y demás programas sociales no harían sino provocar la quiebra de las arcas nacionales, que el banco central perdería si autonomía, que habría sobre endeudamiento, que la mayoría de las magnas obras públicas de AMLO debían ser concesinadas a la iniciativa privada, una fuga de capitales segura y un muy largo etcétera.

Al ser evidente que eso no ocurriría se afilió, sobra decir ya más que tarde, a Morena partido, pero además desde la Cancillería estaba imposibilitado de tejer alianzas al interior del país, que es donde están los votantes, y no en las alfombras rojas donde lo recibieron durante su encargo en el extranjero, y seguro le sobre endulzaron el oído asegurándole que era, de lejos, prácticamente ya el próximo presidente. Un elogio público y presagio de Presidencia a la vista por parte de don Pepe Mújica en el Uruguay pesa muchísimo menos que unas locatarias de un mercado en Morelos corriendo a Ebrard a gritos de su centro de trabajo, porque además de todo lo anterior, el magnetismo y la comunión natural con el pueblo no es algo que se compre en alguna tienda de autoservicio, sino que ya se nace con ese don, del cuál el Señor Ebrard carece, y si todavía el continua levitando y se piensa que acaudilla una fractura dentro del lopezobradorismo qué le pueda hacer mella, al estilo de la llamada corriente democrática de 1987 qué si que causó problemas al PRI, por ejemplo.

En fin, que Ebrard despertará de sus sueños con una muy fuerte resaca de realidad, la cual consiste, básicamente, en que su estrella política se ha extinguido, y lo ha hecho para siempre.