Una política que siguió el lopezobradorismo, y la izquierda en general, durante el tan tristemente recordado sexenio, llamado por algunos incluso dicho periodo (y no sin razones de peso) cómo ‘el espuriato’ fue la de no tomarse una foto siquiera con el presidente Calderón, al que se consideraba cómo un usurpador (fundadamente, vuelvo a insistir), línea que siguió escrupulosamente toda la clase política, con encargo público o sin él, durante el citado sexenio 2006 / 2012.
Pero la excepción llegó, para la decepción e incluso el horror de muchos, por parte de, ni más ni menos, que del sucesor de López Obrador en la Jefatura de Gobierno de la CDMX (entonces aún D.F.), con motivo de la inauguración de la también de pésimo recuerdo, Línea 12 del Metro de la Ciudad, dónde si bien hubo participación federal, la foto juntos salía sobrando, en ella, se podía ver a un Felipe del Sagrado Corazón Jesús con su risita insoportable y burlona. Había conseguido, a semanas de terminar el sexenio, el tácito reconocimiento como un legítimo por parte de uno de los personajes más cercanos a López Obrador. De hecho, por las prisas de ambos personajes, es en parte que hayan existido tantas anomalías en la construcción del tramo elevado de dicha línea (la “dorada”), acabando esto, en una tragedia de proporciones dantescas; tal pareciera, si, que lo que Calderón toca lo echa a perder. El caso es que esa fotografía, para Marcelo Ebrard fue y continúa siendo un timbre de desconfianza por parte del movimiento lopezobradorista y buena parte de sus bases.
La reciente publicación de una columna de opinión por parte del canciller y político de marras, Ebrard Casaubon, en el diario ultra conservador y parcial si es que los hay, precisamente en contra del lopezobradorismo, esto es el Reforma, ha provocado (más que el efecto esperado de granjearse la simpatía y el eventual voto de las clases medias) una franca molestia en las tan nutridas filas del lopezobradorismo, a lo largo y ancho del país.
¿Son avisos de una eventual traición tanto al lopezobradorismo como a la bien llamada cuarta transformación de la vida pública en México? ¿Son sólo esos dos infortunados resbalones en forma de tácticas, parte de una muy torpe y hasta contraproducente estrategia política? ¿Las bases del movimiento se lo cobraran en las encuestas y sondeos de popularidad y preferencia sucesoria?
Estamos hablando del canciller del presidente y escarceos, ni más ni menos, con dos enemigos jurados del mismo, y por tanto, también del electorado adicto a AMLO y sus políticas. Todo eso, debería tener muy preocupado al presidente de la República, y también a toda su gente, en todos ámbitos y niveles, acerca de una potencial desviación del actual proyecto de Nación ya en marcha, con una vuelta hacia el neoliberalismo más corrupto y entreguista, que pudiera acabar dando al traste con tantos esfuerzos por llevar al país de vuelta a los principios fundamentales de la Revolución mexicana.