La sucesión presidencial ha dado para muchas teorías e hipótesis. Ha sido una de las sucesiones presidenciales más anticipadas y por ende más prolongadas en la historia moderna de México; lo que ha repercutido en la forma de relacionarse entre los principales aspirantes a la candidatura presidencial oficialista.
Aunque ninguna de las tres opciones que ofrece el oficialismo al electorado se ha prestado para antagonizar con sus contrincantes de manera abierta; no obstante, resulta inexorable que conforme se acerque el vencimiento del plazo para que el presidente de la República elija a uno de los contendientes, el ambiente político al interior de Morena se irá haciendo enrareciendo. Por consiguiente, considero que próximamente vendrán escándalos y un connato de lucha fratricida al interior del partido en el poder.
Aunado a lo anterior, discrepo con quienes pronostican ruptura entre los presidenciables de Morena. La ambición y el miedo serán incentivos suficientes para no atentar contra la cohesión de la estructura partidista guinda.
Por un lado, los que no tienen posibilidad de migrar a la oposición, tendrán que conformarse con una reubicación en el aparato gubernamental que se instauraría en 2024 o con una curul. Y por el otro, a quien sí se le pudieran abrir espacios dentro de la coalición opositora, seguramente se le amenazaría con cárcel para el caso de que perdiera la elección contra el o la candidata de Morena el próximo año.
Ahora bien, esto no quiere decir que la parte orgánica de los cuadros y estructuras de cada uno de las denominadas corcholatas asuma con tal estoicismo la eventual derrota. No veo ni a los ebrardistas o adanaugustistas trabajando para los claudistas o claudios; y viceversa.
Así las cosas, creo que, en tres meses, Andrés Manuel López Obrador elegirá al candidato presidencial de Morena. Y una vez que sea ungido como tal, sus adversarios y todos sus correligionarios le alzarán la mano en muestra de total y absoluta sumisión a los designios del presidente.
Hoy son cuatro en el papel los posibles precandidatos de Movimiento Regeneración Nacional a la candidatura presidencial en 2024: Ricardo Monreal, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Claudia Sheinbaum.
La realidad es que la elección será entre dos: el secretario de gobernación y la jefa de gobierno de la Ciudad de México.
Lo que me parece increíble es la conducta de Ebrard Casaubón.
Lo del ‘Carnal’ me recuerda al típico caso de infidelidad en el cual todo el pueblo sabe que al hombre o mujer le ponen el cuerno, menos el propio cornudo.
Y es que pareciera ser que todos menos Marcelo saben que él no será el elegido para la candidatura oficialista
No importa que ya no porte el Rolex Submariner Date de oro y acero; o se anude mal la corbata Hermès; o que pida los trajes Brioni una talla más grande; o que nos hayamos acosumbrado a los lentes Cartier.
Hay algo que va más allá de su fifisismo.
A López Obrador no le gusta que nadie la haga sombra. Pero lo que más le dolería sería que le quiten lo único destacable que quedará de su mandato en los libros de historia: haber sido el presidente más votado en el México democrático.
Marcelo Ebrard podría sin problema superar esa marca.
Empero sólo hay algo más grande que la codicia, que el apetito político insasiable de AMLO: su ego.
Por eso, hoy no podría asegurar quién será el candidato presidencial oficialista. Sin embargo, sí podría aventurarme en decirles quiénes no van a ser.