Nacimiento

María Callas nació el 4 de diciembre de 1923. Diversos artículos y ensayos en torno a ella confirman a Wikipedia en el 2 de diciembre como la fecha oficial; pero algunos incluso han anotado el 23 de diciembre. Algo interesante hay en esta ambigüedad. En realidad, la propia Callas quiso nacer el 4 y no el 2, como registra el acta; y en Manhattan, no en Brooklyn. Ella misma cuenta estas curiosidades en Memorias de María Callas (1957; transcritas por Anita Pesotti y aparecidas en la revista italiana Oggi):

“Vine al mundo en Nueva York, bajo el signo de Sagitario, la mañana del 2 o el 4 de diciembre. No puedo ser precisa respecto a esta circunstancia, como lo soy en todas las cosas que me conciernen, por cuanto mi pasaporte muestra la fecha de nacimiento como ocurrida el día 2, mientras mi madre sostiene que me trajo al mundo el 4. Elija usted la que quiera. Yo prefiero el 4 de diciembre porque, en primer lugar, debo creer en lo que dice mi madre. En segundo lugar, porque es el día de Santa Bárbara, la patrona de la artillería, una santa orgullosa y combativa a quien quiero de una manera especial. El año: 1923. El lugar: una clínica en la Quinta Avenida y no en Brooklyn donde, no sé por qué, algunos periodistas quieren hacerme nacer a cualquier costo… puro amor a la precisión” (entrevista recogida en María Callas. Tal cual ellos la vieron. David Lowe; Diana, 1990, pp. 29-68).

Se cumple ahora el centenario de tan afortunado azar. Y curioso para mí, yo que la he admirado tanto, al grado del enamoramiento juvenil tardío, siempre he postergado escribir sobre ella. Lo he hecho tangencialmente cuando he escrito sobre la ópera en general y del tenor Giuseppe di Stefano en particular, su pareja legendaria en escena, en discos y en la amistad. Incluso escribí sobre la presencia de ambos en Bellas Artes en 1952. Ahora, la ocasión es propicia.

María Callas

Aproximación a su biografía

De entrada y a grandes cortes, la biografía de María Callas puede dividirse en cuatro fragmentos de vida.

I. Desde su nacimiento en Nueva York como hija de inmigrantes griegos y sus rigurosos estudios vocales con Elvira de Hidalgo, hasta su debut profesional a los 18 años, en el Teatro Lírico Nacional de Atenas, con la opereta Boccaccio (1879), de Franz von Suppé, y su debut importante en La Arena de Verona con la ópera La Gioconda (1876), de Amilcare Ponchielli, en verano de 1947. El aria principal de esta obra, “Suicidio”, es profética en cierto sentido porque 30 años después, en septiembre de 1977, María moriría en París. Oficialmente de un infarto, lo más probable es que haya sido muerte por voluntad propia, como indican algunos testimonios.

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Aquí el aria “Suicidio”; en versión con partitura, para seguir el canto y el texto; la traducción aproximada es mía, porque las existentes son ridículas:

¡Suicidio!...

En estos crueles momentos,

tú solo me quedas

y el corazón me tientas.

Última voz

de mi destino,

último cruce

de mi camino.

Y un delicado día

volaron las horas,

perdí mi madre,

perdí el amor,

¡vencí la infausta

fiebre sombría!,

ahora yazco agotada

en las tinieblas.

Alcanzo el fin…

pido al cielo

descansar serena

en mi sepulcro.

II. Desde ese debut en Verona y el consecuente matrimonio en 1949 con Giovanni Battista Meneghini (25 años mayor), que apoyará y promoverá su carrera en los años de gran éxito, hasta 1959, cuando ella lo abandona porque se ha enamorado de Aristóteles Onassis y se va con él. Es el tiempo en que -con su versión de Los Puritanos, de Vincenzo Bellini, en 1949-, aunque ella no lo sabía, afirma Harold Schonberg, “inició una nueva era en la ópera y una nueva carrera para sí misma… En 1949 la ópera del bel canto yacía prácticamente en ruinas… Todos parecían haber olvidado que, un siglo atrás, las óperas de bel canto habían sido interpretadas por actrices dramáticas como Pasta, Malibran y Grisi… La versión de Callas… estalló en el mundo operístico con el estruendo de la entonces reciente bomba atómica… su interpretación demostró que la ópera de bel canto no consistía en meros gorjeos… las melodías y adornos que supuestamente eran despliegues de virtuosos podían ser transformados en auténticos recursos dramáticos” (“Callas, la voluntad de triunfar”. En Los virtuosos. Vergara; 1985, pp. 255-263).

Son los años también (1950-1952) de sus gloriosas interpretaciones en México y su feliz encuentro en el Teatro del Palacio de Bellas Artes con Giuseppe Di Stefano.

En este lapso de enorme éxito para María que, en términos vocales, transita el repertorio extremo, de los italianos a Wagner, es de suma importancia la Scala de Milán, que le abre las puertas en 1951 con su primera ópera allí, I vespri siciliani (1855; Las vísperas sicilianas), de Giuseppe Verdi, cuya aria “Mercé dilette amiche”, es encantadora.

Versión en vivo de 1951, en Florencia:

III. Desde la unión con Onassis -magnate naviero y acaso el hombre más rico de su tiempo-, hasta el abandono de este, en 1968, por Jaqueline Kennedy, la viuda del gobernante estadounidense asesinado en 1963. Renuncia voluntaria a la disciplina técnica y artística anterior por la entrega a la vida personal, los escándalos y el jet set; se olvida de los escenarios.

IV. Desde que se hunde en la depresión por el engaño y el abandono de Onassis y confirma su retiro de los escenarios que venía ya dándose desde sus últimas actuaciones en París y Londres en 1965, hasta su muerte el 16 de septiembre de 1977, sola en un departamento de París. Realiza una suerte de “tour del reencuentro y el adiós” con Di Stefano en 1973-1974. Pero antes del declive, la fiereza de Callas y su canto son impactantes.

Escuchemos, por ejemplo, su versión en vivo de 1952 del aria “Nel dí della vittoria” (En el día de la victoria), en Macbeth (1847), también de Verdi:

Simbolismos de la diosa terrenal y su tragedia

Naturalmente, cada uno de esos fragmentos de vida está lleno de meandros y bifurcaciones. Pero también de disciplina, esfuerzo, sufrimiento, polémicas y, por fortuna, de triunfo descomunal, de noches gloriosas que se pueden recrear en nuestra época gracias a los pocos videos, las grabaciones de estudio y sobre todo las versiones registradas en vivo. El teatro de María Callas está en sus discos, ha dicho un crítico refiriéndose al hecho de no contarse con filmaciones completas de las óperas que cantó; es decir, está en nuestros oídos, la sensibilidad y nuestra imaginación.

Tengo para mí que Callas llega a la “ruina vocal”, de que tanto se le critica, no por un defecto técnico (tan extraordinaria maestra tuvo en Elvira de Hidalgo, que le enseñó el belcanto dramático), su baja de peso deliberada (casi 30 kilos en breve lapso), sino por el descuido inicial propiciado por el amor o la pasión al magnate griego -quien la usa antes que apoyarla-, y el abandono de la disciplina de estudio consecuencia del placer, primero, y de la depresión y la amargura, después.

Y ya que estamos disfrutando de manera prolongada su canto, aquí la belleza serena del aria “Depuis le jour”, de la ópera Louise (1900), de Gustave Charpentier:

El simbolismo tanto del silencio como de la amargura de Callas se encuentra retratado en Medea, el filme que dirigiera Pier Paolo Pasolini en 1969 y que Callas protagoniza (en su trayecto había interpretado también la ópera de Luigi Cherubini del mismo título en 31 ocasiones). Pero esta Medea no canta, habla. Y lo peor y desafortunadamente, no es suya siquiera la voz hablada; fue doblada; una estupidez. Se trata de una adaptación de la tragedia de Eurípides sobre la mujer engañada, abandonada y traicionada en busca de venganza. El año en que se filma la película establece paralelismos íntimos entre Medea y María.

Tráiler de Medea, dirigida por Pasolini:

Entre los momentos de mayor gloria para Callas se halla su encuentro artístico y amistoso con el tenor Di Stefano en México en 1952. Cantaron juntos cinco óperas en el Teatro del Palacio de Bellas Artes que son testimonio de grandeza del género operístico para la humanidad entera. Ya he hablado de ello en “María Callas y Giuseppe di Stefano en México, hace 70 años” (SDPnoticias; 20-02-22). Y es el propio Di Stefano quien rescata por un tiempo a Callas de la depresión. La invita a hacer una gira mundial. Muchos puristas la han criticado (Schonberg, ya referido, con acritud consideró esas presentaciones “una parodia”), yo celebro que hayan realizado la gira, pues dejaron vivo testimonio de su grandeza. Quizá en decadencia, pero ya quisieran tantos cantantes dar tales muestras de talento y arte en su propia decadencia.

Antes de cerrar con Di Stefano y Callas, es obligado mencionar un breve fragmento de Aída (1871), también del maestro: Verdi. El final del segundo acto con Mario del Mónaco en México, 1951; uno de los momentos más asombrosos y deslumbrantes de la historia universal de la ópera que aún parece resonar en la atmosfera del teatro de Bellas Artes:

(*) Este texto es una actualización y acaso profundización del publicado como anticipo al centenario de María Callas en diciembre de 2022.

P.d. Decía del feliz encuentro artístico y de amistad (no pocos sugieren intimidad) entre María y Giuseppe. En México inicialmente, después en las grabaciones, en escenarios europeos y estadounidenses. Él la rescató por un tiempo de su muerte en vida, la convenció de realizar una gira mundial. Los puristas desprecian ese momento artístico, yo lo agradezco y celebro. Inició en Hamburgo, Alemania, el 25 de octubre de 1973. Concluyó en Sapporo, Japón, el 11 de noviembre de 1974; el último día que Callas cantó. De ese tour extraordinario, comparto el dueto de Cavalleria Rusticana (1890), de Pietro Mascagni. Londres; 23 de noviembre de 1973:

Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo