Varias veces usé este espacio para hablar de Martha Hilda González Calderón. Hoy lo hago con tristeza, pero también con profundo respeto y gratitud por su vida y su legado.
Su trayectoria fue impecable. Fue una mujer que rompió techos de cristal y abrió camino a muchas mexiquenses, especialmente en la política y el gobierno. Su liderazgo no sólo se reflejaba en los cargos que ocupó, sino en la manera en que los ejerció: con inteligencia, compromiso y una verdadera vocación de servicio.
Martha Hilda no sólo hablaba de feminismo, lo vivía. Era sorora sin doble discurso, una aliada genuina de las mujeres. Su apoyo no dependía de colores ni de coyunturas; siempre estuvo ahí para quien la necesitara, con un consejo sincero, con una palabra de aliento que salía desde el corazón.
Su mirada única, cálida, amigable y empática la distinguía. Tenía el don de hacer sentir a las personas escuchadas, valoradas y acompañadas. Fue una política excepcional, pero sobre todo, un ser humano extraordinario.
Siempre dije que hubiera sido una gran Gobernadora. Hoy, más que nunca, lo creo. Nos deja un vacío enorme, pero también un ejemplo de integridad y lucha que nos inspira a seguir abriendo caminos para las mujeres.
Es fundamental reconocer y celebrar a las mujeres que admiramos, decirles cuánto nos inspiran y aplaudir sus triunfos como propios. Siempre le dije a Martha Hilda cuánto la quise y admiré.
Descanse en paz, mi muy querida Martha Hilda González Calderón. Tu legado vivirá en cada mujer que han inspirado tus pasos.