El mes de marzo está cargado de fechas cívicas y acontecimientos históricos memorables, todos con alta carga simbólica para el presente y el porvenir.
El nacimiento de don Benito Juárez, el 21 de marzo de 1806, remite a su gigantesca contribución a la promoción y defensa de los entonces vanguardistas valores liberales frente a las fuerzas conservadoras y arcaicas del estado premoderno, corporativo y confesional que amenazaba con borrar a México de la faz de la tierra.
Hoy, ello nos provoca la reflexión sobre la legitimidad, alcances y límites de la revisión o ajuste de la estrategia del estado neoliberal para refundar un estado social, democrático e intercultural de derechos y deberes.
La expropiación petrolera, el 18 de marzo de 1938, nos recuerda el compromiso y la responsabilidad del liderazgo político con los intereses nacionales mediante el control de los recursos estratégicos para sustentar la soberanía y el desarrollo social.
Ahora, esto nos envía el mensaje de que, aun en el contexto de la interdependencia que significa el T-MEC y el reparto de tareas que entraña pertenecer a la región de Norteamérica, también somos 130 millones de mexicanos con raíces latinas y mesoamericanas cuyas identidades y viabilidad pasan por el uso inteligente de nuestros recursos estratégicos y patrimonios milenarios.
A esas dos fechas tan relevantes hay que sumar otras dos marcas históricas, una moderna y otra más bien posmoderna.
El 19 de marzo de 1812 se aprobó en Cádiz la Constitución liberal más avanzada de su tiempo, misma que, si bien gozó de precaria vigencia en la Nueva España, prohijó instituciones tan valiosas como la libertad de expresión, el voto a las personas indígenas, los congresos locales, la diputación permanente de los congresos o el poder judicial.
En el contexto de nuestros días, un texto constitucional de esa magnitud nos debe motivar a extender e intensificar el progresismo democrático y el sentido de futuro en la unidad de la diversidad.
En 1975, al fin la Organización de las Naciones Unidas reconoció el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer en honor a las luchas libradas en diferentes países desde mediados del siglo XIX y las décadas subsecuentes para garantizar sus derechos a una vida digna y plena.
En los días que corren y en el tiempo venidero asumiremos con mayor plenitud la reforma de 2019 al artículo 41 constitucional, para asegurar que la paridad de género en todos los cargos públicos transforme de manera profunda la vida pública del país.
Entre otros rasgos que nos distinguen a los seres humanos está el de que somos entes simbólicos que coexistimos e interactuamos apoyados en creencias compartidas y hermenéuticas conciliables.
Por el bien de todas y todos habremos de seguir convirtiendo nuestros símbolos históricos en justificaciones y prácticas legítimas a efecto de reafirmar los valores y principios que nos identifican, liberan y emancipan.