Ciro y la corte suprema
Ayer envié un mensaje a Ciro Gómez Leyva. Por WhatsApp. Le dije, bromeando, que él todavía tiene rating. No he revisado estadísticas recientes de audiencias de noticieros de radio. Ciro nunca dejó de estar en primer lugar desde que empecé a analizar tales números, generados por la empresa INRA, a principios del sexenio de Enrique Peña Nieto.
Durante el periodo de Andrés Manuel López Obrador el señor Gómez Leyva se mantuvo, todos los meses, en primer lugar. Supongo que sigue en la cima.
El hecho es que le comenté a Ciro que se han comunicado conmigo aspirantes a llegar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Me piden ayuda para convencerle de que les entreviste. Alguien hasta dinero me ofreció. A este candidato le dije que no me ofendiera: no soy agente de relaciones públicas, como el zedillista Carlos Salomón, el más famoso profesional dedicado a cobrar para que algunos temas aparezcan —y otros desaparezcan— de los espacios mediáticos.
Ciro me informó que entrevistará a algunas personas candidatas a la corte suprema. No me dio nombres. Le exprese que dos candidaturas me parecen de primera. No las identificaré aquí porque no fueron quienes me llamaron.
¿Una entrevista en radio puede hacer la diferencia entre ganar y perder en la elección judicial? No lo sé, pero un espacio radiofónico líder tanto puede ayudar como perjudicar una candidatura. Depende de lo que digan los y las aspirantes.
Si yo fuera Yasmín Esquivel le sacaría la vuelta a entrevistas serias: a ella le perjudicaría que se le preguntara sobre las dos tesis que plagió y, desde luego, sobre la forma bastante chafa en que ha utilizado a la judicatura para evitar que la UNAM juzgue si su actuación fue académicamente deshonesta o no. Cualquier cosa que respondiera dañaría —todavía más— el prestigio de la actual ministra que, tristemente, tiene posibilidades reales de ser la próxima presidenta de la SCJN
La única que puede competirle a Yasmín, Lenia Batres, no parece tener en su biografía manchas tan notables. El principal problema de Lenia es otro: actúa más como ideóloga de izquierda que como jurista. En una entrevista no podría dejar de presentarse como lo que sí es: activista de la 4T. No es malo el activismo, pero de ninguna manera es lo que se espera de quienes deban llegar a la cúpula del poder judicial.
¿El resto de candidatos y candidatas? Hay de todo. Reitero que a Ciro le di dos nombres de juristas de verdad que considero sí tienen conocimientos suficientes como para ejercer con propiedad el oficio de juzgar a sus semejantes. No son personas mediáticas, así que tal vez aburrirían al público de Radio Fórmula. Son, nada más, personas de leyes. Difícilmente ganarán porque las elecciones rara vez las ganan los mejores perfiles: casi siempre la victoria es de quienes tienen mayor popularidad.
Por cierto, es una suerte que, en 2024, al menos a la presidencia de México llegara la mujer más preparada que tenía, porque la construyó sin caer en los actos cómicos de campaña, la mayor popularidad. Un caso rarísimo: eficiencia y ética traducidas en una popularidad que no deja de crecer, como demuestra el 80%+ de aprobación de Claudia Sheinbaum.
Carlos Salomón y la grilla
He mencionado en los párrafos precedentes lo siguiente: “No soy agente de relaciones públicas, como el zedillista Carlos Salomón, el más famoso profesional dedicado a cobrar para que algunos temas aparezcan —y otros desaparezcan— de los espacios mediáticos”.
Me cae bien Salomón, a quien conocí cuando él era el jefe de comunicación del presidente Ernesto Zedillo. Pero don Carlos a veces abusa. Vive de grillar en los medios de comunicación, y se vale. Lo criticable de su trabajo radica en que no le importa dañar prestigios si su clientela le exige que lo haga. Es el caso reciente de una empresa de casinos.
Desde hace rato hay una campaña en columnas políticas contra un casino. No pocos columnistas han denunciado lo mismo —clásico nado sincronizado del periodismo mexicano—: que los vecinos se quejan por la construcción de tal establecimiento. ¿Ese es tema de columnas políticas supuestamente de alcance nacional?
La comentocracia hasta da detalles que no tienen sentido porque no aportan nada a quienes leen artículos sobre la política nacional, como el domicilio completo. Los columnistas se lanzan contra una alcaldesa que, simple y sencillamente, dio una opinión favorable al casino, que se supone sirvió para que la Dirección General de Juegos y Sorteos autorizara su operación. ¿Tanto influye una alcaldesa?
La grilla no es reciente. Hay columnas publicadas el pasado sexenio exigiendo a la exsecretaria de Gobernación Luisa María Alcalde impedir el funcionamiento del casino. En columnas del actual sexenio la presión se dirige a la titular de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez. Desde luego, se presiona también a la presidenta Sheinbaum y a la gobernadora del Estado de México, Delfina Gómez.
El colmo de las grillas de Carlos Salomón contra el casino es que involucran al hijo de AMLO, Andrés Manuel López Beltrán. Está bien que Salomon haga su trabajo no muy limpio contra una empresa —seguramente a favor de algún competidor—, pero no es correcto intentar escandalizar mencionando a López Beltrán como vinculado a quién sabe quién. Solo la perversidad explica que el querido Carlos Salomón invente estas cosas. Ojalá ya se modere el operador mediático que se hizo famoso en el sexenio zedillista.
Las mentiras y las verdades desde el poder
Volviendo a Ciro Gómez Leyva, hoy en Excélsior celebra que “el vigésimo Tribunal Colegiado en materia administrativa del Primer Circuito determinó ayer, por unanimidad, que la sección ¿Quién es quién en las mentiras?, de la conferencia mañanera del gobierno de López Obrador y que fue conducida por Elizabeth García Vilchis, operó ‘como un instrumento de estigmatización, utilizando recursos públicos para desacreditar y señalar de manera unilateral a periodistas críticos como mentirosos, atribuyéndose de facto la facultad de definir la verdad y la mentira desde el poder político, lo cual contraviene las libertades de pensamiento, de expresión y de prensa…, lo que fomenta la censura indirecta, la polarización social y erosiona los pilares de la democracia’…”.
Creo que ese tribunal se excedió. No veo por qué deba ser equiparable a la censura cualquier forma de expresión desde el poder político generada como respuesta a críticas periodísticas. Los y las periodistas deberían aguantar más que se les critique.
Es verdad, el pasado sexenio alguien intentó quitarle a vida a Ciro. Son cosas que ocurren, desgraciadamente con demasiada facilidad, en un país como México ensangrentado desde que Felipe Calderón declaró su fallida guerra a las mafias del narcotráfico. Pero no hay razones para pensar que el atentado se dio por las críticas de AMLO a la prensa.
Gómez Leyva es uno de los periodistas más brillantes de México. Jamás le ha sacado la vuelta a debatir. Supo responder a cada crítica que López Obrador le lanzó. Hoy lo hace de nuevo. Inclusive ha habido ocasiones en las que ha tenido mejores argumentos Ciro que Andrés Manuel —en otras ocasiones ha sido el expresidente el más ágil en la disputa dialéctica—. ¿Cuál censura?
Por lo demás, la verdad y la mentira no las definen ni jueces ni presidentes, tampoco periodistas. Definirlas adecuadamente ha sido tarea de filósofos, que en milenios de intentarlo no han llegado a acuerdos, vale decir, han fracasado.
Los niños de Reforma
Murieron los cinco integrantes de una familia española en un accidente de helicóptero en New York. La foto del padre, la madre y tres menores de edad ha circulado bastante. En la prensa seria española se ha difundido con los rostros de los niños difuminados para protegerles la identidad: no vale la pena exhibirles de ninguna manera. En SDPNoticias eso lo hacemos desde hace años por decisión de Liz Flores, nuestra directora editorial, y eso hicimos esta vez. La misma foto en el diario Reforma no fue alterada para defender la dignidad de los menores. Una pena.