Al paso que vamos, nos espera más que unas elecciones a nivel federal una despiadada guerra de descalificaciones y golpes bajos.

Y es que desde el viernes pasado, después de la respuesta del presidente a Natalie Kitroeff, a quien acusó de difundir calumnias sobre él y su familia, el ambiente político se calentó al grado de echar chispas.

Tras el error (sí, fue un error) de difundir el número personal de la corresponsal de The New York Times, los opositores, a la velocidad de la luz, contra atacaron filtrando el número del hijo mayor de Andrés Manuel y más tarde se supo que Claudia Sheinbaum y otros morenistas habían estado recibiendo mensajes de odio e infinidad de llamadas insultantes.

¿Quién expuso a José Ramón, a Claudia y a los demás?, no se sabe, pero a la población nos causa terror saber que nuestra privacidad puede ser violentada con tanta facilidad.

El acoso telefónico puede causar estragos en cualquier persona.

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Hace un par de años una amistad recibía amenazas y ofensas de noche y de día e incluso su hijo, entonces menor de edad, recibía mensajes obscenos por WhatsApp, provocándole a mi amiga severas crisis nerviosas.

En la actualidad cualquier malandrín puede comprar un chip de una de las tantas compañías que existen y usarlo para amenazar o insultar a otra persona.

También es muy fácil que los empleados de éstas filtren los datos, como sencillo es contratar hackers que en un dos por tres accedan a nuestra información.

Todo esto, por supuesto, representa dinero. Y no poco.

Si nos ponemos más simplistas, es muy probable también que los números telefónicos de Claudia Sheinbaum y los demás agraviados del partido guinda hayan sido compartidos por un traidor, alguien cercano o de “confianza”.

¿Hay alguien en Morena que quiera perjudicar a Claudia y al presidente? Sí. ¿Traidores? Con seguridad, varios.

El punto es que tanto la exhibición del número de Natalie Kitroeff como el de Sheinbaum y demás morenistas desquiciaron las redes sociales mientras una candidata opositora se pitorreaba del desastre y dijo solidarizarse con la corresponsal del diario estadounidense mordiéndose los labios para no reír.

Es imposible negarlo: Xóchitl se regodea con el caos.

Para ella cualquier tragedia o mal momento de personajes públicos o en el país es pretexto para advertir que estamos de la fregada y urge, ¡urge! votar por ella.

Con su tono gracioso y mostrándose “valiente” la señora Gálvez ayer domingo subió un video a sus redes sociales asegurando que su número también había sido filtrado y estaba recibiendo insultos por su aspecto físico. Para demostrar que es la “chica chicha de la película gacha” hizo público ella misma su número celular y dijo riéndose que no lo iba a cambiar.

Son tan básicos que dan pena.

Y más penoso es que en medio de este embrollo de los mensajes de odio, los ciudadanos de a pie nos preguntamos qué nos espera en los meses siguientes, donde lo que debería ser una fiesta democrática se está convirtiendo desde ya en un escenario de locura.

Sin ser fatalista (o pitonisa) me pregunto: ¿hay una mente (o varias) perversas creando un escenario de terror para que los ciudadanos piensen dos veces antes de salir a votar el próximo 2 de junio? ¿Alguien está interesado en que domine el abstencionismo y la candidata de la derecha pueda tener unos cuantos votos más?

La invitación es a razonar y sobre todo, a serenarse.

México no merece este circo.

¿No cree?