En los últimos años me he aficionado a la ópera. Curiosamente, el llamado bel canto me acerca más a mis nietos que el futbol. No es que ellos sean extraordinariamente cultos: solo son niños, casi adolescentes, que han tenido acceso a tal expresión artística y les ha gustado, desde luego muchísimo menos que el balompié.
Mi problema, para convivir con los pequeños de la familia, es que no me aceptan como participante en sus discusiones deportivas. Eso prefieren hacerlo con sus padres, a quienes probablemente consideran expertos, aunque en realidad no lo sean.
Entonces, para relacionarme con los chiquillos, que ya no lo son tanto —vaya que han crecido— he tenido que inventar actividades que llamaré culturales, como la de ver breves videos operísticos cuando se dejan e inclusive, una vez al año, en vacaciones, ir a teatros a presenciar las grandes producciones de ópera que sea posible encontrar por ahí.
En cierta ocasión, no hace mucho tiempo, mis nietos mayores discutieron acaloradamente durante más de una hora antes de que acudiéramos a una función de ópera. ¿Motivo del debate? Decidir quién ha sido el mejor futbolista de la historia, Messi o Pelé.
Ninguno de los dos vio jugar a Pelé —con trabajos yo lo vi en la TV cuando era joven—. Los partidos de Messi sí los han visto en la televisión. Fue una discusión apasionada y fuerte que terminó cuando entramos al teatro a ver Carmen. Estuvieron atentos y, al terminar, comentaron el espectáculo menos de diez minutos. Les agradó, criticaron fuertemente al tipo que mata a la mujer y volvieron al duro debate que tenían pendiente: ¿quién ha sido el mejor de la historia, Pelé o Messi?
No me preguntaron y cuando quise dar mi opinión me ignoraron, así que aquí la expresaré: Pelé supera a Messi. Antes, en el intermedio, sí me escucharon más o menos con atención cuando les comenté el costo que había tenido la producción que estábamos viendo: más de un millón de dólares, casi dos millones. Eso había leído en algún lado. A mis nietos les pareció muy cara la ópera. Lo raro es que ven razonable y hasta barato que Messi cobre tres o cuatro veces esas cantidades al mes.
Siempre me ha llamado la atención la subjetividad con la que asignamos valores y precios a los servicios o a las mercancías. ¿Es inmoral que a Messi le paguen una fortuna cuando en el mundo hay cientos de millones de personas con hambre? Ni es inmoral ni hace mezquino a nadie: se trata simple y sencillamente del fenómeno tan humano que los griegos llamaban crematística: la obsesión por poseer cada día más patrimonio. Algo, por lo demás, que en opinión de economistas neoliberales hasta podría ser un paradigma de ética, ya que el afán de acumular riqueza es lo que lleva a la creación de empresas que, ni hablar, generan empleos —así no sean tan bien pagados— de los que viven muchísimas familias en todo el mundo.
Creo que la falta de entendimiento de ese fenómeno ha llevado a grandes errores de política económica. ¿Cuánto vale una cosa? Lo que alguien esté dispuesto a pagar. Admiro a Andrés Manuel López Obrador y desprecio las formas de Ricardo Salinas Pliego, pero me parece que el primero se equivocó cuando dijo que al segundo debería darle vergüenza poseer un yate enorme en un país con tanta pobreza.
La riqueza no es la causa de la pobreza. De hecho, la pobreza disminuye en las sociedades en las que aumenta la riqueza. Tiene Salinas Pliego derecho a disfrutar su dinero, si es producto de su honesto talento empresarial y ha pagado correctamente sus impuestos. Otra cosa es si hay dudas acerca del origen de la fortuna de este hombre de negocios; no tengo idea acerca de eso, así que no lo juzgo —de sus impuestos cero que no hay mucho que decir: según el SAT debe miles de millones de pesos; ojalá, como en la canción cubana, el poder judicial ya lo obligue a tomar chocolate y a pagar lo que debe—.
Hace algunos años leí una entrevista que le hicieron a un barítono italiano, creo que llamado Leo Nucci. Recuerdo tal entrevista porque el artista se quejaba del costo de la ópera para el público en algunos teatros: “El precio de la ópera es obsceno”, decía. Y contó que una vez invitó a su familia a una representación en la Scala de Milán, en la que él actuó. No le agradaba que le regalaran las entradas, así que las pagó: ¡casi 4 mil dólares por tres boletos!
El barítono Nucci comentaba en la entrevista que la ópera no necesita producciones tan caras, de millones de dólares. Y recordaba que en la época de María Callas todo era más sencillo. Según él, a la ópera no le vienen bien la costosa modernidad y la tecnología de las funciones de la actualidad. El barítono, por lo demás, presumía que su voz no fallaba porque tenía una técnica infalible para fortalecer los músculos del estómago y del diafragma: pedalear en bicicleta casi a diario.
Con Leo Nucci estoy de acuerdo en entrenar en bici, deporte que me encanta —en estos días ha empezado el Giro de Italia y ha sido ya brillante la actuación de Tadej Pogačar—. Pero no puedo apoyar lo que el cantante dice acerca de que la ópera debe volver a la sencillez que alguna vez tuvo: a villamelones como yo, o a principiantes como mis nietos, tal vez no nos gustaría la ópera sin las grandes producciones. ¿Cómo ponerla a competir con los conciertos populares tan extraordinariamente tecnificados? Messi sin la parafernalia mercadológica del Barcelona jamás habría sido el monstruo futbolístico en el que se convirtió. Pelé, en otro tiempo, también se benefició del aparato que tenía a su disposición: las estrellas de Brasil con quienes ganó varios mundiales. La producción que acompaña y arropa al genio cuenta, y mucho.
El hecho es que la ópera necesita gasto y tiempo de planeación y ejecución. Es un espectáculo muy complejo que requiere: escenografía, vestuario, iluminación, maquillaje, orquesta, cantantes y tiempo, mucho tiempo. Una especialista, Aitziber Aretxederra, ha dicho en algún diario vasco que la preparación de la ópera es “un trabajo que, normalmente, arranca entre 3 y 4 años antes”. La cito
- Aretxederra afirma que con más de dos años de antelación “ya se cierra la contratación de los cantantes, gente muy ocupada y con agenda muy apretada”.
- “Son numerosos los pasos que hay que dar con mucha antelación, aunque no sea hasta un mes antes de la representación cuando, realmente, arranca todo el proceso de montaje y entran en juego, además de la parte técnica, los artistas, que primero ensayan la parte musical y luego, añaden, casi al final, la de escena, con movimiento sobre las tablas”.
- “Hay muchos equipos trabajando al mismo tiempo. Son muchos pequeños detalles los que hay que tener en cuenta para que luego el espectáculo, que es tan complejo y tan completo, resulte bien”.
En las campañas electorales es la misma cosa: la producción es costosa y lleva tiempo
Las campañas ee preparan con años de anticipación. Es lo que hizo la oposición con las marchas rosas. ¿Cuántas fueron? Contemos:
- 1. La primera, supuestamente en defensa del INE, el 13 noviembre de 2022.
- 2. La segunda, en febrero de 2023 contra el plan B del presidente López Obrador para reformar las leyes electorales.
- 3. La tercera, en febrero de este año para defender al poder judicial.
- 4. Viene la cuarta movilización rosa, la del próximo 19 de mayo, exactamente el día del tercer debate.
El 19 de mayo será el acto final de la gran producción opositora , en la que ya todo el mundo se quitó la máscara: será un mitin de apoyo a la candidata de la alianza PRI, PAN, PRD.
La producción de la ópera rosa le ha salido muy bien a la oposición porque, evidentemente, dinero ha sobrado para hacerla espectacular. ¿Por qué, entonces, su candidata, Xóchitl Gálvez, va tan rezagada en las encuestas? Porque ella es mala cantante y, también, porque es pésima la historia de la suma democrática y ciudadana de los dos partidos políticos más desprestigiados, el PRI y el PAN.
En el teatro, la tecnología ayuda a las buenas óperas, siempre y cuando la orquesta y los y las cantantes tengan nivel. Todos los recursos tecnológicos del mundo de nada servirán si la música es atroz y las canciones espantosas. Es el caso de la oposición.
PRI + PAN + Claudio X. + Xóchitl = derrota presidencial.
Sin tanto rollo, sin pretender engañar a nadie con movilizaciones ciudadanas en realidad organizadas por partidos políticos, Claudia Sheinbaum se mantiene adelante en las encuestas. Juega fácil, o parece sencillo lo que hace, como Pelé o Messi. Producción sí ha tenido la campaña de la candidata de izquierda, y ha sido buena; de hecho es la producción más adecuada para un proceso electoral en México: a ras de tierra, conviviendo con la gente, cercana a quienes votan, esto es, a la parte mayoritaria de la sociedad que en 2018 eligió un cambio de rumbo y no quiere volver al pasado de corrupción y frivolidad de los gobiernos del PAN y del PRI.
La marcha rosa del 19 de mayo debe sumarse a los gastos de campaña de la oposición, pero también las tres marchas anteriores. Todas han tenido el mismo propósito: restarle votos a la izquierda. Que no lo hayan conseguido no elimina el gasto realizado: enorme.
Si la cosa queda solo en eso, será el del próximo día 19 un evento proselitista más. Pero si, como es la intención de algunos estrategas opositores, lo que se busca es generar violencia para denunciar represión en el último debate presidencial, entonces ya estamos hablando de golpismo dirigido a anular la elección que el PRI y el PAN a la buena no pueden ganar. Ya será responsabilidad de las autoridades impedirlo, y de Claudia y su gente no caer en la provocación.