Aunque el término “metaverso” fue originalmente acuñado en 1992 por el escritor de ciencia ficción Neil Stephenson en su novela titulada “Snow Crash”, me parece que, en los dos últimos años, ha cobrado gran notoriedad y popularidad todo lo relativo al metaverso. Por un lado, puede tener su explicación en el hecho de que Facebook, una de las Big Techs con mayor presencia digital a nivel global, decidió transformarse y convertirse en “Meta” y explorar sus posibilidades en tal terreno. Por otra parte, las profundas transformaciones sociales y los avances tecnológicos acelerados por la pandemia del Sars Covid-19 en relación con las más diversas áreas de la actividad humana, se han traducido en decenas de miles de millones de dólares de inversiones en desarrollos relacionados con el o los metaversos.
Ahora bien, hay que visibilizar que el significado de la palabra metaverso se ha ido ampliando y modificando para incorporar, paulatinamente, bajo su manto conceptual, a tecnologías y desarrollos emergentes en el terreno de lo digital. En ese orden de ideas, vale la pena advertir que su significado puede ser susceptible de modificarse en lo futuro.
A pesar de ello, me parece que si tuviésemos que describir lo que hoy entendemos por metaverso podríamos, posiblemente en una manera muy simple pero didáctica, decir que es el ámbito o espacio de lo generado por computadora en el sentido de una realidad extendida o XR (por sus siglas en inglés). Este acrónimo abarca a su vez todos los aspectos que hemos desarrollado y relativos a la realidad aumentada (AR), la realidad mixta (MR) y la realidad virtual (VR).
En este momento, el metaverso se encuentra compuesto por espacios de XR con menores o mayores grados de inmersión posibles en los que tienen lugar muy diversas interacciones entre humanos y entidades automatizadas. A su vez, estos espacios e interacciones se encuentran soportados en cuanto a sus arquitecturas por inteligencias artificiales.
Muchas de estas interacciones ya ocurren de modo cotidiano por medio de aplicaciones de realidad aumentada que las personas tenemos instaladas en nuestros dispositivos y nos ayudan o resultan útiles en materia de movilidad, visitas virtuales, comercio, etcétera. Algunas otras, se sitúan en marcos o dominios más inmersivos, como ocurre en el caso de muy diversos juegos y plataformas de entretenimiento. Finalmente, algunas interacciones de las que suceden en el metaverso ya se ubican en los denominados “mundos reflejo”, que duplican, en muchos sentidos y para muchos efectos, los entornos de la vida real.
Son innegables las ventajas que, como humanidad, sociedad y en lo personal hemos obtenido en virtud de los desarrollos tecnológicos y el espacio digital. En concordancia con ello, quienes proponen XRs y el desarrollo de mundos en línea cada vez más avanzados e inmersivos, sostienen y enfatizan que esto puede traer beneficios sustanciales en materias fundamentales como la educación o la atención médica, la participación ciudadana, el acceso universal a la información, la rendición de cuentas, el desarrollo democrático y la economía, entre otras. También consideran que más datos incorporados en las experiencias de las personas, aunado al progreso de la inteligencia artificial y el desarrollo de espacios y experiencias completamente nuevos para las y los usuarios, son elementos que pueden traducirse en una expansión y enriquecimiento de sus vidas. Lo anterior, pareciera un escenario futuro ideal para la humanidad.
Sin embargo, algunos autores, académicos, centros de investigación, organizaciones e instituciones han comenzado a llamar la atención de los Estados, los reguladores, las personas y de los más diversos agentes sociales, en el sentido de que deben escucharse y atenderse desde ahora algunas preocupaciones, retos y desafíos que han ido surgiendo en torno al metaverso y sus avances. Estos retos y desafíos, tienen que ver con la salud, la seguridad, la privacidad, la intimidad y la autodeterminación informativa de las personas, al igual que con las diversas implicaciones económicas que tendrán estos nuevos espacios. Estas preocupaciones, previsiblemente, pueden proporcionalmente agravarse en su incidencia, materialización y efectos, en la medida en que aumenten las posibilidades de mayores grados de inmersión para las personas en las XR’s que se desarrollen y, claro está, amén de su ocurrencia en mundos reflejos paralelos.
En línea con lo anterior, me parece que debemos asegurarnos de que el o los metaversos en que interactuemos para los más diversos fines, no sean desarrollados y avanzados por los mismos intereses y lógicas que, como sabemos, muchas veces desdeñan o se ubican al margen de la debida consideración, prevención, atención y respuesta a tales aspectos.
Mtro. Julio César Bonilla Gutiérrez, Comisionado Ciudadano del INFO CDMX