Se anunció por parte del gobierno federal el plan para que antes de terminar este año comience operaciones una nueva línea aérea, a cargo de la SEDENA y que llevará el nombre de Mexicana de Aviación, en un simbólico acto de justicia y homenaje a la aerolínea desaparecida en forma criminal por el gobierno usurpador de Felipe Calderón.

Pero con el renacimiento de Mexicana revivieron también las voces de los sectores más precarizados de la derecha, precisamente aquellos que han hecho de lo aspiracional una ideología, y del echaleganismo un estilo de vida. Para decirlo con todas sus letras: el panismo jodido revivió de pronto para criticar, como tantas veces hicieron durante los años del periodo neoliberal, lo que ellos llaman “privilegios inaceptables” de los trabajadores al servicio de empresas del Estado.

De inmediato, estos panistas aspiracionales comenzaron a exigir que quienes vayan a ser empleados de la anunciada aerolínea no gocen, por ningún motivo, de lo que llaman “insultantes privilegios”, “prebendas” y demás términos que a duras penas saben pronunciar pero vociferan con igual enjundia que si comprendieran su significado.

Repiten al pie de la letra el mismo discurso que en tiempos de Calderón se usó para emprender, con la complicidad de los medios de comunicación, toda una campaña de desprestigio, chantaje y acoso mediático contra los sindicatos de trabajadores y sus conquistas laborales históricas. Dos casos fueron emblemáticos: el de la ya citada compañía de transporte aéreo y el brutal golpe a Luz y Fuerza del Centro, cuando de un plumazo 44 mil trabajadores fueron enviados al desempleo por Javier Lozano Alarcón, el entonces Secretario del Carajo, que diga del Trabajo.

Es justamente el argumento de los “privilegios inaceptables” el que más repiten como pericos los panistas aspiracionales que tanto alaban la “productividad” de la iniciativa privada, y que descalifican por sistema a las empresas públicas. Irónicamente, algunos de esos panistas wannabes tragan gracias a la chambita que mal desempeñan en alguna dependencia del gobierno, a la que entraron hace años gracias al palancazo de algún compadre que les consiguió la plaza.

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Otros se sienten afortunados de tener una chambita de hambre en alguna empresa privada, donde generalmente están contratados por “honorarios” y sin prestación alguna, y unos más se sienten “empresarios” porque tienen un despachito pedorro o una empresita en donde son el milusos (“gerente”, contador, recepcionista y conserje, todo en uno).

Todos ellos, sin excepción, despotrican contra los “insultantes privilegios” de los “huevones” (así les llaman) trabajadores de las empresas públicas, pero en casi todos esos hogares se cobra alegremente algún tipo de apoyo social, sea la beca escolar de los hijos, o la pensión de adulto mayor del abuelito; y a ninguno de estos apoyos le hacen gestos.

Para estos panistas aspiracionales que trabajan como burros de carga para sacar la quincenita con que han de pagar la renta, la despensa cada vez más magra, el abono de Elektra y la mensualidad de la tarjeta de crédito (hasta el tope), resulta inadmisible que haya trabajadores que tengan garantizado, por contrato colectivo de trabajo, un mejor nivel de vida que ellos, que se desloman a diario y nunca les alcanza para darse la vida que desean.

“¡Huevones!

¡Vividores del erario!

Aúllan lastimeramente mientras “exigen”, con todas sus fuerzas, “cancelar las prebendas” de los sindicatos.

¿Criterio eficientista, o simple envidia?

Tristemente, una victoria cultural del neoliberalismo, profundamente acentuada en la sociedad mexicana, ha sido la imposición del criterio del individualismo a ultranza; del “cada quien se rasca con sus propias uñas”, del “mientras yo esté bien los demás que se chinguen”.

Pero al mismo tiempo que el neoliberalismo entroniza al YO como único dios de MI universo, la proverbial “mentalidad de los cangrejos” que nos adjudican a los mexicanos aflora en estos aspiracionales que con poco criterio y mucho hígado claman por “cancelar privilegios” que en realidad son derechos laborales consagrados en la ley.

“¡Cómo! ¿Por qué ellos sí y yo no?”

Lo cual deja margen para una reflexión: ¿no sería mejor que como trabajadores que también son (o “emprendedores”, como gustan de autonombrarse los panistas dueños de un changarro), lucharan por lograr similares condiciones laborales en vez de pugnar porque todo mundo esté igual de jodido que ellos?

¿Qué lo ideal no sería tratar de igualar a la sociedad hacia arriba, y no hacia abajo?

Respondan esto, panistas, si pueden: ¿seguirían considerando “indebidos” esos “escandalosos privilegios” si quienes los disfrutaran fueran ustedes?

Por supuesto que no: un perro callejero puede estarle ladre y ladre al puesto de tacos, pero en cuanto el taquero le avienta unos cuantos pellejos se queda calladito comiendo.

Curioso en verdad este “comunismo aspiracional”: si no puedo aspirar a tener mejores condiciones de vida (por cobardía, por conformismo, por agachón, por ser un lobomotizado por la televisión, etcétera), entonces que los demás se jodan igual que yo. Si otros han logrado a través de años de lucha tener un nivel de vida al que yo no puedo aspirar porque carezco de lo principal, luchar por él, ¡exijo que aquellos sean igual de agachones que yo!

¡Socialización de la mediocridad!

Vaya derecha de quinto patio la que nos tocó padecer en México: cerril, fake, de mal gusto y encima de todo incongruente: ladran muy fuerte sobre las “bondades del libre mercado”, y en los hechos aúllan pidiendo un comunismo clasemediero.

Para vomitar.

Twitter: @Renegado_L