Definición de pitorrearse de la Real Academia Española: “Guasearse o burlarse de alguien”. El equipo mexicano podrá pitorrearse de la crítica especializada. Vi el juego contra Polonia y, la verdad sea dicha, México jugó mucho mejor. Fue un empate extraordinario porque a los polacas el árbitro les concedió un penalti bastante dudoso.
Pensé que íbamos a perder, y feamente. Me dejé llevar por la comentocracia futbolera que durante meses dijo en los medios que la selección de futbol de México no valía nada. Acerca de Polonia solo leí elogios y pronósticos acerca de que nos acribillaría Robert Lewandowski, estrella del Barcelona.
No debí confiar en la objetividad de los y las periodistas de las secciones de deportes. Me faltó sagacidad para comprender que no son diferentes a la comentocracia política.
Cuando Memo Ochoa paró el tiro de castigo de Lewandowski pensé de inmediato en el gran regalo que nuestra selección le ha hecho al presidente López Obrador: un argumento más, y más cercano al pueblo, para seguirse pitorreando de medios y periodistas.
A Andrés Manuel le pasa lo que hoy ocurrió con México en el estadio de Qatar: llega a los grandes momentos condenado a perder por los y las columnistas, pero invariablemente las cosas le salen muy bien, tal como lo prueban las encuestas.
Merece el periodismo político mexicano las burlas de AMLO. Merecerá el periodismo deportivo los pitorreos de Edson Álvarez, el Tata Martino, Memo, el Chucky, Alexis Vega…
En fin, vi el juego en Televisa —porque El Perro Bermúdez es el mejor en la narración; muy superior a los de TV Azteca—, y desde el minuto 40 llegué a la conclusión de que la comentocracia me había engañado.
Por fortuna, como ocurre con cada linchamiento mediático contra AMLO, la mayoría de la gente no se dejó engañar. Decenas de miles de aficionados y aficionadas que estaban en el estadio de Qatar, lo mismo que millones de mexicanos y mexicanas en la TV sabían que México tenía un buen equipo y se probó en la cancha.