“Trump no es proteccionista. Utiliza la política comercial como instrumento de geopolítica, como herramienta de negociación”. Mire lo que hizo con México… Hay que entender que es lo que piensa Trump”. Javier Milei
¿Dónde habrá estudiado economía el presidente de la Argentina? La imposición de aranceles es la medida proteccionista por antonomasia y en estricto sentido es un impuesto que se le aplica a las importaciones provenientes de un país o de varios, según sea el caso. En el caso del acero y del aluminio, Trump pretende aplicar aranceles a todos los países del orbe, con la posible excepción de Australia.
Las medidas proteccionistas indudablemente tienen un uso geopolítico, eso no es novedoso. Así lo fue desde su origen, en el siglo XIX. El economista alemán Friedrich List sugirió que para que la Confederación Germánica pudiera estar en condiciones de competir contra la más desarrollada industria británica, tenía que restringir las importaciones provenientes de la Gran Bretaña. Algo similar está sucediendo ahora, con una característica sui generis: Trump quiere mantener el predominio económico estadounidense, pero su estrategia es extremadamente agresiva; en su afán de disminuir a su principal competidor mundial, China, está afectando a sus socios y aliados tradicionales. La geopolítica, bajo esta última circunstancia, le está importando un bledo.
El proteccionismo tiene como propósito restringir la entrada de productos extranjeros en un país. Se intenta, con ello, proteger a la industria nacional, ante sus desventajas competitivas en calidad y precio; en tanto que en el largo plazo se busca la sustitución de importaciones y la autosuficiencia productiva. También se aplican medidas proteccionistas cuando se denotan prácticas desleales como el dumping o el transbordo, mismo que se da cuando un país elude aranceles, utilizando como puente comercial a un tercero.
La historia económica indica que el proteccionismo, pese a sus objetivos nacionalistas, trae consigo cuatro fenómenos indeseables:
- Desincentiva la competencia, lo que lleva a que no se produzca con la calidad requerida y a mecanismos de extracción de ganancias fáciles al prohijarse un mercado cautivo, que es aprovechado por las principales empresas productoras, más cuando al interior de un país prevalecen estructuras monopólicas u oligopólicas.
- Existe un impacto en costos y precios, mismo que sólo se supera cuando las empresas locales alcanzan los niveles de competitividad prevalecientes en el mercado mundial. El sentido positivo del libre comercio siempre será que permite adquirir bienes e insumos a un menor precio y con una mayor calidad, conforme a los estándares promedio del mercado internacional.
- De no existir autosuficiencia productiva, se seguirá importando inevitablemente, lo que afectará siempre al consumidor final; no debe olvidarse que ya sea directamente o por transferencia de costos, el arancel se convierte en un impuesto al consumo. De modo que el gravamen lo termina absorbiendo el consumidor del país que impone los aranceles.
- Generalmente los países afectados por los aranceles responden también aplicando aranceles, lo que desencadena guerras comerciales que pueden trascender a otro nivel cuando se trata de productos estratégicos que son indispensables para el funcionamiento de las economías, o cuando se trata de productos básicos para la supervivencia de la gente. El mundo, peligra, quien dirige ahora los destinos de Estados Unidos es un émulo de dictadores con aspiraciones globales horrorosas.
La imposición de aranceles de 25% al acero y al aluminio tiene un efecto dañino amplificado, ya que se integra a distintas cadenas productivas de diferentes industrias, que conviene citar: la de la construcción, la automotriz, la energética, la de maquinaria pesada, la del transporte, la manufacturera y la médica. Si se quiere ver más específicamente, el consumidor estadounidense sufrirá este gravamen cuando adquiera viviendas, automóviles, electrodomésticos y demás productos electrónicos y absorberá un número importante de costos relacionados con la propia operación de las empresas de su país (bienes intermedios, de capital y energéticos); así como con los que se derivan de los costos de fabricación de los medios de transporte.
La obnubilación arancelaria de Trump afectará a países con los que mantiene acuerdos comerciales o con los que ha mantenido alianzas estratégicas, tanto en América, como en Asia y Europa. Lejos está Estados Unidos de ser autosuficiente: una cuarta parte del acero que utiliza es importado en su mayor parte de Canadá, Brasil, México, Corea del Sur, Vietnam, Japón, Alemania, Taiwán, Países Bajos y China. Con respecto al aluminio el contexto es aún peor: la mitad de este metal es importado de Canadá (3.2 millones de toneladas), siguiendo en orden de importancia Emiratos Árabes Unidos (0.347 millones de toneladas) y China (0.223 millones de toneladas).
![Principales exportadores de acero a Estados Unidos en 2024 por millones de toneladas](https://www.sdpnoticias.com/resizer/v2/D6GVGZZWKBCNHBS6UHLBHFUSNQ.png?smart=true&auth=f175a2e198aebf8f4000cf0bf979681da129fe77c892fe32e87b8adfb4f69b9d&width=1953&height=990)
Es clara la importancia estratégica que tiene Canadá como proveedor de acero y aluminio, de ahí la pretensión de Trump de convertirla en un estado más de la Unión Americana. Tonto no es, prepotente y burdo sí.
Tengo mis dudas sobre la gráfica de la balanza comercial que se presentó en la Conferencia del Pueblo, hoy 11 de febrero, el secretario de economía, Marcelo Ebrard. Más específicamente, dudo del dato sobre el déficit comercial que tiene Estados Unidos con China en acero y aluminio de 13 mil 949 millones de dólares, porque se observa una baja participación del país asiático dentro de las importaciones de Estados Unidos. Sería bueno revisar como llegó a ese dato la fuente consultada por Ebrard (US Census Bureau) a manera de contar con una información razonada que sea útil al momento de iniciar las pláticas o negociaciones particulares con Estados Unidos.
China es el principal productor de acero y aluminio en el mundo, con más de 55% y 50% de la producción global, respectivamente, y sus alcances comerciales son más que evidentes. Durante 2024 el gobierno estadounidense impuso aranceles al acero y al aluminio enviados desde México y que fueron fabricados en países distintos a los que integran el T-MEC. Dicha imposición arancelaria estaba dirigida hacia China, pues se perseguía que este país dejará de eludir impuestos a través de México. De modo que se impuso una tarifa de 25% al acero no fundido o vertido en México, Canadá y Estados Unidos y de 10% al aluminio. En pleno año electoral el expresidente Biden indicó que se actuó así para cerrar los huecos que había dejado su predecesor Donald Trump, que permitieron que China burlara las reglas del comercio.
Poco pudo hacer el expresidente López Obrador, sólo consiguió que no se aplicaran estos aranceles al acero y al aluminio fundidos y vertidos en Brasil. Esta práctica de transbordo de China, sin embargo, no resulta suficiente para explicar el déficit comercial estadounidense en 2024 con el país asiático. Se estima que sólo alrededor de 13% de los 3.8 millones de acero que importó Estados Unidos de México se fundió o vertió fuera de México, Canadá o Estados Unidos; en tanto que únicamente 6% de las 105 mil tonelada de aluminio provenientes de nuestro país fue fundido o vertido fuera de México, Canadá o Estados Unidos. Estos datos son claves para que el gobierno estadounidense no nos eche la culpa de su mal desempeño comercial.
Lo cierto es que ahora se pretende aplicar un arancel de 25% a todas las exportaciones de acero y aluminio de México, sin importar en donde fueron fundidas o vertidas. Desde luego, es importante convencer a Estados Unidos que las tarifas al acero y al aluminio afectarán a todas las cadenas de suministros y de valor en las industrias donde estos metales juegan un papel preponderante. De no existir convencimiento, el T-MEC llegaría de facto a su fin y se tendría que pensar en el plan “B”. Bajo estas circunstancias, lo que menos convendría es actuar de la misma forma que Canadá y China, que tienen un alto grado de autosuficiencia en acero y aluminio.
México tendría tres caminos a seguir ante una negativa radical de reconsideración del gobierno del Trump con respecto al acero y al aluminio: 1) disminuir las exportaciones y concentrarlas en el mercado interno; 2) eliminar los aranceles que se le hayan impuesto a otros países considerando las necesidades y capacidades de las empresas e industrias mexicanas; y 3) asegurar la provisión de estos metales estratégicos mediante convenios con China, Canadá, Brasil, Corea del Sur, Vietnam, Japón y Alemania, principalmente.
En materia comercial nuestra política tendría que ser siempre selectiva, anulando aranceles en donde se requiera y aplicándolos sólo cuando empíricamente se tenga la certeza de que los productos importados sean prescindibles o innecesarios. Debemos recordar que un gravamen mal aplicado afecta la estabilidad de precios y reduce las capacidades productivas de las economías nacionales, haciéndolas menos competitivas tanto en calidad como en precios. Estoy seguro de que el pueblo norteamericano se dará cuenta de eso, cuando las quimeras de grandeza de su presidente energúmeno afecten su bolsillo o cuando la superioridad competitiva de China y del bloque de los BRICS se haga aún más notoria e irreversible a nivel mundial.
México dista de ser un país sumiso y en su caso, encontraremos el mejor de los caminos para salir de nuestras dificultades, pero sin doblegarnos. ¡No Milei!, nuestra historia y dignidad como pueblo está a prueba de dictadores y no intentamos forjar nuestro destino interpretando a tiranos por muy poderosos que sean. Tampoco nos interesa lo que digas o pienses sobre nuestro país porque tu zalamería ronda en la abyección intelectual.