La nota del inicio de semana se la llevó el ya ex primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. El anuncio de su dimisión se ha robado los titulares del mundo. En los últimos meses el carismático liberal había venido sido blanco de severas críticas al interior de su partido, mismo que celebrará elecciones próximamente.

Los problemas fueron acumulándose, desde las denuncias de racismo en contra de los pueblos originarios por parte de la Corona Británica y el fuerte vínculo de Trudeau con la mancomunidad, hasta la renuncia de su ex ministra de Finanzas Chrystia Freeland y las presiones del electo presidente Donald Trump al anunciar aranceles a productos canadienses. Una medida que no sentó nada bien entre la población del país de la hoja de maple y que seguramente esperaba una defensa más sólida por parte de Trudeau.

Ahora bien, difícilmente un primer ministro renuncia por ese tipo de situaciones, el tiempo irá descubriendo los verdaderos motivos que existieron para separarse del cargo.

Por su parte, en Estados Unidos están a menos de 15 días de que Donald Trump asuma su segundo mandato en la Casa Blanca. Su discurso agresivo, le ha convertido en el ‘bully’ de América del Norte.

El magnate es un “showman” de la política, y dirá lo que tenga que decir para captar la atención de su base electoral. Su intención no es otra cosa que generar estridencias y acaparar la conversación para continuar apabullando a los demócratas.

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La realidad es que el crimen, la salud, la inmigración y la economía son verdaderos y severos problemas para Estados Unidos, pero ni las adicciones son culpa de los carteles mexicanos, y tampoco la violencia y el desempleo son culpa de los migrantes. La política arancelaria suena como música para los oídos del votante conservador pero la economía norteamericana está tan globalizada que sería un verdadero problema económico. Todas falacias de problemas irreductibles a ese tipo de expresiones.

Y estos son solo algunos ejemplos de cómo Donald Trump es durísimo en sus expresiones, pero finalmente sabe que una vez asuma el cargo, sus acciones deberán ser tendientes a moderarse. México ya tuvo al “showman” cuatro años de vecino presidente.

Por su parte, México tiene una presidenta que inicia el año con casi el 80% de aprobación. En esa aprobación finca su sólido y también respetuoso discurso para proteger al país del bullying político que pretende imponer el prácticamente ya presidente Trump.

Claudia Sheinbaum ha dejado clara su postura de no permitir el injerencismo y en ese sentido, el gobierno norteamericano tiene un par de cosas pendientes que aclarar. La ola de violencia en Sinaloa, por ejemplo, no se entiende sin la participación pasiva o activa de Estados Unidos. Sin el mínimo tacto y sin medir las consecuencias, actuaron únicamente con fines políticos.

Sin embargo, las víctimas de esta guerra son solo personas estigmatizadas absurdamente por políticos y periódicos estadounidenses que entienden poco y nada de la realidad; en la Casa Blanca, seguramente ni siquiera son consideradas esas bajas.

Si en muchas ocasiones hemos hecho referencia a los “muertos y desaparecidos de Calderón” por su fallida y sucia guerra contra el narco, hoy deberíamos ser capaces de decir “los muertos y desaparecidos por culpa de EU en México”.

Finalmente, bien hace la presidenta Sheinbaum de mantenerse firme en su postura con relación al próximo presidente de Estados Unidos. Se mantiene la expectativa de lo que suceda en Canadá. Porque a pesar de los contextos de cada uno de los tres países, el objetivo final, el más urgente, es la renegociación del T-MEC y lograr acuerdos que beneficien a todas las partes y permita transitar en todas las aristas.

Vanessa Félix en X: @vanessafelixmx