La China posterior a Mao Tse Tung tuvo por líder a Deng Xiao Ping. Durante su extenso y eficaz mandato se consolidaron varias líneas que modificaron la inercia maoísta, entre ellas y destacadamente, el permitir sistemas distintos al comunismo en tres “provincias” que unilateralmente China considera como propias pero que, buena parte de sus poblaciones asume como países independientes.
El caso de Hong Kong, colonia británica controlada por “la casa noble”, es un exitoso rincón del capitalismo voraz y una sociedad democrática, angloparlante y pro occidental que, aunque siempre fue claro el acuerdo de devolver el control del enclave británico a China, esta provincia aún mantiene un sistema con márgenes democráticos.
En el Tíbet nunca se ha tratado de modificar la atávica teocracia medieval budista que elige a un reencarnado como Dalai Lama; esto, aunque se han “identificado” a varios altos lamas entre niños nacidos en territorios distintos, y opuestos a otros “identificados” por la corte exiliada del Dalai, pero casualmente nacidos fuera del Tíbet. Una vez que muera el Dalai Lama, con seguridad Pekín impondrá un monarca a modo.
En el caso de Taiwán, el asunto cambia en función de que hay una profunda división interna entre los independentistas que se asumen como un país diferente a China, y el partido anticomunista Kuomitang, dirigido en su última etapa por Chang Kai Shek, quien perdió una guerra civil contra Mao Tse Tung y se refugió en la isla de Formosa desde 1949 ostentando durante mucho tiempo frente al sistema de Naciones Unidas la representación de China (aún en el Consejo de Seguridad de ese organismo internacional), lo que hace que su gobierno se denomine como el gobierno de la República de China.
Paradójicamente, los antes acérrimos enemigos nacionalistas y comunistas, ahora coinciden en la postura de que la Isla de Formosa y el gobierno de la misma (conocido en el mundo como Taiwán), son indisolublemente, parte de China; mientras que el hoy gobernante partido independentista que proviene de una tradición política más cercana al periodo de la ocupación japonesa, sostiene que Taiwán es una nación independiente a la China continental.
El cambio de visión que referimos entre Deng y Xi radica en que, la tolerancia a los sistemas políticos diferentes al comunismo se redujo considerablemente en la nueva etapa de la China capitalista que hoy se vive. Sin embargo, los 75 años de autonomía y confrontación entre Taipei y Pekín hacen evidente una realidad: que Taiwán es una nación en muchos sentidos distinta a la China continental, además de haber evolucionado, desde el proto fascismo de Chang Kai Shek, a la democracia liberal consolidada y que hoy la gobierna.
China ha sido históricamente una gran potencia de tierra; sus salidas al mar encuentran siempre poderosos e históricos enemigos como Japón y Corea del Sur, por lo que recuperar el control de Taiwán, tiene una connotación geoestratégica que cambiaría el balance en el Asia-Pacífico, debilitando la estructura comercial de los Estados Unidos en la región.
El presidente Nixon logró normalizar la relación entre Estados Unidos y China, en buena medida usando a México para que ésta se reintegrara al sistema de Naciones Unidas. Esta visión esbozada por Henry Kissinger de mantener separados a China y a Rusia, fue exitosa durante el periodo final de la Guerra Fría permitiendo que la Unión Soviética cayera pero, el rol económico de China blindó el modelo político comunista que aún hoy prevalece y la víctima propiciatoria de esta política de equilibrios fue Taiwán, pues quedó aislado del sistema internacional, no reconocido como país independiente por Estados Unidos, aunque militarmente protegido por la llamada ‘Acta de 1979′ que garantiza, mediante medios militares, la situación autonómica de la isla.
Así las cosas, China ha sostenido como un principio vital e irrenunciable la llamada política de una sola China, por lo que Taiwán sólo es reconocida como nación independiente por una decena de países vinculados en su origen a la operación de la CIA. Sin embargo, la muy tecnologizada, occidentalizada y democrática Taiwán, está cada vez más convencida de buscar la independencia plena alejándose de la política a la que también estaba adherida en tiempos del Kuomitang, de una sola China.
Recientemente han sido electos dos presidentes provenientes del partido independentista, lo que pone los pelos de punta a Pekín y hace que constantemente se estén realizando maniobras militares con fuego real en las proximidades de la isla. Taiwán está permanentemente en una situación de alerta, la que recientemente se agravó dado que China ha desplegado distintos elementos que, desde Fujian, ha disparado fuego a Taiwán ante la mirada, cautelosa pero decidida, de la desplegada séptima flota de los Estados Unidos.
En esta nueva era de obligadas alianzas globales, China se realineó con la Rusia de Putin, y Alemania y Canadá se sumaron a las fuerzas desplegadas por Estados Unidos en el estrecho de Taiwán. Por otro lado, el envío de tropas norcoreanas a Ucrania es una clara señal de que los intereses pro chinos y rusos son capaces de instrumentar acciones militares conjuntas para la defensa de sus intereses. Así, la situación en Taiwán se está convirtiendo rápidamente en un teatro de operaciones entre los bloques confrontados.
A diferencia de Ucrania, que histórica y culturalmente siempre ha estado vinculada a Rusia, Taiwán es el exitoso experimento de la democracia liberal en la frontera marítima del gigante comunista, pero nadie en el sistema internacional declara por lo claro que el pueblo taiwanés tiene derecho a la autodeterminación.
Por su parte, México, siempre adherido a los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos, mantiene una culposa relación con la isla pues, la vinculación entre México y la República de China (Taiwán) que se dio continuadamente desde tiempos de Sun Yat-sen, ha sido una historia llena de buenas intenciones y alianzas políticas que se mantuvieron hasta el momento en que, el más antiguo de los embajadores en la república mexicana y representante de la República de China, fue sustituido por el nuevo embajador de la República Popular de China en 1973. Sin embargo, a través del eufemismo de Oficina de Asuntos Comerciales, Taiwán y México mantienen una activa y profunda relación que la China de Mao no cuestiona por la importancia diplomática que México siempre ha tenido con esa nación desde tiempos del reino de la Nueva España, pasando por el Primer Tratado de Igualdad, firmado entre la República Mexicana de Don Porfirio y la emperatriz viuda de la dinastía Ching, y que dio pie a que Estados Unidos y otros, abandonaran los tratados desiguales que se habían impuesto en tiempos de la Guerra del Opio.
Posteriormente, durante la revolución China, los gobiernos de Obregón y Calles reconocieron siempre, a pesar de la ocupación japonesa, al gobierno de la ROC (Republic of China) y luego, como ya se dijo, México fue el principal promotor de que China regresara al sistema de Naciones Unidas, cosa que el país de la muralla nos agradeció regalando la única pareja de pandas que dejaron de ser propiedad de China y sus descendientes aún habitan en el Zoológico de Chapultepec.
Por ello, y porque Taiwán fue territorio del reino de la Nueva España como parte de la provincia de Filipinas, los márgenes de nuestro gobierno son tan amplios con Taipei y con Pekín, como para sensibilizar al gobierno comunista con nuestros principios de autodeterminación e impulsar un referéndum para que se resuelva el asunto de la independencia de Taiwán; cosa ésta poco probable durante la presente administración, pero que es la única salida lógica para evitar una confrontación militar entre Estados Unidos y China por el control de la Isla de Formosa.