Los propagandistas de la autoproclamada 4T han dicho que la elección de jueces y magistrados por sufragio universal será un ejemplo para el mundo. Repiten, ufanos, que la reforma al Poder Judicial ha sido el triunfo del “pueblo” de México, como si este concepto desgastado estuviese limitado a los votantes de Morena, y como si el 46 por ciento de los mexicanos no contara en los “planes” del régimen.

Hay algo que debe reconocérseles: la originalidad. Y sí que tienen razón. México será el primer país del globo que elegirá a la totalidad de sus jueces y magistrados federales, incluida la Suprema Corte. Con la excepción de Bolivia, con sus propias particularidades que distan de haber sido exitosas, ningún Estado del planeta ha buscado ni siquiera explorar ese camino que se antoja innecesariamente riesgoso.

Quizás la 4T cree, en su profundo desdén por la democracia constitucional y su amor por el populismo autoritario, que la división de poderes fue una invención mexicana, y probablemente desconocen que se trata de un principio heredado de la ilustración europea del siglo XVIII.

¿Ahora piensan ellos que son capaces de reformar el pensamiento y contradecir las ideas fundamentales de la democracia liberal? ¿Por qué pensarán ellos que ningún país ha implementado reformas que establezcan que los jueces y ministros sean electos por voto popular?

¿Se cree la 4T que un Estado capturado por el crimen organizado está legitimado para ofrecer ejemplos al mundo sobre cómo organizar el sistema de justicia? ¿O hacer lo propio un país donde alcaldes de capitales estatales son salvajemente asesinados y decapitados? ¿O donde un ex secretario de Seguridad ha sido sentenciado por colaboración con los cárteles de la droga? ¿O quizás donde un comando criminal ha asesinado a una decena de hombres y mujeres en un bar en el centro de otra capital?

No, México no puede ser un ejemplo para el mundo. Por el contrario, los líderes de este país, en vez de buscar conducir experimentos judiciales que difícilmente resultarán exitosos, deberían trabajar para sacudirse el control del crimen organizado, así como velar por combatir los problemas estructurales que tanto laceran la la nación e hipotecan el futuro.