“Cuando la autoridad se presenta con la apariencia de transformación, muestra un encanto tan fascinador que puede convertir las comunidades de gentes libres en Estados totalitarios.”

FREDERYK AUGUST VON HAYEK

“-No sabía de ninguna palabra que definiera una dictadura disfrazada de democracia, así que decidí inventármela. - Democradura... –repitió, con media sonrisa- Me gusta el término.”

FERNANDO GAMBOA GONZÁLEZ

Cuando me preguntan a qué país tendemos a parecemos, no es Cuba o Venezuela lo primero que me viene a la mente sino Turquía. Y evidentemente no lo digo porque México y Turquía sean ambos destinos turísticos a nivel mundial. Ni porque ambos sufran los azotes de la naturaleza, especialmente de los terremotos. Tampoco por sus sociedades milenarias, siendo a su vez crisol de nuevas culturas...

Me refiero a ser testigo de cómo muchas de las tesituras manejadas en el gobierno de Recep Tayyip Erdoğan se replican en nuestro país.

Y es que, después de todo, no siempre se puede palpar un golpe de Estado en el sentido tradicional —los militares al poder de un día para otro—. Hay los que se dan poco a poco…

Al menos así fue en Turquía; un transitar —l e n t o— hacia un régimen totalitario.

No cabe hablar de derechas o de izquierdas. Las transiciones autoritarias se dan desde cualquier orientación política, ya lo debiéramos de saber.

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Más allá de curiosidades (los dos, Recep Tayyip y Andrés Manuel, fueron alcaldes de la capital de su país, fundaron sus propios partidos políticos y llegaron al poder por la vía democrática), ambos, de forma continua, se han dedicado a desmantelar a la administración pública. Especialmente las instituciones gubernamentales que vigilan que la democracia y el balance de poderes permanezcan. De allí a que la corrupción no disminuya sino se acreciente, hay solo un paso.

Y en ese sentido no sorprende que en ambas naciones campea la corrupción (allá, como muestra un botón: el terremoto de este año en Turquía hizo se conociera que muchas de las licencias de construcción se obtuvieron por medio de sobornos).

Pero hay otras tonalidades en las que México se va pareciendo.

La captura que se ha hecho del desarrollo científico, el aislar al país en materia de intercambios académicos, la división cada día más pronunciada desde el poder que se hace entre clases sociales, la censura —y también la autocensura— que llevan a cabo los (y de) medios, comentaristas y columnistas.

El desplazamiento se va dando desde una democracia en ciernes hasta una dictadura que nace blanda y más adelante se consolida.

La dependencia que han establecido estos regímenes no es solo con y hacia las Fuerzas Armadas (aunque es quizá el elemento más obvio). También recurren a otros instrumentos.

Ambos gobiernos resultaron maestros en el espionaje; la obtención de información personal y sensible que no debería de estar en manos del Ejército, menos aún de otras estructuras gubernamentales.

Entes normativamente autónomos que pierden su carácter de agencias de investigación para coadyuvar al acceso a la justicia y adquieren la función de cumplir con encomiendas del gobierno, venganzas personales y/o acallar a posibles opositores. Escuchar a detractores y convertir el brazo de la justicia en un apéndice del gobierno para asirse al poder.

Una dictadura a mediano y largo plazos afecta de manera directa a la ciudadanía (limita el poder ciudadano) e incluso a la mismísima clase política.

¿Qué se trae entre manos López Obrador? Pareciera que el Maximato es cada vez más evidente. La pregunta es de qué tipo y rodeado de qué personajes. Y es que la transformación se va dando no solo de manera paulatina y velada en ciertos aspectos; se gesta también una dictadura con la aceptación y el beneplácito de algunos actores que se ven beneficiados.

Por ello, de inmediato es menester responder a lo siguiente: ¿a quiénes sacrificará la 4t a continuación?, y tal vez la principal: ¿cómo puede la clase política darle la vuelta a López Obrador?, ¿cómo puede hacerlo la ciudadanía?