El triunfo contundente de la Cuarta Transformación en las elecciones del pasado domingo debe sí o sí llevar a la reflexión a una derecha cada vez más decadente en México.

Frente a los múltiples positivos de una candidata intachable como Claudia Sheinbaum, hoy ganadora de los comicios, la candidata del otro bando tenía poquísimas posibilidades de ganar. Xóchitl, no construyó su triunfo, construyó su derrota hasta el último momento, donde anticipadamente salió rodeada de los dirigentes de sus partidos a proclamar un triunfo inexistente, para poco después publicar en su cuenta de X una serie de barbaridades, luego salir a felicitar a la ganadora y finalmente, ayer lunes, volver a publicar en la misma red social que impugnará. Así no se puede.

Por el contrario, Sheinbaum Pardo mantuvo desde el comienzo de su campaña un diálogo abierto con todos los sectores de la población. Un México abigarrado donde el pobre y el rico desean ser escuchados, tuvieron la cercanía de la candidata de la 4T, escuchando sus propuestas para que todos vivamos en la prosperidad compartida que ella nos prometió y que estamos seguros cumplirá. Claudia no discriminó, no desatendió, no juzgó y no olvidó jamás que el humanismo es la base del éxito y por eso ganó. Obtuvo el mayor número de votos que ha tenido cualquier candidato o candidata en la historia moderna de México, con el ingrediente principal: es una mujer. Y eso nos debe llenar de orgullo.

Digna representante de Morena, durante su campaña prometió que al llegar a la presidencia pondría énfasis en el bienestar de los que menos tienen, otorgando un apoyo bimestral a las mujeres de 60 a 64 años, construyendo más universidades públicas gratuitas, aumento al salario mínimo por arriba de la inflación, mejores pensiones para trabajadores que coticen en el IMSS e ISSSTE, beca universal para estudiantes de educación básica desde preescolar, afiliar al Servicio Público de Salud para el Bienestar a todos y todas desde el nacimiento, para que nadie se quede sin atención médica gratuita de calidad, no aumentar las tarifa de luz, gas doméstico y por supuesto no tener gasolinazos, facilidades para rentar una casa o créditos para comprarla, atención especial para mujeres que sufran violencia o que estén en peligro que incluya un número de atención telefónica de respuesta inmediata y abogadas en ministerios públicos, un Sistema Nacional de Cuidados eficiente, trenes de pasajeros que conecten a todo el país, garantizar el derecho al agua en todo el territorio nacional, impulso a energía renovables, entre otros temas fundamentales para el buen funcionamiento de México.

Estas propuestas desmantelaron casi desde el comienzo de la contienda a la oposición, cuyos simpatizantes tomaron por primera vez las calles para apoyar a Xóchitl, en una marea rosa que ahí se quedó, como un contrapeso que no logró llevar al triunfo a su candidata. No desestimo el esfuerzo que hicieron, pero tenían que toparse contra la pared ante la experiencia política y la preparación de la candidata morenista, demasiado fuerte, demasiado firme, demasiado honesta para ser vencida.

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A Claudia le dieron su voto treinta y cinco millones de personas, cifra que al final podría ser mayor.

El fenómeno Sheinbaum, similar al fenómeno AMLO que vivimos hace seis años, cambió el mapa político del territorio nacional. De nueve gubernaturas ganaron siete. Guanajuato sigue siendo bastión panista y Jalisco simpatiza con Movimiento Ciudadano.

El priismo cada vez se extingue más, lo mismo que el PRD.

Para las elecciones presidenciales del 2030 es un hecho que a la derecha no le alcanza ni el tiempo ni los personajes. Su tarea será titánica en los años venideros, donde, por ciento, su presencia en el Congreso es tan pequeña que su voz no tiene contrapeso en el mediano y corto plazo.

¿Qué lección debe dejarle a los inconformes está histórica elección?

Lo esencial: que México despertó. A nadie, o casi nadie asustan con el petate del muerto de que estamos viviendo una dictadura, que vamos a terminar peor que en Venezuela, que solo votan por Morena los pobres, que el país va a colapsar, que nos van a quitar nuestra casa, que no tenemos libertad, que el crimen organizado manda, que hubo fraude electoral y una larga lista de estupideces que se desmintieron este domingo en una jornada histórica, pacífica, donde todos fuimos a votar por convicción.

El discurso maquiavélico y catastrofista se queda guardado en el cajón y si quieren repuntar de aquí a seis años, la oposición debe trabajar en lo único que los puede salvar: la reconciliación basada en el humanismo y la honestidad, que es lo que ha llevado al triunfo a Morena, primero con Andrés Manuel y ahora con Claudia.

Por lo pronto, que siga la fiesta. México ya decidió.