“Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado”

Albert Einstein

Tras los fuertes descalabros que tuvo en días pasados el panismo y la toda oposición debido al escándalo de la sentencia de Genaro García Luna en una corte estadounidense, y cuando se pensaba que la marcha convocada este domingo para defender el INE y oponerse al Plan B propuesto por el presidente López Obrador sería un fracaso, sucedió lo contrario: miles de mexicanos salieron a la calle vestidos de rosa y blanco para arengar que “el INE no se toca”.

La marcha fue un ejemplo de civilidad, no hay duda de ello.

Familias enteras se dieron cita en distintas ciudades del país para manifestar su rechazo a la supuesta desaparición del instituto electoral y aunque muchos pensamos que su postura es un error, ellos estaban convencidos de lo contrario y marcharon.

La democracia es así. Unos están a favor y otros en contra de un partido o propuesta y defienden su creencia estemos de acuerdo o no. Sin embargo, el ver a miles (¿millones?) que en otros tiempos rechazaban las manifestaciones callejeras es en verdad un fenómeno digno de tomar en cuenta.

Desde las décadas de los 60´s y 70´s del pasado siglo las manifestaciones masivas iban en contra del capitalismo opresor. Eran, pues, los obreros, los estudiantes, los desprotegidos, los que salían a las calles para intentar tirar al suelo los privilegios de los poderosos. Esa época quedó inmortalizada en la literatura social y política de aquellos años, como muestra de un naciente despertar de las llamadas masas, que estaban inconformes con su lugar en la sociedad y defendían sus derechos manifestándose.

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Los años transcurrieron y quienes tenemos memoria o somos medianamente informados, sabemos que esas manifestaciones mayoritariamente fueron calladas mediante la represión, con el consecuente derramamiento de sangre.

Con seguridad, en el imaginario colectivo, manifestarse era de “pobres” de “revoltosos” de “inconformes”, o de “nacos”, utilizando un término más de moda o reciente.

Así recordamos que cuando la izquierda en nuestro país, calificada como minoría hace apenas unos años, salía a las calles para manifestar su repudio o inconformidad con la oligarquía enquistada en el poder, era fuertemente criticada, incluso, en 2012 los diputados panistas Gabriela Cuevas, Federico Doring y Jorge Francisco Sotomayor presentaron una iniciativa para regular las marchas en la capital del país, tomando como pretexto los desastres que ocasionan los infiltrados en las calles y comercios aledaños.

La propuesta causó tremendo alboroto en la Cámara de Diputados, tanto que Jorge Francisco Sotomayor se dijo “bulleado” por la oposición y todo quedó en ese zafarrancho camaral. Sotomayor renunció al PAN en 2015, pero Cuevas y Doring siguen militando en el blanquiazul y con seguridad también marcharon.

Le cuento todo esto porque como vemos, el mundo da muchas vueltas, tantas que a veces parece totalmente al revés.

Lo que parecía imposible hoy es una realidad. Los ricos también marchan, dijo alguien por ahí en Twitter, y lo hacen no sé si por convicción o por imitación, que en realidad lo mismo da.

Por convicción me parece difícil, porque para tener convicción hay que tener conocimiento y muchos de los que marcharon no sabían en realidad a qué iban, pues sus fuentes de información suele ser la comentocracia amañada y manipuladora, que babea por ver el fracaso de la Cuarta Transformación.

Sabemos de sobra que la desinformación (o información parcial, si le gusta más el término) también moviliza, contagia y caldea los ánimos, de ahí la importancia de la famosa frase de Joseph Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.

Dije también que quizá marcharon por imitación y esto me parece más lógico, pues solemos adoptar conductas que antes criticamos al ver que son funcionales.

Nuestro actual presidente ha tenido desde siempre una gran capacidad de convocatoria, llenando las plazas públicas donde se presenta. El llamado “fenómeno AMLO” le ha sido muy redituable al partido guinda, tan es así que en la actualidad gobierna 22 estados de la República Mexicana, gobiernos elegidos democráticamente en las urnas.

¿Se le antoja a la oposición seguir el mismo camino? Desde luego, el arrastre que ha tenido Morena a lo largo y ancho del país seduce a cualquiera y si el camino es salir a las calles, pues se sale.

La pregunta que nos quedaría en el aire después de lo que se vivió este domingo es: ¿Hay una oposición fuerte en México? No lo sé. Mucha gente marchó, es verdad, pero no estoy segura que los mismos que lo hicieron acudan con ese mismo fervor a las urnas en el 2024.

Una oposición, para meter “calambres” y dar batalla debe estar convencida de lo que se quiere y quizá ahí es donde “tuerce la puerca el rabo”.

Ser oposición no siempre es ir en contra y habrá que esperar en el transcurso de los días y los meses cómo se capitaliza esa manifestación y cómo responden los militantes de Morena, quienes ya calientan motores para acompañar al presidente el próximo 18 de marzo a recorrer las calles de la capital con motivo de la Expropiación Petrolera.

Lo más importante: habrá que esperar para saber quién será el candidato de este partido para contender por la presidencia de México, pues hoy más que nunca se requiere de una figura fuerte, un abanderado o abanderada capaz de dar batalla y convencer a los inconformes con el actual gobierno que su partido es la mejor opción.

Titánica tarea, sin duda. Estemos atentos.