Y sí… sin pensar que alguien podría invitarme a festejar el Año Nuevo, sucedió. Lo cual agradezco enormemente porque fui recibida por un grupo de personas hermosas, pero además inteligentes, buenas y pensantes... y antes de que me manden al paredón por haber asistido, estuvimos 8 nada más, y al aire libre. Pero como sé que eso les tiene sin cuidado, pasemos a lo importante.
En dicha cena se encontraba una mujer venezolana y dos uruguayas. La de Venezuela me contaba aterrada cómo estaba la situación de su país; por ejemplo, que tenían que hacer literalmente trueque para obtener cosas allá: un paquete de arroz o frijoles a cambio de un boleto de pasaje. Del mismo modo me dijo que allá nadie quería a Maduro, pero que sorprendentemente ahí seguía. Ella no lo podía entender.
También me platicó que los ricos allá se hacen ricos mayormente a la mala. Haciendo transas, actos de corrupción y actividades ilícitas, que era muy raro el que tenía dinero y hubiera hecho riqueza por el camino del trabajo honrado. Yo la escuchaba sorprendida y le dije y confesé que temía que en México fueran a terminar así las cosas (lo de los millonarios no me sonó a un tema tan diferente que el que hay en México), sin embargo hay gente con muchísimo dinero que lo ha amasado porque en verdad le ha trabajado muy duro, eso hay que reconocerlo.
La mujer venezolana me aseguró que ella creía que faltaba mucho para que estuviéramos como allá (ella lleva 5 años viviendo en CDMX), pero que íbamos en camino. Yo la verdad es que no siento que falte tanto y noto que, efectivamente, vamos por ese mismo sendero.
Las mujeres uruguayas nos contaron que en su país a los padres de niños en edad escolar el gobierno les da dinero siempre y cuando se compruebe que los pequeños asistieron al colegio y además de eso, se les daba alimentación de primera en las escuelas.
Este caso en particular lo compartí en mis redes sociales y de inmediato hubo diferentes versiones: que eso lo había hecho el expresidente Felipe Calderón, que eso lo hacía actualmente el presidente AMLO y, total, que fue todo un tema de discusión. Yo, la verdad, para serles sincera no recordaba que Calderón hubiera implementado ese sistema ni tampoco sabía que el actual presidente lo haga. Sé que López Obrador da becas, pero no sé cuál seguimiento le dé al dinero que “regala”; es más, no sé si haya un seguimiento como tal. Me parece que es como si a destajo diera el dinero sin comprobar si los jóvenes están estudiando o no. Al no hacerlo, pues entonces parecería nada más pura compra de votos. Ojalá alguien que me lea, me lo haga saber y me desmienta.
Y luego vino el tema en común en la cena de Año Nuevo: todos en esa mesa coincidimos en que el presidente de México está haciendo las cosas de manera fatal. Y que AMLO es una persona que sin buenas intenciones con el país, para su desarrollo y avance.
Entonces, horas después, me despierto con la noticia de que había sido derribada la estatua que le erigieron al presidente AMLO en Atlacomulco y quizá porque me quedé con la última conversación de sobremesa de fin de año en la que nadie de los asistentes aceptaba a Obrador, di por hecho que genuina y espontáneamente algún mexicano en la noche de Año Nuevo había tirado esa estatua, en un acto que me pareció espontáneo y legítimo, pero ahora ver que fue un acto vandálico. Me ganó la pasión, sí.
No es legal tirar en medio de la noche una estatua, por impresionantemente mal hecha que esté. Dicho esto, veamos todas las teorías que se generaron:
- Que ese derrumbe o caída fue provocado por la misma 4T, para que el presidente quedara como mártir. Cosa que la verdad yo no creo: el presidente no hubiera permitido, aunque fuera premeditado y en una esfinge verse ahí en ruinas y decapitado. Su ego no se lo permitiría.
- Que el presidente no estaba enterado de que existía una estatua porque, de haberlo estado, la mandaba quitar. Pregunto: ¿no estaba enterado? Y de haberlo estado, ¿es en serio que la habría mandado quitar?
- Que alguien a las órdenes de la oposición mandó derrumbar esa estatua. La verdad no lo creo.
Más bien creo fue una acción generada por algún ciudadano de Atlacomulco que, en la cena de fin de año, y quizá con un tequila o dos de más, platicó acerca de esta estatua —que es por demás aberrante por todo el simbolismo que está implícito y que costó dinero, un dinero que tanta falta nos hace para otras cosas—, y entonces envalentonó a otras personas y se lanzaron a derribarla.
Aquí lo que creo que estuvo mal es que alguien haya pensado en erigir una estatua para el presidente y que AMLO según esto no hubiera estado enterado. Es raro, él mismo dice que siempre es el primero en enterarse de todo y entonces al conocer eso, debió de haberla mandado quitar. O más bien, pedido al ayuntamiento que lo hiciera, ya que el titular del poder ejecutivo no tiene facultades a nivel municipal.
Pero ahí se quedó la estatua y alguien la tiró.
Por supuesto mañana, en su conferencia de prensa, el presidente quizá dirá que fue un acto premeditado de la oposición, nunca aceptaría que quizá también pudo ser obra de un simple mexicano sin que estuviera mandado por nadie al que le nació tumbarla. Como fuere, deberá investigarse y castigarse el delito. Porque es ilegal derribar monumentos públicos sean de quien sean.
Dirá AMLO que fue un acto vandálico, y es verdad. Pero no expresará lo mismo de otros vandalismos: el de la “desaparición” de los medicamentos oncólogos, el de los feminicidios, el de los cientos de miles de personas que perdieron su trabajo sin volverlo a recuperar hasta ahora.
Así que yo diría, al tema ya no habría que seguir moviéndole. Sugiero.
Aprovecho para desearles fuerza para este año, voz para no callar y la firme convicción de que merecemos un país mejor para nosotros y para nuestros niños.
Es cuánto.