Tres años después, el miedo se apoderó nuevamente de los culichis. También de todos los sinaloenses. Esta es mi crónica, pero no se trata de mí. Ese día, no salí de casa.
Esa es la primera gran diferencia con aquel jueves 17 de octubre del 2019. En aquella ocasión, la vida de la mayoría de culiacanenses discurría de manera habitual. El miedo se apoderó de la ciudad entera. Gente en las plazas, restaurantes, locales comerciales, oficinas, escuelas, las calles y en todos lados.
De los días de la semana, a los martes y los viernes les endilgan un carácter supersticioso. En Sinaloa, parece que los jueves son los del infortunio.
El operativo reciente tomó a la mayoría en casa. Este jueves, desperté a mi hora habitual. Nada más revisar el teléfono, ya había información de detonaciones en diversos lugares. El anuncio de quedarse en casa no se hizo esperar. Algo serio se cocinaba. La comentocracia y los narcoparlantes hacían de las suyas. Llovía información especulativa.
El epicentro fue Jesús María pueblo. Una comunidad, cabecera de sindicatura que lleva el mismo nombre en el municipio de Culiacán. Aquí cerquita, a 45 kilómetros de la capital. Un impresionante video con un helicóptero artillado disparando se viralizó en instantes. El miedo se apoderó del colectivo social.
Va mi reconocimiento a todos y cada uno de los compañeros periodistas que salieron a hacer su trabajo. La incertidumbre es madre de la psicosis. “La cabeza se enferma sola”, decía un considerado hombre experimentado en el rancho. Quienes reporteaban los hechos que suscitaban, simplemente “se la rifaron”, como decimos acá. Arriesgaron la vida y su integridad, pero ofrecieron a la población información veraz y oportuna. Las cadenas de radio y sus redes, hicieron lo propio.
La información en el WhatsApp continuaba llegando. Colegas de la prensa local y nacional validábamos la información en la medida de nuestras capacidades.
Sirvan estas líneas para explicar y dejar muy en claro, que en Sinaloa no estamos para nada acostumbrados a la violencia. Las familias en casa, solo rezaban porque el evento terminara. Circulaban videos en redes, pero el mensaje entre conocidos era siempre, mantenerse a salvo en casa. Esa prudencia, tal vez fue clave para el éxito de una delicada operación que contaba en su haber, un antecedente de fracaso. Con las familias a salvo, la maniobra “hasta donde tope”.
La principal versión se consolidó con el comunicado oficial. El gobierno local, en mi opinión, hizo lo correcto. Una vez más, el gobernador Rubén Rocha Moya no rehuyó a un tema por demás escabroso. Admitió enterarse esa misma madrugada de “un operativo importante”. Reconoció que el apoyo fue solicitado y oportunamente brindado. Eran instancias federales las que encabezaban el despliegue. El estado se volcó a enviar mensajes de resguardo y protección de familias en todo Sinaloa. Se daba la certidumbre precaria que las condiciones ofrecían en ese momento.
Todos queríamos más información. No hubo más que la que fue. La prudencia por encima del morbo. El cuidado de la ciudadanía antes que la especulación. La nota roja no es mi fuente. Políticamente hablando, se ha actuado de la mejor manera posible. Quienes piensen lo contrario, deberían ver la fotografía completa antes de emitir un juicio seguramente a priori.
La tarde caía y los espacios eran recuperados. Decenas de vehículos incinerados para provocar caos en las principales arterias viales, carreteras y cruceros, retrasaron la calma. También la psicosis. El miedo a salir nuevamente. El mensaje de gobierno fue siempre de certeza.
Lamento profundamente las vidas que se han perdido. Mi solidaridad con las familias cuyo patrimonio fue dañado. Decir que “son cosas que pasan” sería normalizar los hechos. Nada más alejado de la normalidad, que la detención de un relevante personaje del crimen organizado. Eso no sucede todos los días.
El viernes los empresarios abrieron la mayoría sus negocios. Al ‘grito’ en redes de “somos más los buenos” y de que “Sinaloa es más grande que un jueves” el 6 de enero se agotaron casi todas las roscas en panaderías y supermercados. A diferencia de los desafortunados memes y falta de empatía de Pati Chapoy, los sinaloenses en la privacidad de sus hogares pudieron compartir la rosca con sus familias.
El fin de semana llegó, y con ello se continuaron despejando restos de vehículos calcinados. Los hubo por todo el estado. Viajeros llegaron con bien a su destino dentro y fuera del estado. Cada día desde el jueves, con debida reserva, se ha convertido en una oportunidad para salir nuevamente. El gobernador del estado ha dado la cara en todo momento. El anuncio de llevar una amplia brigada de servicios a Jesús María y hacerlo sin reservas, sin investigaciones, sin burocracia, resultó en una acción más que positiva. Las declaraciones de los beneficiarios, ofrecieron esperanza a todo un estado.
Hoy lunes, la comunidad de Jesús María amanece con los servicios públicos restablecidos. La ayuda humanitaria por parte de los tres órdenes de gobierno, llegó a un pueblo azotado despiadadamente por la violencia. Ser avecindados de un objetivo prioritario del gobierno, fue su único pecado.
¿La política? López Obrador tiene su vendetta y con ello, se sacude la pesada loza que la oposición le ha endosado por saludar a una señora mayor en la sierra de Badiraguato. También, le toca a la política hacer lo suyo para regresar la tranquilidad a las familias sinaloenses. Hasta el 5 de enero, todas las cifras delictivas iban a la baja. Deberá ser menester político lograr que los americanos eliminen el warning que sin miramientos arrojaron ese día. Ojalá que también ese tema se aborde con el Presidente Joe Biden.
A la comunidad sinaloense nos corresponde luchar para erradicar un estigma que a pesar de lo impactante de los hechos, ha sido, es, y seguirá siendo injusto. Porque en Sinaloa somos gente buena, humilde, honesta y trabajadora.
Vanessa Félix | Twitter: @vanessafelixmx