I. La teoría: Freud vs Job
En la explicación de la ligadura entre el hombre y la madre, es mucho más creíble la perspectiva bíblica que la edípica. Es decir, la de Job que la de Freud interpretando la obra de Sófocles. La biografía del primero que del segundo. No obstante, quizá hay en la sociedad una propensión mayoritaria a la segunda opción. Ha permeado con mayor profundidad una visión de apenas poco más de un siglo que la milenaria; quizá porque es más reciente y acaso más dramática. Una posee el dramatismo de la carne y el crimen (Sófocles), la otra el drama de la existencia: la finitud, la mortalidad del hombre (Job).
Porque no es lo mismo reclamar a dios (que no existe) por haber expulsado y expuesto al hombre a la salvaje intemperie: “¿por qué no me mataste en el vientre de mi madre?”, que desear desde la infancia asesinar al padre (parricidio) para sustituirlo y quedarse con el amor de la madre (incesto). En las dos posibilidades está la presencia de lo biológico y lo psíquico, pero es la perversidad del intérprete el que cambia las cosas. Job reclama con angustia. Sófocles visto por Freud asesina y sustituye al padre (en Sófocles por el oráculo fatal; en Freud por la aplicación pragmática y la interpretación de su propia biografía). Uno es “celestial”, el otro terrenal. Uno espiritual, el otro carnal (aunque se transfiera al orden psíquico).
Pero el reclamo de Job, semejante al de Jeremías, no es una prueba de la existencia o no de dios, sino un reclamo existencial del hombre. Porque si pudieran, lo mismo reclamarían un toro o un burro: se rebelarían al sacrificio y a la esclavitud, respectivamente.
Esto más o menos lo que dijeron Job:
“¿Por qué no cerró las puertas del vientre de mi madre, ni escondió la aflicción de mis ojos?… ¿Por qué no morí yo al nacer, o expiré al salir del vientre?... ¿Por qué, pues, me sacaste de la matriz? ¡Ojalá que hubiera muerto y nadie me hubiera visto!... Sería como si no hubiera existido, llevado del vientre a la sepultura.”.
Y Jeremías:
“¿Por qué no me mató en el vientre para que mi madre hubiera sido mi sepultura?… ¿Por qué salí del vientre para ver pena y aflicción, y que acaben en vergüenza mis días?”.
En el caso del psicoanálisis desenmascarado o desnudado (para ir acorde con su exacerbada sexualidad) por Michel Onfray, entre otros, lo curioso es que en la sociedad el mito sofocleo ha sido procesado de manera predominante en favor de la sexualidad que “no osaría decir su nombre” (Oscar Wilde dixit): “tiene complejo de Edipo”, se dice, más que en favor del macho sustituto, el parricida freudiano.
II. Poesía y canciones
En fin, basta por ahora de teorización. Desde hace tiempo he querido ofrecer a la madre universal dos sonetos, uno de Borges y otro de Torres Bodet, y un fragmento de poema de Carlos Pellicer. Asimismo, al menos cuatro canciones de aliento maternal cantadas por Gardel, Di Stefano, Mercury y Luis Mariano. Que cada quien procese como guste; sobre todo, que disfrute la poesía. Seguramente hay miles de canciones y cientos de poemas a las madres, pero va lo que sigue:
1. En 1930 Carlos Gardel grabó “A mi madre”, en el estilo que le acercaba al éxito que le llevaría al cine y a su consagración. Antes, en 1912 realizó su primer disco, y ahí venía “Pobre mi madre querida”, compuesta por el payero José Betinotti, y cantada en el registro tenoril primero de Gardel que 20 años después ajustaría a su célebre voz baritonal:
2. Y quizá sea conveniente aquí el fragmento de “Nocturno a mi madre”, la bella serenidad poética de Carlos Pellicer en armonía con el universo:
Nocturno a mi madre (Fragmento)
Hace un momento,
mi madre y yo dejamos de rezar.
Entré en mi alcoba y abrí la ventana.
La noche se movió profundamente llena de soledad.
El cielo cae sobre el jardín oscuro
y el viento busca entre los árboles
la estrella escondida de la oscuridad.
Huele la noche a ventanas abiertas
y todo cerca de mí tiene ganas de hablar.
Nunca he estado más cerca de mí que esta noche:
las islas de mis ausencias me han sacado del fondo del mar.
Hace un momento,
mi madre y yo dejamos de rezar.
Rezar con mi madre ha sido siempre
mi más perfecta felicidad.
Cuando ella dice la oración Magnífica,
verdaderamente glorifica mi alma al Señor
y mi espíritu se llena de gozo para siempre jamás.
Mi madre se llama Deifilia,
que quiere decir hija de Dios flor de toda verdad.
Estoy pensando en ella con tal fuerza
que siento el oleaje de su sangre en mi sangre
y en mis ojos su luminosidad.
Mi madre es alegre y adora el campo y la lluvia,
y el complicado orden de la ciudad.
Tiene el cabello blanco, y la gracia con que camina
dice de su salud y de su agilidad.
Pero nada, nada es para mí tan hermoso
como acompañarla a rezar.
Todos los días, al responderle las letanías de la Virgen
―Torre de Marfil, Estrella Matinal―,
siento en mí que la suprema poesía
es la voz de mi madre delante del altar.
Hace un momento la oí que abrió su ropero,
hace un momento la oí caminar.
Cuando me enseñó a leer me enseñó también a decir versos
y por ese tiempo me llevó por primera vez al mar.
3. Los italianos tal vez sean los que más cantan sin pudor a la madre y los que más veces invoquen, griten “Mamma”. En óperas o en cientos de canciones dedicadas a las madres. Cuando participó en el programa “La festa de la mamma”, en 1989, Giuseppe di Stefano confesó haber cantado a su madre “Mamma son tanto felice” -compuesta por Cesare Andrea Bixio en 1940 y grabada en primera instancia por Beniamino Gigli-, durante 45 años consecutivos. Y aunque hay grabaciones del joven Di Stefano, esta versión para la televisión tiene espontaneidad y emotividad. Y dice frases como esta: “Mamá, estoy tan feliz porque regreso a ti... Mi canción te dice que es el día más bello para mí… Pero la canción más bella eres tú. Eres la vida y por la vida no te abandonaré jamás”:
4. Jorge Luis Borges escribió su poema “El remordimiento” tras la muerte de Leonor, su madre, amiga y auxiliar en la lectura y escritura (dada la ceguera). Explicó su remordimiento por no haber podido cumplir el sueño de su madre (ni de su padre, contra Freud, los concilia a ambos en el soneto): ser feliz y que ella pudiera atestiguarlo; ella falleció sin lograr sentir la felicidad del hijo.
El remordimiento
He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer.
No he sido feliz.
Que los glaciares del olvido me arrastren y me pierdan, despiadados.
Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz.
Cumplida no fue su joven voluntad.
Mi mente se aplicó a las simétricas porfías del arte,
que entreteje naderías.
Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona.
Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.
5. “Bohemian Rhapsody”, popularmente conocida como “Mama”, de Freddie Mercury, es una canción más compleja desde su estructura musical (concebida para el álbum Una noche en la ópera, de 1975) como desde su concepción intelectual y psíquica. Aquí unas líneas esenciales:
“Mamáaaa,
acabo de matar a un hombre,
puse un arma contra su cabeza, jalé mi gatillo,
ahora está muerto.
Mamáaa, la vida acababa de empezar,
pero ahora me he ido y lo he tirado todo.
Mamá, oh,
no fue mi intención hacerte llorar.
Si no vuelvo mañana a esta hora,
continúa, continúa como si nada realmente importara
Es demasiado tarde, mi hora ha llegado.
Escalofríos por mi columna vertebral, el cuerpo me duele todo
el tiempo.
Adiós a todos, me tengo que ir.
Tengo que dejarlos a todos atrás y enfrentar la verdad.
Mamá, oh
no quiero morir.
A veces desearía no haber nacido nunca”.
Pareciera que él es el propio hombre que ha matado el autor de la canción: a sí mismo. Pues cuando compone la pieza (1974-75), Mercury dejaba su vida hetero por una homosexual. No obstante, Jer Bulsara fue una “cálida y devota madre para Freddie”, ha dicho el guitarrista de Queen, Brian May. Y aunque Freud distorsionado por la popular visión wildeana está presente en el texto, en realidad son Job y Jeremías quienes asoman en el verso “A veces desearía no haber nacido nunca”.
La mejor versión en vivo de Mercury, la de 1985 en Wembley; aunque falte el coral introductorio:
6. Al morir su madre Emilia –quien siempre lo acompañó desde sus años iniciales como diplomático- Jaime Torres Bodet escribió un poema sensible, que posteriormente titularía “Continuidad”, estructurado en nueve sonetos. Aquí el primero de ellos:
Continuidad; Soneto I
No has muerto. Has vuelto a mí. Lo que en la tierra
-donde una parte de tu ser reposa-
sepultaron los hombres, no te encierra;
porque yo soy tu verdadera fosa.
Dentro de esta inquietud del alma ansiosa
que me diste al nacer, sigues en guerra
contra la insaciedad que nos acosa
y que, desde la cuna, nos destierra.
Vives en lo que pienso, en lo que digo,
y con vida tan honda que no hay centro,
hora y lugar en que no estés conmigo;
pues te clavó la muerte tan adentro
del corazón filial con que te abrigo
que, mientras más me busco, más te encuentro.
7. Para concluir, una canción de intensa ternura interpretada de manera conmovedora por un vasco-francés, el tenor Luis Mariano, que en un programa de televisión dedica “Maman, la plus belle du monde” –al parecer compuesta por Marino Marini- a su madre presente. Algunas líneas de la versión francesa:
“Mamá, eres la más hermosa del mundo. Tienes para mí el rostro de un ángel del paraíso. En todos mis viajes he visto paisajes, pero nada supera a la imagen de tu hermoso cabello gris. Y mi alegría es profunda cuando en mi brazo metes tu brazo. Es verdad, para ti soy, a pesar de mi edad, un niño. Pero los sueños llegan a su fin y sólo tú me has quedado y cuando todo se viene abajo a mi alrededor, mamá, estás ahí”.
Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo