No es una novedad en la historia contemporánea de México que el gobierno de nuestro país muestre simpatías hacia el régimen cubano. Derivado de una supuesta identificación ideológica entre el nacionalismo revolucionario y el movimiento encabezado por Fidel Castro, los presidentes surgidos del PRI no titubearon en apoyar, tácita o expresamente, el régimen castrista.
El lector recordará que México, en 1962, se abstuvo en la votación dirigida a expulsar a Cuba de la OEA, y rechazó romper relaciones diplomáticas con La Habana. Con ello, el gobierno mexicano no únicamente expresó su repudio a las intenciones estadounidenses de echar a Castro de la organización, sino que el gobierno de México envió a Washington – y al mundo- mensajes contradictorios en torno a su posicionamiento frente al combate contra el comunismo y el respeto de la democracia y de los derechos humanos.
De igual forma, los sucesivos gobiernos priistas condenaron firmemente y sin ambages el bloque económico impuesto por Estados Unidos contra Cuba a raíz del alineamiento de Castro con el comunismo y con las posturas políticas encabezadas por la Unión Soviética.
Ahora, AMLO, hace lo propio con Miguel Díaz-Canel. Según ha sido reportado, el presidente cubano será recibido por el tabasqueño en Campeche, con el propósito de supervisar la construcción del Tren Maya.
La cooperación México-Cuba se ha extendido a la colaboración en materia sanitaria, tal como la aceptación de médicos cubanos y el envío de la vacuna Abdala; fórmula, vale recordar, que no cuenta con aprobación de la OMS ni de los ministerios de Salud de la mayoría de los países de mundo.
Sin embargo, y para sorpresa de cualquier analista de corte liberal que repudia el totalitarismo, la represión, la ausencia de libertades y la violación a los derechos humanos, la “izquierda” mexicana, rancia desde sus orígenes, observa en el régimen cubano, y ahora, en la persona de Díaz-Canel, un ejemplo de modelo de Estado.
Bajo el lema del combate contra la desigualdad, AMLO y sus correligionarios (muy en particular, personajes como Yeidckol Polevnsky y Gerardo Fernández Noroña) no titubean en rendir homenaje y halagos a un dictador cuyo régimen ha estado caracterizado por la opresión y la persecución política. Así ha sido reportado ampliamente por Amnistía Internacional y otros organismos internacionales.
Los dictadorzuelos, en su defensa, arguyen que Amnistía Internacional y Human Rights Watch son organizaciones sesgadas financiadas por agencias del gobierno estadounidense y por la “derecha internacional”; argumento que se desvanece frente a los testimonios de cubanos que han vivido la tragedia en la isla.
En suma, AMLO y la clase política autoproclamada “de izquierda”, lejos de aspirar a edificar un modelo de Estado caracterizado por el avance de los ideales democráticos, buscan incansablemente destruir a las instituciones legalmente constituidas, a la vez que reciben con bombo y platillo a un dictador cubano cuyo paso por el gobierno de La Habana ha sembrado división, miedo y opresión.