“Ahora que estaba rehaciendo, toma golpe de estado militar.”

LOS HOMBRES DE PACO (PELÍCULA)

“El gobierno y el militarismo son instituciones aliadas. Al militarismo lo mismo le da que el que mande sea rey, emperador o presidente. Su misión es sostener en el poder a todas las tiranías.”

LIBRADO RIVERA

El terminar de militarizar la seguridad pública es un completo desacierto. Las contorsiones legislativas y senatoriales para lograrlo (presiones y compra de conciencias de por medio) constituyen un engendro. De hecho se está conformando un monstruo y se ha dado una ruptura del orden constitucional (como lo he mencionado antes en repetidas ocasiones).

La militarización de la seguridad pública podría tener terribles consecuencias; entre otras, que queden coartadas las garantías individuales a punta de fusil. Ahora es de dominio público la información que indica que numerosos activistas y periodistas que han sido espiados por la Sedena durante este sexenio.

Por si fuera poco, se ha debilitado el espacio civil de forma sistemática. La endeble democracia y las instituciones que la acompañan volverá a ser secuestradas y estaremos ante un golpe consumado.

¿Por qué hablar de un golpe militar? Hagamos para ello una rápida recapitulación sobre los militares: no fue sometida a votación en el Senado la iniciativa del PRI/AMLO de mantener hasta el 2028 al Ejército en las calles, con lo cual López Obrador anunció su consulta sin sustento legal para el 2023. En la cámara alta se cocina una nueva discusión sobre la militarización hasta el 2028. En el interim, el hackeo a los militares pone en entredicho muchas de las cosas que estos realizan y dieron a conocer las intenciones de AMLO sobre estos desde el 2006. Lo anterior se sabe por las filtraciones; no es tema menor.

Refleja una realidad muy diferente a la que ponderó y utilizó el primer mandatario para llegar al poder. Él siempre dijo (supuestamente contemplando) que El ejército iría a los cuarteles y que se juzgaría a los culpables de Ayotzinapa. Hoy, gracias al hackeo, sabemos que nunca pensó en retirar a los militares de las calles y que la 4T sabía que los normalistas habían sido ultimados, señalando en la matanza a miembros del Ejército. Las mismas Fuerzas Armadas a las que hoy tienen controlan/reciben más de un tercio de TODO el presupuesto público y que se encargan de la seguridad nacional…

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Los papeles puestos al descubierto en las GuacamayaLeaks desenmascaran a las Fuerzas Armadas, a López Obrador y a diversos gobernantes pasados. Permiten contemplar que los militares no son santos, como presumió el tabasqueño. De hecho, en no pocos casos se teme han sido infiltrados por los narcos. En otros, se han aprovechado del poder cedidos a ellos en este sexenio para —en el colmo de sus actividades— proponer (imponer, es mejor término) todo un redondo negocio dentro del sector turístico de nuestro país. Lo bueno es que no son “neoliberales”; si lo llegaran a ser, venderían hasta la arena de las playas.

El empoderamiento ha sido tal que la cabeza del Ejército, en reciente discurso, incluso ha amenazado a la población civil. De paso a la clase política y al propio gobierno federal. El presidente López Obrador siente la presión; nos los ha hecho saber indirectamente en no pocas mañaneras.

Ya no se puede negar, la información mostrada por los hackers ponen al descubierto que López Obrador NUNCA pensó mandar al Ejército a los cuarteles. Es más, desde 2006, en alguna plática con el embajador de Estados Unidos en nuestro país en ese momento, dejó claras sus intenciones. Los hackers Guacamaya han dejado constancia fehaciente de que López Obrador ha mentido sobre sus intenciones desde su campaña.

Tanto las Fuerzas Armadas como el Ejecutivo federal quedan mal parados en esta montaña de corruptelas, abusos y “otros datos”. Ante lo cual cabe y es necesaria la pregunta: ¿porqué la insistencia en darles aún más poder? La evidencia muestra que ya tienen demasiado y quieren más; que hay mucha corrupción (incluyendo terribles abusos sexuales, tortura y secuestros); que no hay poder suficiente para saciar su apetito.

Pareciera que López Obrador les requiere para mantenerse en la Presidencia o, bien, que ya tiene tanto poder el Ejército, que tienen secuestrado a quien les encumbró tanto y que pronto lo desecharán. Forzar una inmunidad para los castrenses en el caso Ayotzinapa es tan solo una muestra de ello.

La certeza es que estamos atestiguando como se cocina un golpe de Estado. Una suerte de ‘fujimorazo’, otro populista que juraba ser honesto, pero que terminó en la cárcel. Sí, aquello fue un golpe de Estado “blando”.

En el caso de México al tener al Ejército en diversas funciones de índole civil (atención de aduanas, transportación de pipas, policía estatal/municipal, transportistas de vacunas y libros de texto, manejo de aeropuertos, constructores y demás funciones), no se sabe si el golpe ha sido planeado por el presidente o por los militares. Lo que es cierto es que cada día experimentamos más y más un gobierno de corte militar. Una realidad cada día más militarizada, cada día más exacerbada, cada día más violenta.

Hay otras señales de esta militarización. Como lo que sucedió con el nombramiento de Manelich Castilla en Quintana Roo y casi su inmediata destitución para pasar a designar a un miembro de las fuerzas castrenses como conductor de la seguridad de la entidad. Lo mismo sucedió con el flamante secretario de seguridad de Américo Villarreal en Tamaulipas; le tuvo que dar las gracias al civil y ya tiene un militar como secretario.

Pareciera que López Obrador busca eternizarse en Presidencia; que sus ‘corcholatas’ únicamente le sirven de entretenimiento. Que sean estas las que sufran el desgaste político.

Quizá Andrés Manuel no palpa de todo que, con todo esto, acabará empoderando tarde que temprano a algún narco-militar.

Repito: el golpe militar se asoma. La única duda es si es con AMLO o contra él.